Al retornar de Venezuela, becaria apuesta por la educación ambiental y la investigación
Paola Cuentas estudió Gestión Ambiental en la Universidad Bolivariana de Venezuela en Maturín, del estado Monagas.
Paola Cuentas acaba de regresar de Venezuela donde obtuvo su licenciatura en Gestión Ambiental con una beca del gobierno de ese país. Ahora en Bolivia, busca trabajar en educación ambiental y en el área de investigación.
El pasado 2 de septiembre 74 becarios de la Fundación Mariscal de Ayacucho, (FundAyacucho) regresaron a Bolivia tras terminar sus estudios en Venezuela, Paola fue uno de ellos. Ella realizó sus estudios desde octubre de 2012 hasta diciembre de 2016, cuando defendió su tesis.
“La modalidad de estudio algo diferente al que tenemos acá, el primer año se trabaja en comunidad. Desde que comienzas la carrera proyectas propuesta en comunidad, que nosotros conocemos como los barrios, haces una propuesta y al segundo año la defiendes, ahí te dan el grado de técnico en evaluación ambiental, requisito para continuar la licenciatura”, explica. Los dos siguientes años ejecutó la propuesta y una vez realizado este trabajo elaboró su tesis.
Además, después del segundo año realizó pasantías en el Ministerio de Ecosocialismio y Aguas, donde realizaba salidas de trabajo de Campo. “La primera fue a la playa, nosotros no conocíamos el mar, pero fueron playas contaminadas, porque teníamos que levantar informes”, recuerda.
Ella realizó sus estudios en la Universidad Bolivariana de Venezuela en Maturín, del estado Monagas, con otros 4 estudiantes bolivianos. Confiesa que al principio fue “muy duro” para ella acostumbrarse al clima tropical, viniendo de La Paz, “pero con el tiempo una se acostumbra”. Fueron 3 estudiantes de su generación que se formaron en el tema ambiental; de los 200 que viajaron, 100 estudiaron Medicina y los demás otras asignaturas.
Inicialmente Paola recibió del gobierno un monto básico que cubría los gastos de la residencia, sus pasaje y la comida, aunque ella comía en el comedor de la Universidad, “posteriormente, debido a los problemas sociales que hubo, el Ministerio se comprometió a pagar la residencia y a darnos mensualmente un monto para la comida, no éramos muchos en Maturín, éramos sólo doce estudiantes… Nos llevaban a un centro comercial allá, lo que llaman aquí supermercado, y se compraba, un monto nos daba a cada estudiante y llenábamos el carrito”, explica.
Paola vivió con estudiantes peruanos, paraguayos, salvadoreños, haitianos, brasileños y otros que también se encontraban becados allá, con quienes pasaba las fiestas navideñas, de año nuevo, cumpleaños y con quienes compartió historias y comida típica. “Los bonito del Convenio es que cuando llegas te relaciones con varios extranjeros”, señala.
“Después de casi dos años se fueron todos, ya estaban terminando y solo quedamos 4 bolivianos”, por lo que se relacionó más con los estudiantes venezolanos, “empecé a formar una familia allá, mis compañeras me llevan en Navidad y Año Nuevo a sus casas a pasar las fiestas con sus papas, con sus hermanos”, cuenta.
Ahora que está de vuelta, ella quiere trabajar en educación ambiental, pues considera que debería ser obligatorio desde el preescolar e incluso en las instituciones públicas. Está interesada también en realizar investigación sobre especies y vegetación porque considera que éste tema no está avanzado en Bolivia, “en los proyectos grandes de La Paz, el lago Titicaca donde se pude hacer muchos estudios, el TIPNIS y las aguas del Silala”, concluye.