Nuestras capacidades políticas
No pasará nada interesante en este proceso de aprendizaje si a nuestro estudiante de inicial le presentamos textos y discursos. Esos procesos tienen que ser vivenciales, concretos. Eso será la maravilla de la didáctica.
El modelo de desarrollo actual genera oportunidades de conocimiento que, dadas las condiciones educativas vigentes, pueden ser mejor entendidas como oportunidades de acceso a información. Esta condición, que vista por sí sola puede considerarse positiva, se constituye en un factor negativo para nuestro desarrollo en términos de plenitud, toda vez que acontece es desmedro de oportunidades para el desarrollo de nuestras otras capacidades.
Otro factor necesario de reflexionarse, es que en general, nuestras sociedades y sobre todo nuestros estados al momento de planear y ejecutar las políticas de desarrollo, tienden a considerarse los indicadores de acceso y manejo de información, como indicadores de desarrollo total. Tal vez por ello abundan tantos talleres y la realidad cambia muy poco.
Otro aspecto que ya he mencionado en notas anteriores, es que en términos de lo que vivimos como desarrollo, existe una sobrevaloración de nuestra existencia física en perjuicio de nuestra existencia psico-social, tal vez porque, y haciendo crítica de lo planteado en párrafos precedentes, pese a nuestros notables avances en términos de desarrollo intelectual, aún actuamos como si el cuerpo fuera de esta tierra y el alma para los dioses, pegados a esa dicotomía superada en los textos y tercamente permanentes en los actos.
Pese a que resulta obvio y tal vez justamente por ello, declaro que no pretendo poner siquiera en cuestionamiento, la relevancia que tiene el acceso a información para la preservación de nuestra humanidad. Pero al mismo tiempo quiero recordar que esta misma oportunidad la viene poniendo en riesgo, porque una cosa es manejar información y otra administrar el conocimiento con responsabilidad. Claro que es vital preservar nuestra existencia física. Nadie quiere morirse de hambre, de enfermedad, catástrofe natural, guerra o de terrorismo. Tampoco debiéramos morirnos de pena, de soledad, de traición, de abandono, de puertas que se cierran en las narices o de susto. Eso como recordatorio que la depresión y el stress, cuerpos cansados de luchar por sus vidas afectivas, sociales y emocionales, está haciendo estragos en el viejo mundo y en el nuevo mundo. Acceda a información con esta perspectiva. No van a faltar los ejemplos catastróficos.
El desarrollo de toda capacidad requiere oportunidad de entrenamiento y de práctica que puede convertirse en aprendizaje y en desarrollo cuando le significa algo a la preservación de la existencia de la entidad bio-psico-social que somos, tanto cuando ésta acontece en relación a nuestra dimensión particular, el individuo, como en nuestras diversas realidades sociales: nuestros grupos, comunidades, estados y mundo.
La palabra mencionada en el párrafo precedente y que lleva múltiples guiones, hace rato que se la puede encontrar en textos, polémicas, discursos e incluso en leyes, sin que esta su existencia textual implique el logro efectivo de operar con ellas como si fueran el todo que en realidad son. Si bien el cuerpo disfruta y sufre a plenitud, esta plenitud no es percibida como tal.
Por eso cuando se habla de seguridad, se habla de policías y ladrones, y no de climas de seguridad que atraviesen nuestros distintos espacios y momentos de desarrollo. Por ello hemos aprendido a percibir como violencia un golpe en el cuerpo físico, que resulta ser un efecto largamente producido y no hemos aprendido a percibir como violencia transitar varias veces cada día en vehículos que se desarman, que cortan, que duelen, en los que nos gritan, gritamos mientras deambulamos por cualquiera de los caminos de nuestra tierra. No lo hemos aprendido, siendo que esta vivencia es constante y constituyente de la violencia que terminará en la patada al perro, el sopapo al hijo, la trifulca en la pareja, el abandono del anciano, la etiqueta de discapacitado, etc.... dejando mal parado o con los pies delante a quien con mayor vulnerabilidad participe en este proceso de relacionamiento violento.
Como también hemos aprendido a reducir la realidad en términos de causa y efecto, debo también aclarar que no estoy diciendo que el estado del transporte sea el causante de la violencia. Es uno de los ríos que desembocan y hacen el océano.
Tenemos otras capacidades cuyo desarrollo es tan relevante como el acceso a información. Aprender a pensar por ejemplo, que no es lo mismo que acceder a información. O aprender a valorar las diferentes formas de pensar con que operamos los seres humanos en la realidad, sin remitirnos a la escalera que hemos aprendido: forma de pensar superior, forma de pensar inferior… O aprender a relacionarnos con los otros, no solamente otra gente, sino gente diferente a nosotros. O con nosotros mismos. Hemos aprendido también a darle la espalda a nuestro espejo, tanto miedo nos tenemos. Y a ocultar y tener asco y vergüenza de muchas partes nuestras.
Nuestro listado de capacidades puede ser extenso, recién lo estamos construyendo. Tan soberbios que estábamos con el pensar, con la ciencia y la tecnología, recién ahora, algunas y algunos, logramos percibir que esos no eran logros totales, también nos han metido en varios líos. No por lo que sea en sí el intelecto, o la ciencia o la tecnología, sino porque parece que necesitamos también cultivar otras capacidades para administrar con alguna responsabilidad y algo de cariño por nosotras mismas y nosotros mismos el poder que nos puede conferir una cabeza tan grande.
Efectivamente, ese centramiento racional nos ha mutilado ese cuerpo bio-psico-social, no lo percibimos completo, no le damos valor equitativo y de tal, muchas de sus dimensiones y componentes han desarrollado como quien dice “a la que te”, por azar, regándose se acaso llovía, secándose si el sol aparece inclemente. O Por ensayo y error: “Esto funciona y procedo igual”. Cuando lo que ocurre es que esto funcionó entonces para él y en sus circunstancias específicas. Siendo yo, mi tiempo y circunstancias diferentes: error... En un solo ensayo pedagógico como ese, se te pueden ir como media cinco años de la vida.
Lo que conocemos como academia, la enseñanza en sus diferentes formas y niveles, es, en los hechos sólo un dispositivo para circular alguna información. Lo que se nos presenta como contenido y procedimiento no constituye un proceso de entrenamiento ni siquiera para el pensar. En la vida y en la escuela aprendemos muchas cosas, entrenamos muchas capacidades, eso es innegable. Pero, Ay! la mayor parte de ellas sin intención educativa y mucho menos planificación. Y en ese contexto, muy difícil evaluar aquello que para la academia existe solamente en los párrafos de objetivos y metas. Este entrenamiento ocurre las más de las veces en sentido contrario al discurso educativo. Así, el discurso académico promete escolares o profesionales críticos y el proceso educativo de hecho sanciona la crítica. O enseñamos democracia y entrenamos aparato o apatía. O siendo un estado democrático tenemos espacios, muchas escuelas y familias entre ellos, que siguen siendo imperios.
¿Y cuáles son las oportunidades que tienen nuestras capacidades políticas de entrenarse? Digo, antes del voto, antes del partido, antes de la candidatura. Digo, como colectivo, como sociedad, como individuo, porque dos de los anteriores eran ejemplos particulares, ahí está el azar.
¿Qué oportunidades de entrenamiento tienen nuestras potencialidades de decisión, de constitución y administración de poder? ¿Es un buen entrenamiento iniciar por lo complejo? Votar por ejemplo, sin entrenamiento político previo, lo veo como lanzarse a una piscina sin agua habiendo conocido del agua la pila y la ducha. Tal vez por eso las y los jóvenes son botines políticos. Tal vez el conservadurismo lo haga a propósito y desde sus diferentes colores.
¿Es el adoctrinamiento un proceso saludable de entrenamiento de las capacidades políticas? ¿Cuál es la posibilidad de elección o de decisión cuando se ha formado a alguien en una “verdad verdadera única”? Muchos de los procesos de formación partidaria y religiosa de nuestro contexto constituyen procesos de coacción y acondicionamiento. A veces alrededor de conveniencias nomás, aunque los discursos pregonen otras cosas. Por eso nos encontramos con bastante frecuencia partidarios que siguen creyendo que es el sol el que gira alrededor de la tierra. Pobre Galileo.
El entrenamiento de nuestras capacidades políticas debiera empezar desde la cuna. Tal vez informando al estudiante que esa su familia es una organización social en la que hay funciones, lugares y responsabilidades. Que esa organización responde a leyes. Y que puede modificarse, pasa, no es la catástrofe si no la hacemos catástrofe, sin que esto implique, en el caso de los progenitores, deslinde de responsabilidades y/o afectos. Que nadie es propietario de nadie, así sea quienes te trajeron al mundo. Así, en lo que construye el mundo, los conceptos, los colores, vaya construyendo este niño o esta niña, también el Estado, en concreto. Tal vez así lo entiende y logra operar con él, mejor que nosotros
Claro, para ello, habría que enseñar algo como eso primero a las familias, porque muchas de ellas lo ignoran. Y así, en lo que va entrenando su lugar en el mundo, su posibilidad de decisión y acción, tendría oportunidad de entrenar su responsabilidad. Porque sí que sería raro que de un contexto irresponsable, emergiera un sujeto con desarrollo óptimo de la responsabilidad. Aunque le llamen resiliencia.
Entrenarle la decisión por ejemplo. No imponerle tooooda nuestra cultura adulta. Si para este estudiante es rica la papa con coca cola, darle crédito, probarla. Verificar antes de sancionar que esa combinación es tan dañina como nosotros creemos. Iniciar con decisiones simples, administrando procesualmente su capacidad, construyendo la autonomía, dejando que algunas de sus decisiones formen parte de nuestras acciones. Si nuestras primeras decisiones independientes las hacemos sin haber construido autonomía, ahí vienen los embarazos imprevistos, las carreras que no nos corresponden, las parejas que mejor para otros, los candidatos fraudulentos, la seducción de lo aparente.
No pasará nada interesante en este proceso de aprendizaje si a nuestro estudiante de inicial le presentamos textos y discursos. Esos procesos tienen que ser vivenciales, concretos. Eso será la maravilla de la didáctica.
Dice que para no caer en las componendas que cayeron partidos y candidatos muy criticados y por ello bien pateados, o ya sea demandándonos a los votantes crear condiciones que garanticen gobernabilidad, entendiendo por gobernabilidad hacer lo que uno de los actores quiere hacer, me parece, partidos, candidatas y candidatos nos ha pedido que nuestro voto genere mayoría en los legislativos y los ejecutivos que elijamos. Así ha pasado en algunos casos y en otros no.
También el poder hay que aprender a administrarlo desde la cuna y de manera gradual, desde lo simple a lo complejo y en cada uno de sus diferentes ámbitos. Mi percepción es que estamos en una etapa inicial de desarrollo de nuestra toma de decisiones y de administración del poder. Por ello me he resistido a escribir durante el proceso eleccionario. Porque nada hubiera cambiado de lo que ha ocurrido, actuamos con lo que somos, no con lo que leemos. Pero fundamentalmente, porque, como proceso de aprendizaje intencional, quiero invitarles a observar y constatar la calidad de nuestro poder de elegir, de ser elegido y la calidad de desarrollo de la capacidad de administración del poder que les hemos otorgado a nuestras y nuestros elegidos. Veamos qué elegimos y si nuestros representantes logran asumirse solamente como tales y operar algo saludable para nosotros, el soberano. Un soberano diverso por donde se lo vea, que demanda no ser negado en ninguna de sus diversidades. Tomemos el tiempo hasta las próximas elecciones como una oportunidad de evaluación y entrenamiento. En ese sentido, 5 años es un montón de tiempo.