No hubo milagro en el Olímpico romano y el Liverpool clasifica a su octava final de Champions
El Liverpool hizo valer la diferencuia que sacó en Anfield y vuelve a una final de Champions después de 11 años. Los de Klopp buscarán alzar la Orejona el próximo 26 de mayo ante el Madrid.
Al final no hubo milagro en el Olímpico de Roma, aunque estuvo más cerca que nunca. Los de la capital italiana se quedaron a un gol de forzar el alargue, lo que agrandaría su ya legendaria gesta deportiva que inició hace dos semanas, cuando eliminó al Barcelona con una goleada impensada para muchos (3-0).
Los de la Roma había perdido por 5 goles a 2 en Anfield y hoy volvieron a demostrar que lo que le falta en nombres lo compensan con coraje y corazón. De hecho, les faltó tiempo. Su cuarto gol llegó en el tercer minuto de adición de la etapa complementaria y, seguramente, los errores que cometieron en defensa serán motivo de un lamento prolongado, pero que no opacará su histórico rendimiento en la Champions.
Así como tampoco quedará opacado el merecimiento que tiene el Liverpool para llegar a la final de Kiev. Un equipo al que pocos apostaban a principìos de la temporada pero que hoy brilla con luz propia, más allá de lo que pase el 26 de mayo.
Los Reds eran como un gigante dormido. Tras una serie de éxitos, desde el 2006 que no lograba volverse a situar entre los grandes europeos y, de hecho, fue el gran ausente en las últimas ediciones de la Champions.
Hoy de la mano de su delantero estrella, Salah, y un técnico acostumbrado a las grandes proezas – Jorgen Klup- vuelve a disputar el partido decisivo por la Orejona tras una década de más fracasos que logros importantes.
No será nada fácil. Al frente tendrá, quizás, al rival más grande que podía ofrecer la historia. El vigente bicampeón, el que más veces levantó el trofeo más codiciado por los clubes europeos será el último escollo que el Liverpool tendrá que superar para volver a un sitial que perdió hace tiempo.
Claro, para hacerlo tendrá que mejorar y mucho, sobre todo en la defensa. Es bien sabido que el talón de Aquiles de los de Anfield está en su zona defensiva y hoy lo volvió a demostrar.
No es ‘normal’ recibir cuatro goles en una semifinal de esta envergadura, pero hoy la Roma demostró que cuando se quiere el equipo de Klopp es vulnerable aunque, claro, lo compensa con un ataque demoledor.
De hecho, fue gracias a su poder ofensivo que logró ponerse en ventaja en el Olímpico, pese a estar manitado por el ímpetu romano. Un veloz contragolpe encabezado por Firmino acabó con el gol de Sadio Mané (9′).
Seis minutos después un autogol tan torpe como insólito le dio el empate a la Roma, luego de que un deficiente rechazo de Lovren rebotara en Milner y batiera al dubitativo golero Karius (15′).
Un Liverpool que no se escondió en la primera parte encontró el 1-2 con la cabeza del holandés Georginio Wijnaldum (26′), para encaminar su pase a la final. Tanto el resultado global como el trámite del juego hacían de una remontada una completa odisea, de esas que la Roma ya había saboreado ante el Barcelona.
Su figura, Edin Dzeko, empezó a trazar el camino en busca de lo que, a priori, era una verdera quimera. El bosnio encontró el empate a los 52 para que la Roma, nuevamente, se ponga a tres goles del alargue.
El Liverpool sufrió, y mucho, el segundo tiempo. No encontró las vías para atacar y encomendó el peso del partido a su lado más flaco.
Párrafo aparte para el penal no cobrado a favor de la Roma, por mano de Alexander-Arnold (62′). El juez esloveno Damir Skomina hizo vista gorda, al igual que el turco Cakir en el Santiago Bernabéu.
Ya en la parte final, dos goles del belga Radja Nainggolan (86′ y 90’+4′, de penal) hicieron más estrecho el marcador global, pero ya no había tiempo. El árbitro finalizó el partido casi inmediatamente después del cuarto gol romano y los Reds- hoy vestidos de blanco- empezaron el festejo.
La final será el 26 de mayo en Kiev entre dos grandes del fútbol europeo con realidades distintas. El Madrid se ha convertido en un león indomable cuando de la Champions se trata; en cambio, el Liverpool es un gigante que buscará despertar de una vez por todas y que mejor que hacerlo frente al más ganador de todos los tiempos.