Esther caminó horas por ver al Papa con la esperanza de tocar su manto
Esther Chávez tiene 57 años de edad, pasó más de un mes planeando e imaginando cómo sería este día. Ella pretendía recibir al Papa en El Prado de La Paz, junto a los miembros de su parroquia, la de Villa Armonía. Pero después de la predica de su párroco que las exhortó en torno a las prioridades de algunos católicos. Antes se afanaban en dormir y reservar bancas para ver la entrada del Gran Poder, les dijo el sacerdote.
El Alto, 09 de julio (Gloria Mamani, Oxígeno).- Desde el día que se anunció que el papa Francisco visitaría Bolivia Esther no dejó de pensar en ese gran día, una jornada muy esperada en la que desbordaría de fe y alegría. Y ese día fue este miércoles 08 de julio.
Esther Chávez tiene 57 años de edad, pasó más de un mes planeando e imaginando cómo sería este día. Ella pretendía recibir al Papa en El Prado de La Paz, junto a los miembros de su parroquia, la de Villa Armonía. Pero después de la predica de su párroco que las exhortó en torno a las prioridades de algunos católicos. Antes se afanaban en dormir y reservar bancas para ver la entrada del Gran Poder, les dijo el sacerdote.
Así que la noche del siete de julio convenció a su cuñada a trasladarse desde Villa Armonía hasta la ciudad de El Alto, con el objetivo de ver de cerca al Papa. Su jornada se inició a las cuatro de la mañana, dejando de lado las tareas diarias se alisto y salió. Tuvo que recorrer muchas calles a pie, porque no había transporte pero ella estaba decidida a cumplir con su objetivo de ver al Pontífice y pedirle su bendición.
Con un pañuelo en la mano, no podía ocultar su emoción por la idea de darle bienvenida al Papa en su ingreso a la ciudad de La Paz. Su decisión y perseverancia lograron que ella y su cuñada sean las primeras en ubicarse en el inicio de la autopista. “Queremos recibir la bendición del Papa, porque es el elegido. Sólo verle yo pienso que va cambiar nuestra vida, Bolivia puede cambiar aquí hay tanto delincuente”.
Con una sonrisa en el rostro decía que el presenciar la llegada del Sumo Pontífice era algo que siempre había soñado y ahora se hacía realidad. “A veces nos enfermamos y el dinero no nos alcanza quizá con su bendición todo va cambiar, quisiera tocar su manto”, dijo esperanzada.
“Peque, peque Dios mío. Piedad, piedad señor. Si graves son mis culpas, mayor es tu bondad” eran parte de las estrofas que Esther cantaba para recibir al papa Francisco. La feligresa indicó que ésta sería una gran experiencia para su vida, porque le traería la paz que tanto necesitaba.
Así pasaron las horas para Esther quien conservó la alegría y esperanza para recibir la bendición de Jorge Bergoglio. Al final de la tarde, lo pudo ver apenas.