Pamela Pomacahua
11/08/2014 - 10:45

Medio siglo de la pantera rosa

Se cumplen 50 años del estreno en EE UU del filme de Edwards con Peter Sellers como Clouseau

(Foto: El País)

La Paz, 11 de agosto (El País).- La Pantera Rosa pudo haber sido una comedia sin mucha gracia de Blake Edwards, con David Niven como ladrón de guante blanco y, de secundarios, Peter Ustinov como un atolondrado inspector de policía y Ava Gardner encarnando a la mujer del investigador. Tuvo cierto éxito, y David Niven la usó, visto que la taquilla respaldaba su carrera, para resucitar el personaje del hombre delgado, un clásico de la literatura y el cine detectivesco.

Podía haber sido así, y hubiera resultado otra película más de los años sesenta. Pero la historia del cine, más que el resto de las bellas artes, está sujeta a múltiples detalles que varían radicalmente el resultado, y La Pantera Rosa, por mor de esos cambios, devino en obra cumbre de la comedia, en el inicio de una fructífera serie de colaboraciones entre Blake Edwards y Peter Sellers, quien sustituyó a Ustinov a última hora, dos tipos que llegaron a odiarse de forma profunda, aunque supieran que se necesitaban mutuamente para hacer reír con clase, talento e inteligencia al público.

Este año se celebra en Estados Unidos el 50º aniversario del estreno —en marzo de 1964, aunque a parte de Europa, incluida España, llegó meses antes, en 1963— de la primera película, la génesis de una saga que ha fructificado en cine y en varias series de dibujos animados. Que ha logrado un Oscar al mejor corto de animación, que convirtió en millonarios a Edwards y a Sellers, que incluso llegó a lograr el milagro de estrenar uno de sus episodios —Tras la pista de la Pantera Rosa— con su actor principal muerto. La Pantera Rosa es también la plasmación de dos talentos —uno delante de la cámara, otro tras ella— gigantescos, y no muy apreciados por las personas que les rodeaban, especialmente Sellers, un enorme actor que no sabía qué hacer cuando no filmaba y que convertía los rodajes en un infierno. Compañeros de profesión le calificaban como Hitler, y Billy Wilder, quien ya sabía qué era lidiar en una filmación con un desastre andante como Marilyn Monroe, también le dedicó unas bonitas palabras: “Sólo hubo una Marilyn y, maldición, sólo ha habido un Peter Sellers”. Tampoco Edwards se quedaba atrás, y su mote, Blackie (“negrito”), no hacía tanto referencia a su nombre como a su estado habitual de ánimo.

Al guionista Maurice Richlin le cabe el honor de ser el padre de la idea. Richlin y Edwards habían trabajado juntos en Operación Pacífico y fue él quien le propuso al director desarrollar un guion sobre “un inspector francés de policía, un tipo obsesionado con atrapar a un famoso ladrón de joyas [que ha robado el diamante que bautiza el filme]… y un tipo que no sabe que su propia esposa se está acostando con el criminal”. En A splurch in the kisser, la biografía del cineasta escrita por Sam Wasson, el productor Walter Mirisch recuerda: “En nuestra productora [Mirisch Company], nuestra filosofía era crear una familia. Y sentíamos que Blake Edwards seguía la senda espiritual de Wilder”. Así que cuando fue con esa sinopsis el director de Vacaciones sin novia, Desayuno con diamantes, Días de vino y rosas y Chantaje contra una mujer, la empresa, conocida por dar autonomía creativa a sus directores, puso en marcha la película. Al fin y al cabo, con David Niven, Ava Gardner y Peter Ustinov en el reparto, parecía que la apuesta iba sobre seguro.

 

 

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