Porfiria vive hace 10 años en la calle por ‘culpa’ de un accidente
La mujer vive en un anaquel junto a su hija y nieta. Por un accidente de tránsito perdió la movilidad de sus piernas y no cuenta con una silla de ruedas.
Hace 10 años que doña Porfiria, de 63 años, vive en la calle junto a su única hija Dionicia y su nieta de nueve años. “Es por culpa de un accidente maldito que estoy en la calle”, dice, mientras arregla su larga cabellera gris.
La mujer permanece sentada en su quiosco de dulces, ubicado al lado de la Casa de la Cultura frente a la plaza Mayor de San Francisco. Relata que desde que ocurrió el accidente de tránsito perdió la movilidad de sus piernas y no puede movilizarse por sí misma y debe recurrir a su hija para poder trasladarse de un lugar a otro. No cuenta con una silla de rueda.
Pero, no es el único motivo que la tiene preocupada sino la falta de una hogar, ya que desde el trágico suceso tuvo que correr con sus gastos en el hospital, porque el chofer que causó el accidente no se hizo responsable y desapareció dejándola a su suerte.
“Antes teníamos un cuartito en alquiler, pero por los costos de las medicinas tuvimos que dejar todo. Ya no podíamos pagar el alquiler y ahí la dueña de casa nos quito todo y decidimos venir a vivir aquí, ¿dónde más podemos ir?, no hay plata”, asegura y muestra su anaquel de golosinas en el que sobresalen pedazos de cartón que les sirven de colchón y algunas mantas de lana que les cubre del frío por las noches.
La mujer asegura que sólo viven de la venta de los refrescos, al día logran entre 10 y 20 bolivianos. Y sí es un día bueno logran juntar 40 bolivianos, incluyendo la comercialización de cigarrillos que adquieren las personas que salen de una discoteca que hay por el lugar.
BUSCAN AYUDA
Dionicia, la hija de Porfiria, relata que decidió cuidar a su mamá porque no tiene donde ir, ya que el padre de su pequeña las abandonó. Cuenta además que desde que ocurrió el accidente se convirtió en la enfermera de su progenitora porque aun padece dolores.
“No tenemos dónde ir , ese hombre F.R.Y. primero nos dijo que nos iba a ayudar, pero averiguo que éramos mujeres solas y desapareció aunque en Tránsito dejó un papel de terreno como garantía y no sabemos nada porque no tenemos un abogado que nos apoye, ni plata para hacer un proceso y tener por los menos un lugar dónde vivir. Queremos ayuda”, asevera.
A Dionicia le preocupa más el futuro de su hija que prácticamente está creciendo en las calles y teme que aprenda malas mañas. “A veces no quiere ir ni al colegio porque la maltratan por no tener un hogar y me reclama. Me aguanto ¿qué le puedo decir? Sólo quiero que viva bien. No puedo trabajar porque mi mamá no hace nada sola y me da miedo que los ladrones la ataquen y pase algo peor”, dice.
“SALVAMOS A LA GENTE”
Por lo estrecho del espacio, Dionicia se queda toda la noche afuera del anaquel y trata de vender algunos de sus productos, pero antes se asegura de que su ‘mamita y wawita’ estén bien abrigadas. “Tengo que sacrificarme por ellas. No quiero que se enfermen. En las mañana me voy a comprar té y así sobrevivimos”, señala.
Relata también que muchas veces tuvo que defender a las personas que circulan en estado de ebriedad por las noches, ya que delincuentes que rondan por el sitio están a la espera de víctimas para asaltarlos. Armada de palos espantó a más de un avezado que se proponía cometer fechorías.
“No hay policías por aquí, en la noche puede parecer una carnicería si no fuéramos nosotras que salvamos a la gente que pasa por aquí. Ojalá la Alcaldía ponga más control y cámaras. Gracias a Dios a nosotras ya no nos hacen nada”, expresa.
No pierde el tiempo mientras habla y continúa con sus labores. Sonríe y dice que sólo le queda luchar en esta vida para conseguir un hogar para sus familiares. “A veces me lloro, pero tengo que seguir. Estamos buscando un abogado para que me oriente sobre los papeles de terreno que dejó ese chofer y así puedo recuperar algo de lo invertido”, expresa.
Dionicia, la hija única de doña Porfiria.