Hogares, empresas y escuelas: las principales brechas de género en América Latina
Bolivia es uno de los países que presenta una mayor brecha de género en estos campos.
América Latina ha registrado importantes avances en igualdad de género durante las últimas décadas, pero sigue rezagada en relación a las regiones más avanzadas. Las principales causas de esta situación se encuentran, según el informe Brechas de Género en América Latina, editado por CAF –banco de desarrollo de América Latina-, en el estancamiento de las políticas públicas de género en el ámbito laboral, familiar y educativo.
Para mejorar este escenario, el informe realiza un diagnóstico de situación detallado en estas tres esferas y analiza posibles iniciativas que contribuyan a mejorar la situación de la mujer, con especial foco en el mundo laboral. Esto, asegura la publicación, favorecería una mejor asignación de recursos humanos y potenciaría el crecimiento de la productividad en la región.
Por ejemplo, en el tema de equidad de género en educación, el informe de CAF muestra que en Bolivia, como en Guatemala y Perú, a diferencia de la gran mayoría de los países de América Latina -donde las mujeres adultas, desde la década de los 90 aumentaron sus periodos de educación de 7 a 10 años promedio- los hombres todavía superan al género femenino en la cantidad de años de educación, tanto en áreas urbanas como rurales.
De este grupo destaca la situación en las áreas rurales de Perú y Bolivia, en las cuales las mujeres en promedio tienen casi 2 años menos de educación que los hombres.
El estudio también hace un llamado a la implementación de políticas educativas orientadas a mujeres adultas o residentes en zonas rurales, y a la puesta en marcha de reformas integrales que aseguren un sistema educativo libre de sesgos de género.
En cuanto a la familia, los gobiernos de la región deberían fomentar la corresponsabilidad en el trabajo reproductivo y no remunerado, impulsar medidas para reducir el embarazo adolescente y promover iniciativas para reducir la incidencia de la pobreza en los hogares con jefatura femenina.
Por parte de las políticas laborales, el informe asegura que para combatir la segregación laboral por ocupaciones es imprescindible eliminar los obstáculos culturales, institucionales, legales y productivos que repercuten en una baja participación económica de las mujeres.
“América Latina necesita cerrar las brechas de género para lograr una igualdad sustantiva, pero también para impulsar el desarrollo económico y la productividad. Los hallazgos de este estudio evidencian la necesidad de generar amplios consensos para implementar políticas públicas que deriven en mayores niveles de autonomía económica, física y política de las mujeres latinoamericanas”, dice Julián Suárez, vicepresidente de Desarrollo Social de CAF.
El informe resume los desafíos de política en torno a tres grandes ámbitos: educación, organización familiar y mercados laborales.
Educación
El diagnóstico sobre las brechas de género en educación en América Latina se concentra en tres aspectos: acceso y participación en la educación, movilidad educativa intergeneracional y aprendizajes y elecciones de carrera. En el rango etario que suele considerarse central para el mercado de trabajo (25 a 54 años de edad), las mujeres tienen, en promedio, cerca de un trimestre más de educación formal que los hombres. Pero el avance educativo no se ha extendido a todas las mujeres por igual, y ha sido menor en las zonas rurales.
De hecho, el índice de analfabetismo de las mujeres supera al de los hombres, particularmente en las áreas rurales, donde más del 8% de las mujeres de entre 25 y 34 años declara no saber leer ni escribir.
También hay diferencias entre países, con algunos casos en los que todavía los hombres superan a las mujeres en cuanto a años de educación completados.
La dinámica de estas brechas sugiere que los condicionantes culturales y del entorno juegan un papel preponderante en su formación. Por ejemplo, si bien hay una ventaja en el desempeño en matemáticas de los varones, esta suele ser pequeña o inexistente a temprana edad y se incrementa a medida que se progresa en el sistema educativo.
De cara al futuro, los mayores desafíos se vinculan a reducir los niveles de deserción en el nivel de educación medio, atacando los factores diferenciales que explican el abandono de los estudiantes mujeres y varones.
Familia
El análisis de las brechas de género en el ámbito de la familia se centra en los patrones de conformación y organización de los hogares y su interacción con los ámbitos educativo y laboral, con énfasis en tres aspectos: la jefatura del hogar, los cambios en la conformación de los mismos y la distribución de los roles en su interior.
Casi uno de cada tres hogares latinoamericanos es liderado por una mujer. Pero esto no quiere decir que se trata de un hogar pobre, con bajo nivel educativo y sin cónyuge presente.
El empoderamiento económico de la mujer se ha traducido en un incremento en la cantidad de hogares biparentales, jóvenes y con elevado nivel educativo, que son liderados por una mujer.
No obstante, los hogares monoparentales (con hijo a cargo pero sin cónyuge presente), que suelen tener un nivel socioeconómico menor, siguen representando la mayor parte (57%) de los hogares con jefatura femenina.
Este fenómeno dual hace que sea necesario repensar la asociación entre hogar con jefatura femenina y “hogar vulnerable”, habitualmente utilizada en el ámbito de la política pública para focalizar políticas sociales.
Por otra parte, las mujeres todavía dedican una proporción de tiempo muy superior a tareas domésticas y de cuidado en comparación con los hombres, y estas brechas son más pronunciadas en presencia de niños en el hogar.
Es notable también que estos patrones no difieren demasiado por niveles socioeconómicos, a pesar de que los bienes y servicios que alivian la carga de tareas domésticas (por ejemplo, tecnología en el hogar y servicios de cuidado remunerado, etc.) son más accesibles para los hogares más ricos.
La desigual carga de responsabilidades de cuidado familiar implica que en América Latina el total de horas trabajadas (sumando las remuneradas y las no remuneradas) es mayor para las mujeres que para los hombres.
Mercados laborales
En cuanto a las brechas de género en los mercados laborales, se analiza la situación en materia de participación laboral, estructura del empleo y salarios. El salario medio de una mujer latinoamericana es, en promedio, un 11% más bajo que el de un hombre. Pero esta brecha se agranda hasta un 22% cuando se comparan trabajadores con características similares.
De cada diez trabajadores de entre 25 y 54 años de edad en América Latina, solo cuatro son mujeres. Cuando están ocupadas, trabajan un promedio de 40 horas a la semana, ocho menos que los hombres.
Dos factores particularmente relevantes para entender estas brechas en la oferta laboral son la situación familiar y la educación. Las mujeres que conviven con sus parejas, por un lado, y las que tienen menor educación formal, por otro, tienen tasas de participación laboral particularmente bajas.
En cuanto a la evolución en el tiempo, el aumento tendencial de la participación laboral femenina que se venía observando en las últimas décadas se está desacelerando.
Aunque este fenómeno podría estar explicado por una mayor disponibilidad de beneficios sociales que reducen la necesidad de buscar un empleo, particularmente entre las mujeres de menores recursos, no pueden descartarse factores sistémicos que afecten a todo el mercado laboral.
Hombres y mujeres no solo difieren en la intensidad de su participación laboral, sino que las diferencias de género se extienden al perfil del empleo.
Las mujeres tienden a desempeñarse en trabajos más flexibles (en términos, especialmente, de organización de la jornada laboral) que los hombres.
La estructura sectorial del empleo femenino en la región no ha cambiado mucho en las últimas décadas, excepto por el aumento del empleo femenino en servicios calificados y en la administración pública, a costa de una menor participación en actividades primarias e industriales.
De estos cambios puede en cierto modo inferirse, que la flexibilidad laboral opera como una estrategia para resolver el conflicto entre trabajo y vida familiar que enfrentan muchas mujeres latinoamericanas.