Blog de Mery Vaca

La Patria de todos

La Patria es el amor

Es la dicha es el amor

Por ella el pecho suspira

Por ella el alma se inquieta 

Esa es la Patria que suena en los actos oficiales. Esa es la Patria de Juan Enrique Jurado. Pero, no todos calzan en esa patria de verso. Hay una Patria arrinconada, una Patria asfixiada, una Patria que piensa diferente y que, no por eso, en el discurso oficial, ha dejado de ser Patria.

La Patria es diversa, pero las ideas diversas están proscritas.

La Patria sabe a locoto picante, pero Amalia, la periodista más picante de Bolivia, nos deja sin su sazón.

La Patria es ancha como el salar de Uyuni; pero es ajena para los disidentes.

La Patria es transparente como el lago Titicaca, pero muchos compatriotas siguen siendo invisibles.

La Patria es colla, camba y chapaca; pero no para todos los collas, ni para todos los cambas, ni para todos los chapacos.

La Patria es indígena y es mestiza, pero muchos indígenas y más mestizos no calzan en la Patria de Juan Enrique Jurado.

La Patria, en números, es más urbana que rural, pero el discurso oficial destaca más a la rural que  a la urbana.

La Patria es ahora menos pobre, pero no por eso sus gobernantes son más tolerantes.

La Patria es el rojo de la sangre de los héroes, esos que lucharon por todos, no por los gobernantes de turno y sus acólitos.

La Patria es el amarillo del oro y de los recursos naturales, donde reside la bonanza de Bolivia, una bonanza que amenaza con acabarse y que todavía no llega a Potosí.

La Patria es el verde de los bosques, esos bosques que se depredan a diario.

La Patria es una,  pero en cada discurso oficial discurren dos patrias.

Patria es el lugar donde nací y donde elegí vivir, por eso quiero una sola Patria.

 

Tábano
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Las respuestas de las misses

Imagine usted que tiene 19 ó 20 años, que centenares de personas están pendientes de lo que diga, que una decena de jueces implacables evaluarán cada una de sus palabras, que al menos media docena de cámaras estarán llevando sus respuestas al aire en vivo y directo para miles de televidentes. Y, a todo eso, agréguele que en las últimas semanas se ha alimentado de piña para mantener la línea, imagine que no ha dormido las tres últimas noches porque no pudo controlar el estrés, y también piense que está vistiendo tacones de 20 centímetros, un vestido tan angosto que no le deja caminar libremente y que lleva en la cara un maquillaje que oculta su mejor sonrisa. Piense además que tiene que competir y ser la mejor en medio de otras 20 chicas que están en las mismas circunstancias. Con todos esos factores en contra, intente articular una respuesta coherente sobre amor, relaciones humanas, sexualidad, política internacional o medio ambiente. Y, como es casi seguro que  no lo logrará, sométase ahora al escrutinio del peor de los jurados: el público.

Eso mismo está pasando con las jóvenes que el último fin de semana concursaron por la corona de Miss Bolivia y que ahora son el hazmerreír de bolivianos y extranjeros, porque el asunto llegó a la televisión mundial.

Ya estaría bueno que dejemos a un lado la crítica fácil y que intentemos colocarnos en los zapatos con tacones de 20 centímetros que ellas lucen para destacar.

Los concursos de belleza no deberían existir porque denigran a la mujer y la exponen, en una especie de subasta, a los ojos de hombres que quisieran tenerlas en su cama y de mujeres que tienen listos venenosos comentarios para destrozarlas a su paso por la infame pasarela que, para colmo de males, está diseñada con gradas, muchas gradas.

Pero, este texto ni ningún movimiento feminista hará que Gloria Limpias o Donald Trump abandonen su negocio. Por lo tanto, tendremos que convivir con los concursos de belleza. Como es una realidad contra la que no podemos luchar, al menos podríamos pedir que se elimine el sector de las preguntas porque asistimos a un concurso de belleza y no a unas olimpiadas de inteligencia o de oratoria.

Tábano
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