Redacción Oxígeno
17/10/2015 - 21:18

Tamara: Soy una transexual lesbiana

Esta es la historia de una mujer que por muchos años estuvo en el cuerpo de un varón. Hasta se casó dos veces y tuvo hijos. Pero su historia cambió el 2012, cuando Antonio dejó de existir y emergió Tamara, una boliviana que hoy pelea aún porque las leyes la reconozcan su género. Tamara dejó su familia, viajó para cambiarse de sexo. Es funcionaria pública y se enamoró de Nadia. Sí, es transexual y lesbiana. Hoy ella cuenta su vida desde Oxígeno.bo. 

Hasta el 2012 fue Antonio, hoy es Tamara Nuñez del Prado

La Paz, 17 de octubre (Natalia Antezana Bosques para Oxígeno.bo).- Antonio dejó de existir en noviembre de 2012. Él mismo tomó esa decisión que fue la más importante y difícil de toda su vida. Sabía que decírsela a su esposa, a su hijo y dos hijas y a su padre, sería lo más complicado. Siempre había vivido para los demás. Pero ya no necesitaba la aprobación de ellos. A partir de ese momento empezaría a ser libre.

Cuando Toño, como le decían quienes lo conocieron, era niño se sentía feliz y siempre  intentó reproducir ese sentimiento. La receta perfecta se resumió en estudiar una carrera, casarse, tener hijos, una casa y un auto. Cumplió todo al pie de la letra. Pero aún, siguiendo cada paso que lo debía llevar a la felicidad, no la había alcanzado. Por eso había decidido dejar de estar.

A la primera persona que le comunicó su propósito fue a su esposa Mary Elizabeth. Lo hizo un 4 de noviembre de 2012. “Yo estaba en un proceso de “shock” (…) le contaba la historia a mis amigas como si le estuviera pasando a otra persona (…) como si yo no fuera la persona que se quedaba sin el esposo que amaba tanto”, explica Mary.

Antonio entendía que su determinación haría daño a muchas personas que amaba y eso le carcomía la piel y los huesos. Pero ya no podía seguir lastimándose a sí mismo. A partir de ese momento, dejó de existir y nació Tamara: una mujer transexual lesbiana.

La familia, entre las más afectadas

“¡Carajo hijo, yo sé  bien  qué  eres. Yo te eduqué, te crié, te enseñé y sé bien que no  eres mujer, que no eres  trans. Carajo, sé que eres bien hombrecito!”, recuerda que le dijo su padre cuando recibió la carta en la que le revelaba su verdadera identidad sexual. “Todo esto a mí me causó mucho dolor, porque significaba quedarme sola”, cuenta Tamara Núñez del Prado, mientras se le traba la voz que intentan ahogar sus propias lágrimas.

El proceso de transición, la “salida del closet” como se le conoce comúnmente (cuando alguien decide asumir ante la sociedad su preferencia sexual), no es sólo para la persona que lo está viviendo, sino también para su familia. Además, en este caso, fueron dos salidas del closet: la primera, referente a su transexualidad y la segunda, respecto a su lesbianismo.

“El proceso de cambio de sexo y de género también lo sufre el entorno familiar”, explica Carolina Aliaga, psicóloga de Tamara. “Ha sido un proceso duro para ella pero se decidió a hacerlo. Un tiempo después vinieron su papá y su mamá a hablar conmigo, resolvieron muchas dudas que tenían. A partir de eso ha sido mucho más fácil”, relata.

“No tenía la menor idea de que me iba a salir con que era mujer transexual”, explica Mary, su ahora exesposa. Primero no lo pudo creer, después pensó en que todavía podían seguir juntos si su esposo sólo se vestía de mujer de vez en cuando, pero seguía siendo Antonio. Sin embargo, se chocó con la verdad: Tamara, quien había salido del closet primero con Mary, pensaba hacerlo con todos. “Yo todavía no había llegado a aceptar la realidad cuando, después de una semana, Antonio llegó con un montón de ropa de mujer que había comprado y que quería mostrarme”.

Pero había más. El trabajo era otro entorno que también requería de su atención. Después de todo, pasaba casi 10 horas al día en el Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural, nada más y nada menos que en el área de resolución de conflictos.

Un día entró al despacho de la entonces ministra Teresa Morales, y le entregó su carta de renuncia. Le explicó que se sometería a un tratamiento de reasignación de sexo. “Bienvenida compañera”, le dijo la autoridad al recibir la noticia y preparó un taller con especialistas sobre el tema para sensibilizar al resto de sus compañeros. Hasta la fecha, Tamara sigue trabajando ahí.

“Mi oficina era el único lugar donde me sentía bien. Ya me había separado y vivía en un cuartito en Miraflores. Me sentía tan sola que me quedaba trabajando hasta las nueve o diez de la noche todos los días y cuando llegaba a casa sólo me quedaba hablar con Puchi, mi puerquito de peluche a quien adopté como si fuera mi hijo”, cuenta Tamara, quien desde ese momento empezó a asumir el rol de mujer.

Las normas que no norman

Desde hace casi tres años Tamara nunca sale sin maquillaje en la cara y casi todos los días usa zapatos de tacón. No obstante, su Certificado de Nacimiento, Carnet de Identidad y todos sus títulos académicos llevan el nombre de Antonio Núñez del Prado.

Actualmente, en Bolivia existe un vacío legal porque no hay un procedimiento específico para que las personas transexuales puedan cambiar los datos de su nombre y sexo en sus documentos de identidad.

El primer paso es solicitar un cambio de nombre y sexo ante el Servicio de Registro Civil (Sereci), que siempre es rechazado por falta de normativa. Eso habilita a la persona transexual iniciar una demanda ante un juez, a quien se le deben presentar pruebas como un examen psicológico y médico, entre otras. Una vez aceptada la demanda, el fallo tarda entre uno y dos años. Sólo si es a favor, se puede iniciar nuevamente el trámite administrativo ante el Sereci.

“En el caso de Tamara ya se inició la demanda judicial. Estamos esperando el fallo del juez que estimamos tardará un poco menos de un año”, explica Martín Vidaurre, abogado de Tamara y director de Capacitación y Derechos Ciudadanos.

Si el fallo es a favor, se deberán cambiar los datos en su libro de partida y en su certificado de nacimiento, lo que no implica que los datos de identificación sean afectados por esta situación, explica Vidaurre.

“Yo quería mantener la esencia de mi nombre. Mis padres me registraron como Antonio Ernesto Núñez del Prado Aguilera: el primero, por mi abuelo Antonio Peredo y el segundo, por El Che. Así que decidí ponerme Tamara, que es el nombre original de Tania la Guerrillera, compañera de Ernesto Guevara y, como segundo nombre, Antonieta. Así mantengo mi esencia”, cuenta Tamara quien tendrá que esperar un año más para que su nombre se refleje en su Carnet de Identidad.

Un cuerpo a la medida del espíritu

Cuando Antonio tenía cuatro años, jugaba a que se operaba para cambiarse de sexo y le pedía a su mamá que le pusiera ropa de niña. En aquel entonces, su madre le explicó que a quienes tenían pene se les tenía que vestir como hombrecitos. Cuando cumplió ocho años, se ponía la ropa de su madrastra, que era casi de su tamaño. A sus 18 años se casó y nació Fernanda; luego se divorció. Estudió la carrera de derecho en la Universidad Mayor de San Andrés. A sus 26 nació Lucía, su segunda hija, de una pareja diferente, con quien salió muy poco tiempo. A sus 30 años se casó con Mary y nació Inti, su tercer hijo. Adquirió un departamento donde vivía con su familia, tenía un auto, dos hijas y un hijo.

Siempre había sentido que tenía problemas con su identidad, pero como a los 11 años se le despertó su gusto por las mujeres, intentaba hacer caso omiso al conflicto. En realidad no lo entendía porque no sabía que tenía disforia de género, que quiere decir que su género psíquico no corresponde a su género físico.

“El primer paso es la aceptación, el segundo es la salida del closet, el tercero es la hormonización y el cuarto es la operación de reasignación de sexo”, explica la psicóloga. Tamara ya cumplió los cuatro pasos.

El 29 de julio de este año, en Chile, se sometió a una vaginoplastía, una cirugía plástica que reemplaza el pene por una vagina. “La primera vez que me vi estaba muy inflamado, no muy bonito, pero se veía muy perfecto. Al principio tenía miedo de tocarme (…) Hay sensaciones que las fui aprendiendo en el camino, experiencias que solamente las mujeres podemos entender”, cuenta mientras se le dibuja una sonrisa de satisfacción.

El médico encargado de la operación fue Guillermo MacMillan, quien le garantizó un 100 por ciento de sensibilidad. Así fue, ya que todos los nervios que llegaban al glande fueron traspasados. De un pedacito de piel se construyó el clítoris y los demás puntos nerviosos los conectaron al cuello vaginal.

“Ya he tenido relaciones con mi novia y es una experiencia que al decir que es orgásmica creo que explico todo ¡Es wow! Son sensaciones que no las había sentido antes”, explica Tamara mientras suspira hondo. “Además, el compartir con la persona que tú amas, que se compartan entre ellas es como yo siempre quise y soñé, una experiencia de dioses, es muy lindo, es muy bello (…). Compartirse sexualmente como mujer, es mucho más bello que compartirse sexualmente como hombre, para mí. Porque yo siempre he sido una mujer, me sentía como mujer y como mujer tenía un pene. Entonces había un montón de cosas, las cuales no encajaban en mi placer”.

No me arrepiento de nada

Tamara tiene 37 años, mide 1 metro y 74 centímetros, se pinta las uñas con regularidad y sigue trabajando como funcionaria pública.

Vive con su novia, Nadia, con quien tiene una relación desde hace dos años. A pesar de las dificultades que han atravesado, hoy son felices. Pero nada es fácil. Para alcanzar esta estabilidad, tuvieron que enfrentar distintas situaciones como que Nadia se asumía como heterosexual hasta que conoció a Tamara y hoy se asume como pansexual. En ese proceso, ambas fueron discriminadas.

Ya han pasado tres años desde que Antonio salió del closet. Ya han pasado tres años desde que Tamara no sale sin maquillaje y usa zapatos de tacón casi todos los días. Han pasado tres años desde que sus hijas y su hijo le dicen “mapi”.

“Muchos me preguntan si me arrepiento. Estoy sufriendo como nunca he sufrido en mi vida. He perdido las cosas más valiosas que tenía, pero no me arrepiento ni un segundo, porque al fin soy lo que siento que soy. Al fin puedo expresarme como quiero. Al fin me maquillo como me da la gana. Cada vez mi cuerpo me gusta más. Obvio, hay momentos en que lo odio. Pero en realidad lo amo, lo quiero, amo lo que soy. No me arrepiento de nada”.

La orientación sexual de las personas

La orientación sexual se refiere a la atracción sexual, amorosa y erótica de los seres humanos. Existen varias categorías entre las que se encuentran homosexuales (a quienes les atraen personas del mismo sexo), heterosexuales (a quienes les atraen personas de sexo diferente) y pansexuales (a quienes les atraen las personas independientemente de su sexo, su orientación sexual o expresión de género).

La identidad de género es la percepción que cada persona tiene sobre sí misma con respecto a sentirse hombre o mujer. También se le llama “sexo psicológico” o “sexo psíquico”. Una persona puede nacer en un cuerpo de hombre y sentirse como mujer, o puede nacer en cuerpo de mujer y sentirse hombre.

El sexo refiere a la parte biológica. Existen variedades femeninas (mujeres), masculinas (hombres) e intersexuados (personas que producen gametos femeninos y gametos masculinos).

Una mujer transexual lesbiana es una persona que nació en el cuerpo de un hombre, tiene una identidad de género femenina y le gustan las mujeres; por lo tanto, es lesbiana.

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