Reportaje
César Sánchez
18/12/2021 - 13:00

¡De la coca al café!

¿Es el café el camino para la disminución de la coca excedentaria? En La Asunta, un sueño comienza a tomar cuerpo.

Han transcurrido más de dos años desde que nació la idea de que los productores de café del municipio de La Asunta, en los Sud Yungas de La Paz, exporten su producto a mercados europeos a través de la empresa francesa Malongo, que les compra a “precio justo”. Hoy esa idea es una realidad acariciada por 600 familias campesinas.

Una mina de oro

De La Asunta sólo sabía que la gran mayoría de sus habitantes se sustentaban gracias a la coca. Intuía que allí encontraría muchas manifestaciones de su apasionada defensa. Así fue. En la entrada misma del pueblo hay un letrero enorme que reza algo así como: “Bienvenidos a La Asunta, cuna de la milenaria y sagrada hoja de coca”. Se entiende, la coca es la vía de sustento económico de miles de familias campesinas, pero también se sabe cuál es el destino de la coca excedentaria.

La comitiva de visitantes, compuesta por los delegados de la empresa francesa de tostadores de café Malongo y los representantes de la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), fue recibida con una zampoñada festiva y un cartel en la entrada de la Alcaldía que decía: “Bienvenue aux frères francais”, “Bienvenidos hermanos franceses”. A un costado, las banderas boliviana y francesa, al otro, la del municipio de La Asunta y la andina Whipala.

Sin duda el acto en honor de los ilustres visitantes fue cálido y con gestos de hospitalidad y reconocimiento, traducidos en un delicioso refrigerio de variadas frutas de la temporada, la mayoría no producidas localmente, y en un presente especial tallado en forma de hoja de coca. Además, coquetas guirnaldas elaboradas con hojas de coca y papel crepé, con los colores de las banderas de Francia y de Bolivia colgaban en los pechos de propios y extraños.

En su discurso el alcalde del municipio de La Asunta, Benjamín Chuquimia, agradeció a la UNODC por la donación de tres motocicletas para desplazarse a las comunidades cafetaleras y aprovechó de recordarle al Representante en Bolivia Thierry Rostan, que también había ofrecido una vagoneta y dos camionetas, para apoyo técnico, lo que provocó risas en el auditorio.

Rostan, uno de los principales artífices de este nuevo compromiso comercial que reactiva la producción de café en La Asunta y la hace participar de las grandes ligas del café internacional, les dijo a los presentes que el café es “una mina de oro” y que es el camino para la disminución de la coca excedentaria. “Queremos dinamizar las economías locales, generar empleo, soberanía alimentaria, y sobre todo ingresos dignos para que mejoren sus condiciones de vida, las de sus hijos y las de sus nietos”, reflexionó. 

En noviembre de 2020 se realizó el primer envío de un contenedor de café a Malongo. De aquí a 5 años se pretenden enviar 20 contenedores anuales, lo que significan aproximadamente 400 toneladas de café. Malongo ha expresado que podría llegar a comprar hasta 50 contenedores al año, es decir casi 1000 toneladas anuales de café, lo que representa la producción total anual actual de Bolivia. Un contenedor genera 70 mil dólares como precio básico (sin primas), por 50 contendedores podrían recibir por lo menos 3 millones 500  mil dólares.

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¡Por fin un mercado seguro!

Desde hace décadas en Bolivia, los tan mentados programas de desarrollo alternativo, impulsados por los Gobiernos con la ayuda de la cooperación internacional, se caracterizaron por estimular la producción de productos agrícolas, sin la seguridad de contar con mercados para su compra. Es así que el café, el té, la piña, el banano, el palmito y otros, principalmente en el Trópico de Cochabamba, se terminaban produciendo para abastecer únicamente el mercado interno y, desafortunadamente, descomponíendose. En el caso del café, y no debe ser diferente con otras mercancías, los compradores locales siguen pagando de 20 a 30 por ciento de lo que pagan los compradores externos.   

Esta vez, el acuerdo comercial se da en un contexto diferente. La asistencia técnica de la UNODC y el apoyo del Gobierno francés, propician una opción real y rentable para la disminución de los cultivos de coca, en un lugar calificado como el epicentro de la producción excedentaria de coca de Los Yungas, que, en 2017, fue también uno de los lugares más violentados por la erradicación forzosa, escudada en la Ley de la Coca. “Como la gente no tenía qué comer, tuvo que dejar sus casas. Los que nos quedamos hicimos el cambio al café. Yuca y cítricos imposible sacar por los malos caminos y porque te pagan una miseria” decía Mercedes Molina, productora de la comunidad de Santa Rosa de Quinuni de La Asunta.

Hoy, dos años después de las primeras visitas de los empresarios franceses, un envase de alta calidad rotulado “Bolivie, La Asunta, café pur arabica”, circula de mano en mano en el evento, provocando el asombro de los productores, cuyos ojos tienen ahora un brillo que da fé de que ese sueño es real.

“Bien bonito es el café, nos permite producir 10, 20, 50 hectáreas, depende de tu capacidad de trabajo, la coca no es igual, no permite esa expansión, porque está regulada por una política internacional” dice Rubén Corina, líder de los cafetaleros de La Asunta, agrupados en una federación o cooperativa de segundo nivel, que ha juntado a todas las comunidades del municipio. “Con el café ya no necesitaremos de la coca” escucho decir a alguien suavemente, a quien no puedo identificar, siendo testigo así del inicio de algo nuevo, que podría cambiar la vida de estas personas sometidas por tantas décadas al monocultivo de la coca.

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El comercio ético

La empresa Malongo tiene base en Niza y procesa el tostado de más de 8.000 toneladas de café al año, provenientes de diferentes continentes, en los que trabaja con productores de comunidades que cumplen con altos estándares de siembra, cosecha, despulpado, fermentación, lavado y secado hasta la exportación a los mercados de Francia, Suiza, Bélgica e Inglaterra. “El mercado está asegurado si se cumple con la calidad en todas las etapas de la producción del café, pero además, si las comunidades trabajan juntas, no hay otra manera”, dice Jean Christophe Gallan, gerente comercial de Malongo.

Malongo es en Francia la empresa líder del comercio justo, ético y solidario desde los años noventa. Al comprar café a precio justo, no sólo pretende estimular a los campesinos a producir un muy buen café, aportándoles con el “savoir faire” “saber hacer” técnico, sino para lograr su autonomía, la misma que, con el sello Fairtrade, que se otorga en este tipo de comercio, ellos puedan decidir luego como satisfacer sus necesidades sociales, como comunidad, salud, educación y otros. Esto y más puede generar el café de La Asunta, que, para el gerente general de Malongo, Jean Pierre Blanc, puede ser catalogado perfectamente como un café arábica excepcional y muy completo, que sirve, tanto para filtración como para expreso.  “C´est un café avec une belle longeur en bouche, de la puissance, des notes chocolatée au nez et un peu de fruits rouges”, “Es un café con una agradable permanencia en la boca, potencia, aroma de notas achocolatadas y un poco de frutos rojos” expresó contento.

¿Jaque mate a la reina?

Retorné a La Paz desde La Asunta con un cargamento de vivencias, información y sentimientos que fui procesando en el sinuoso y atemorizante camino por el que me llevó un taxi, en el que fuimos seis pasajeros de diversa procedencia. El vehículo, fue conducido por un joven distendido que, al son de canciones de reggaetón y cumbias villeras interminables, calzaba unas sueltas y por lo tanto intimidantes sandalias, que inevitablemente bailaban sobre el acelerador y el freno.

En medio de la tensión, presente más por la frecuente y súbita aparición de decenas de camiones y vehículos de todo tamaño en las tantas curvas, que por la capacidad de conducir del joven raeggetonero, iba lucubrando cómo escribir esta crónica, testimonio de un viaje que sirvió para confirmar que, si bien la coca sigue siendo la reina de La Asunta, ha aparecido en escena el café que, cual alfil de ajedrez, podría llevarla al borde del tablero, luego a la esquina correcta y por último ejecutar el mate de aquí a unos años.

Mi intranquila atención al camino se disputaba lugar en mis pensamientos, que transitaban entre la inquietante destreza de los pies del chofer y la gran perspectiva de que la compra justa de café se expanda a otros municipios de Los Yungas, algo que se me anticipó se quería hacer con este y otros productos, como el cacao en el Chapare cochabambino.

Cuando arribamos a la Cumbre de La Paz, me desperté advirtiendo que mi instinto de sobrevivencia optó por mi adormecimiento como mecanismo de defensa. En el trayecto no pude hablar con mis compañeros de viaje, sólo recibí un “hola tía” del pequeño de 3 años que acompañaba atrás a su madre, una guapa cholita yungueña de sonrisa fácil. El otro contacto, literal, fue sentir sobre mi hombro, la cabeza dormida del joven aymara que estaba sentado a mi lado, a quien, cuando se despertó un poco incómodo y cortado por el peso del sueño, me atreví a preguntarle “¿usted, a qué se dedica?”, a lo que escuetamente respondió: “A la coca”. Me quedé callada pero sonriente y deseando que un día se dedique al café.

Por Gabriela Orozco Ruíz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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