¿Qué ocurre cuando morimos?
La postura de muchos expertos se resume en contemplar la muerte no como un evento, sino como un proceso.
Los diccionarios suelen definir la muerte como el fin de la vida o el cese permanente de los procesos vitales. Pero ¿sabemos exactamente cuándo ocurre esto? Al indagar en la situación exacta de esa frontera, descubrimos que el progreso científico la ha convertido en un territorio nebuloso, con evidentes repercusiones legales e implicaciones en campos como la donación de órganos.
Tradicionalmente se ha determinado el fin de la vida con la parada del corazón y de la respiración, la muerte cardiopulmonar. Sin embargo, las técnicas de resucitación han difuminado este límite.
En los años 50 comenzó a introducirse en la práctica clínica el concepto de muerte cerebral. El hecho de que los sistemas de soporte vital permitan mantener artificialmente la circulación sanguínea sin actividad cerebral, pero no lo contrario, ha motivado que hoy “exista un amplio consenso, al menos en el mundo occidental, de que la muerte humana es en último término la muerte del cerebro”, según Giuseppe Citerio, profesor de Anestesia y Cuidados Intensivos de la Universidad Bicocca de Milán, Italia.
Pero el caso no está cerrado. Como señalaba Citerio con ocasión de la conferencia anual Euroanaesthesia, celebrada el pasado junio en Ginebra (Suiza), la muerte cerebral aún carece de una definición universal, a pesar del esfuerzo de la Organización Mundial de la Salud por desarrollar unos criterios precisos. “Muchas de las controversias que rodean la determinación de la muerte por criterios neurológicos aún no se han resuelto”, decía Citerio.
Hoy la postura de muchos expertos se resume en contemplar la muerte no como un evento, sino como un proceso. Pero incluso con esta definición más amplia, se trata de un proceso caracterizado por numerosos fenómenos inusuales que los científicos aún están intentando comprender.
Experiencias cercanas a la muerte
Uno de estos fenómenos es lo que se conoce como Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM). Muchas personas a las que se ha practicado reanimación cardiopulmonar relatan sensaciones comunes, como un túnel, una luz brillante y una desconexión del cuerpo. Los científicos apuntan que las ECM tienen un probable origen en cambios neurológicos.
Según cuenta a OpenMind la neuropsicóloga Charlotte Martial, del Grupo de Ciencias del Coma de la Universidad de Lieja (Bélgica), la estimulación de ciertas áreas cerebrales puede ocasionar sensaciones extracorpóreas por una deficiente integración sensorial. Sin embargo, prosigue Martial, “este fenómeno es muy complejo y probablemente depende de varias causas”.
Curiosamente, y aunque luces o túneles suelen ser elementos frecuentes en las narraciones de ECM, un estudio reciente de Martial, comparando más de 150 testimonios, sugiere que no existe una secuencia común. Y dado que todos los participantes en el estudio eran francófonos, tampoco se sabe en qué medida las sensaciones relatadas pueden venir condicionadas por factores culturales. “Algunos estudios muestran que no hay túnel en los testimonios indios, pero otros no han encontrado diferencias entre culturas”, dice Martial. “Necesitamos más investigación”, concluye.
Cada muerte es distinta
Pero una vez que han terminado las sensaciones, tampoco parece claro que el cerebro haya dicho su última palabra. El pasado marzo, investigadores de la Universidad del Oeste de Ontario (Canadá) publicaban un estudio en el que detallaban los registros de la actividad cerebral de cuatro pacientes terminales durante 30 minutos antes y otros 30 después de retirarles el soporte vital.
Una conclusión interesante es que cada muerte es distinta, ya que los electroencefalogramas (EEG) no revelaron un patrón común. Pero la sorpresa fue que uno de los sujetos continuó mostrando actividad cerebral más de 10 minutos después del momento de la muerte, en concreto ondas delta, normalmente asociadas al sueño profundo.
No es el único caso en que se ha registrado actividad cerebral después de la muerte. En 2011, investigadores de la Universidad de Radboud (Holanda) observaban que las ratas producían un súbito pico final de actividad cerebral un minuto después de su decapitación. Los científicos definían este brote como “la última frontera entre la vida y la muerte”. Sin embargo, el efecto descrito en el paciente canadiense fue diferente y mucho más prolongado, sin que los investigadores hayan podido aún explicarlo.