“Adelante, adelante,…adelante caravana, llegaremos a la sede, a la sede de Gobierno”, al ritmo de este cántico avanzan las personas con discapacidad hacia La Paz, en demanda del bono de 500 bolivianos mensuales. Mientras que los transportistas al pasar por la carreteras tocan la bocina, en señal de respaldo a los marchistas.

Hoy, al promediar las 07.00, la caravana de la esperanza partió de la localidad de Calamarca para dirigirse a Ventilla, donde pernoctarán esta noche y descansaran todo el fin de semana. El lunes, muy temprano estará en la urbe alteña  y allí se quedarán y el martes recién ingresarán a La Paz.

¡GLADIADORES VALIENTES!

A las más de 350 personas que integran la caravana nos les importa el frío, el sol, los dolores musculares, en cuanto se sientan en la silla de rueda, se agarran fuerte y lo único que quieren es continuar la caminata y llegar hacia La Paz para pedirle a Evo su ‘rentita’ porque los mil bolivianos anuales que reciben no les alcanzan para vivir, apenas logran comer bien porque sus medicinas son caras, ni que decir de los tratamientos o fisioterapia que muchos deben realizar para sobrevivir.

Durante la caminata sólo ellos saben lo qué viven, si sienten dolor, se aguantan como ´titanes de hierro`, dice riendo Juana, que es parte de la caravana, oriunda de Cochabamba. Su sonrisa es tierna, aunque le faltan algunos dientes, pero le sobra coraje. Ella nació hace 35 años y un accidente de tránsito la dejó postrada en silla de ruedas hace 10 años. Sus ojos vivaces observan a sus compañeros de lucha y les grita “esperen pues compañeros, les estamos ganando a los de atrás, ellos están con muletas”, dice.

Juana va en la cabecera de la caravana y para alentar a sus compañeros que se ubican en la parte de atrás les expresa: “hermanos ya estamos cerca de la meta, falta poco, pongan ganas y fuerza”.

Los aludidos sonríen e intentan correr y de repente uno se tropieza y cae al suelo, todos se asustan y lo ayudan a ponerse de pie. Estas escenas se repiten a diario, porque estas personas vienen arrastrando sus muletas, otros cojeando, cansados, sudorosos, hambrientos y sedientos y aún así continúan e intentan coordinar el paso con sus compañeros que se trasladan en sillas de rueda. Ellos siguen la marcha a pie, unos porque no tienen el suficiente dinero para adquirir una silla de rueda y otros porque aún pueden mantenerse de pie, pero con ayuda.

No les importan las ampollas en sus pies, los dolores en las axilas que dejan las muletas de tanto recorrer kilómetros día tras día, desde que partieron de Cochabamba desde hace más de 30 días soportando las inclemencias del tiempo y el desprecio de algunas personas, que  dicen apoyar al proceso de cambio.

MARCHAN AL COMPÁS DE BOCINAZOS

Los transportistas que pasan por la carretera saludan a los marchistas al compás de bocinazos y gritos de fortaleza, a lo que las personas con discapacidad responden alzando las banderas, de cada departamento de Bolivia, que flamean por la fuerza del viento y agradecen el gesto de los choferes con una gran sonrisa.

Pero no sólo son bocinazos, porque algunos choferes solidarios depositan monedas en algunas alcancías que se habilitaron para recolectar recursos económicos que  destinan a la compra de medicamentos, agua y pañales.

“El Gobierno dice que nos financian organizaciones internacionales, políticos de la oposición , pero es mentira ‘usted ha visto’, (en referencia a la periodista de oxígeno.bo), nuestra marcha tiene el apoyo de los choferes que no regalan monedas y personas solidarias nos traen agua, leche y comida, ellos son los que financian la caravana y no lo que quieren politizar esta movilización”, expresa, Jorge Flores, dirigente de las personas con discapacidad de La Paz.

INDEFERENCIA DEL GOBIERNO

A pesar de que el Gobierno intentó negociar con el sector con base en proyectos sociales y rechazando el bono de 500 bolivianos, no logró convencer a las personas con discapacidad para que desistan de la marcha, a pesar de ser un sector vulnerable que causa sensibilidad entre la población porque, hay que resaltar que en la caravana hay menores de edad e incluso lactantes que tienen que soportar el frío, hambre y falta de cobijo que los exponen a sufrir problemas de salud.

Algunas personas que ven pasar a la marcha cerca de su localidad dicen sentir dolor e impotencia porque no saben cómo ayudarlos y piden clemencia al Gobierno para que atienda el sector y se solucione el conflicto.