21F: lecciones de Argentina
He aquí algunas lecciones más útiles que la menesterosa disquisición de marras a partir de lo ocurrido en Argentina, quién sabe, con reminiscencia venezolana:
En la agonía del particularismo político, o sea del desprecio por el otro que han cultivado primero neoliberales y después neosocialistas, las sociedades modernas, protagonistas de la nueva novela histórica latinoamericana, van aprendiendo al fin de sus errores y no admiten polarizaciones maquinales y trasnochadas; “polarización”, hoy, suena a sinónimo de intolerancia, de exclusión. Por eso, a esta altura del realismo mágico, no sirve de mucho escarbar en la dicotomía de izquierdas y derechas, menos aún en países cuyos mandatarios escriben los días maravillosos de la revolución ahorrando en imaginación y progresismo con tinta china del imperio.
He aquí algunas lecciones más útiles que la menesterosa disquisición de marras a partir de lo ocurrido en Argentina, quién sabe, con reminiscencia venezolana:
1) Bolivia no es ni Argentina ni Venezuela. Así como Evo no es Cristina ni es Maduro, Costas y Doria Medina no son, ninguno de los dos, Macri. La economía boliviana tampoco es la misma que la de Argentina y Venezuela: aunque naturalmente el poder corroe, dista mucho el nivel de agotamiento entre una ciudadanía y otra.
2) Si eres de la oposición boliviana y crees que los cambios del “nuevo orden” latinoamericano serán para ti una tabla de salvación ipso facto, es decir automáticamente, te equivocas. Tendrías que desarrollar el músculo necesario para capitalizar, como en Venezuela y Argentina, el desgaste del gobierno de Morales.
3) Si eres del Gobierno y crees que lo acontecido en Argentina y Venezuela no te afectará, te equivocas también. El 21F puede ser el principio de tu fin. Aunque tendrás un consuelo, no te desanimes. Como pasó con los estatutos departamentales, en febrero no habrás cedido terreno a una oposición física, de partido; tu impericia para leer las narrativas nacionales posmodernas solo repercutirá en el empoderamiento de una nueva clase política insatisfecha, apartidaria; de rostro virtual, habitué del meme.
4) Debes saber que las democracias admiten cada vez menos los personalismos. Las ciudadanías entrenadas para el voto van tomando conciencia del asombroso parecido de los autoritarismos, totalitarismos y despotismos con el populismo.
5) Debes saber que, con las malas experiencias del pasado y del presente, la gente no vota más a políticos mezquinos.
6) Ser de izquierda no te hace automáticamente bueno. Aunque le pongas romanticismo, embeleso a tu vuelta al ruedo, a tu ánimo infinito por resucitar a Marx, ningún socialismo puede surtir efecto si te empecinas en abusar de la confianza de mayorías que legítimamente creyeron en tu promesa de un mundo mejor.
7) Puedes tener el presidente más izquierdista del mundo, incluso el más indígena de todos, pero ni aquello ni esto serán garantía de honestidad.
8) La humildad no es patrimonio exclusivo de nadie. Sé humilde aunque tengas plata. Y si llegas a ser Presidente, acuérdate de que has sido elegido para servir; si no tienes esta vocación serás un producto vencido y servirás, únicamente, para profundizar nuestros males.
9) Procura que al alcanzar el poder, este no te obnubile. Que al ser Presidente, no se te suban los humos a la cabeza. Esto puede hacerte perder algo más que una sencilla costumbre como, por ejemplo, la de usar una chompa roja en vez de saco y corbata.
10) Finalmente, no te confundas: nos ha costado mucha literatura fantástica pero hemos aprendido. Ahora sabemos que democracia tenemos solo cuando nuestras autoridades han aprendido, de su parte, a despojarse de los intereses personales, alcanzando así la estatura moral del líder político digno de honor y de respeto.
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