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Boris Miranda
03/02/2015 - 14:01

Las trasnacionales del secuestro en Bolivia

La desaparición de los grandes cárteles en Sudamérica ha generado que proliferen organizaciones pequeñas especializadas en varios rubros. Desde el secuestro hasta la extorsión, pasando por los ajustes de cuentas, los volteos de mercancía o los asaltos en casas residenciales. Varios de ellos son grupos irregulares que se conforman por temporadas. Eso hace mucho más difícil a los servicios de inteligencia y de la Policía identificarlos y hacerles seguimiento.  Las autoridades colombianas, por ejemplo, no sabían nada de los ciudadanos de su país que se vieron involucrados en los secuestros de 2012 y 2013.

El 22 de mayo de 2012, Gavilán reveló su paradero en una página de Facebook de hinchas del club que apoya. La fanpage de seguidores del Atlético Nacional de Medellín preguntaba por la ubicación de los “verdolagas” y el colombiano no tuvo mayor reparo en escribir “Bolivia”.

Cinco meses después participaría del primero de tres secuestros por los que ahora es procesado junto a una banda de más de 10 miembros bolivianos y colombianos, varios de ellos también detenidos en estos momentos. La última persona en caer por estos delitos fue presentada hace unos días en Santa Cruz, se trata de alias “La doctora”, quien habría sido la responsable de los cobros y distribuir el botín entre Bolivia y Colombia.

El perfil de Facebook de Gavilán revela que realizaba viajes entre ambos países de manera continua y que comenzó a visitar Santa Cruz por lo menos desde 2010. Después de que la banda de secuestradores fue desmontada en septiembre de 2013, retornó a la ciudad de Villavicencio, en la provincia colombiana del Meta, de donde él proviene. Allí fue detenido por la policía colombiana en febrero de 2014 a pedido de las autoridades bolivianas, pues allá no tiene antecedente alguno en su contra. El 4 de agosto de 2014, mediante auto supremo, el Tribunal de Justicia en Sucre emite el exhorto para que la Cancillería solicite la extradición del presunto secuestrador.

La migración

Es justo desde la región de donde proviene Gavilán que se registró el primer movimiento inusual de personas vinculadas al crimen organizado hacia Santa Cruz de la Sierra. Un reporte de inteligencia de Colombia de 2007, revelado por el equipo de investigación de El País de Cali, señalaba que en ese año se registró un inusual gran movimiento de pobladores del Meta y Casanare hacia territorio boliviano.

De la misma forma en la que llega Gavilán, ingresan al país miembros de las Autodefensas Campesinas Casanare y también la banda criminal Los Urabeños. El objetivo principal era consolidar una ruta para llevar cocaína a Brasil, Argentina, África y Europa, el gran mercado al que apuntan los colombianos desde que los mexicanos los desplazaron del control de las líneas de distribución en Estados Unidos.

El movimiento de fichas fue grande, en especial desde el bloque de las autodefensas que decidió incursionar del todo en el narcotráfico intercontinental en lugar del paramilitarismo. Sin embargo, golpes a la organización en Colombia, Bolivia y Venezuela afectaron a la organización y dejaron en el limbo a varios de los hombres ya instalados en las costas caribeñas, llanuras cruceñas y en Santa Cruz de la Sierra. Detuvieron a los principales líderes y se destruyeron varios laboratorios.

Los capos narcos que cayeron en el país fueron seguidos desde el restaurante "La casa del camba" en el Urubó hasta un negocio de lavado de autos. Se informó que hasta ese momento, los colombianos ya contaban con veinte vehículos de lujo y al menos siete propiedades en la ciudad para rotar de residencia de manera frecuente.

Cuando caen las cabezas el negocio no se detiene, sólo se resiente. La producción de cocaína no paró ni cuando mataron a Pablo Escobar, sólo ingreso en condición de disputa. El clorhidrato que se refina en las llanuras cruceñas atravesó por el mismo fenómeno. La disputa entre Los Urabeños con las Autodefensas, entre otras bandas menores, llegó hasta territorio nacional. Desde entonces se vive en Santa Cruz de la Sierra, Yapacaní, San Germán o Nuevo Horizonte.

Con los jefes a poco de ser extraditados y con varios laboratorios de cristalización de cocaína desmantelados, quedaba mucho personal en situación de incertidumbre. Sicarios, guardaespaldas, choferes, cocineros, empleados y demás “proletarios del narco” tenían futuro incierto en Santa Cruz. Los golpes a la organización de Casanare sucedieron entre 2010 y 2012. Pocos meses después comenzarían los secuestros del grupo que integraban Gavilán y la boliviana alias “La doctora”.

Es muy probable que buena parte del personal se reacomodó con los que tomaron las riendas de la producción y otro tanto retornó a Colombia. Sin embargo, los reportes y la evidencia señalan que una parte también se quedó en Santa Cruz para emprender actividades por cuenta propia o accesorias al gran negocio de la cocaína. Dentro del mundo del crimen organizado, las especialidades van mucho más allá de la habilidad en las cocinas donde se prepara la mercancía. El sicariato, el seguimiento a objetivos clave, la extorsión, el lavado de dinero, el tráfico de armas, el robo de autos y los secuestros son “artes” muy bien trabajadas en organizaciones criminales.

Este último rubro es uno de los favoritos para obtener sumas de dinero importantes en plazos cortos. Se dice que en los tres secuestros de la banda desarticulada en 2013 se recaudó un millón y medio de dólares. Una buena suma si se considera que los implicados están muy lejos de ser capos de la droga o controlar algún laboratorio o nicho de mercado. Los colombianos no tenían antecedente alguno en su país, por lo que se puede presumir que eran parte de rangos medios o bajos de alguna organización criminal pequeña.

El peligro

Lejos de ser una buena noticia, el hecho de que una banda de criminales de esas características haya generado tres operativos exitosos antes de ser desmantelada es una alerta mayor. El video divulgado por el ministerio de Gobierno hace año y medio muestra que estos grupos no necesitan muchos segundos para consumar un secuestro. Los informes revelan que no hacen falta más de dos o tres semanas de seguimiento para contar con todos los datos necesarios de la víctima: domicilio, lugar de trabajo, autos que usa, seguridad, rutas frecuentes, nexos, familiares, etc.

La desaparición de los grandes cárteles en Sudamérica ha generado que proliferen organizaciones pequeñas especializadas en varios rubros. Desde el secuestro hasta la extorsión, pasando por los ajustes de cuentas, los volteos de mercancía o los asaltos en casas residenciales. Varios de ellos son grupos irregulares que se conforman por temporadas. Eso hace mucho más difícil a los servicios de inteligencia y de la Policía identificarlos y hacerles seguimiento.  Las autoridades colombianas, por ejemplo, no sabían nada de los ciudadanos de su país que se vieron involucrados en los secuestros de 2012 y 2013.

Un reporte publicado por La Razón el fin de semana revela que estos grupos están instalados en diversos puntos. Al igual que el “combo” de Gavilán, que se movía entre Colombia y Santa Cruz, hay otras organizaciones más pequeñas que están radicadas en Puno o en La Paz. Los servicios que ofrecen, a través de páginas web y Facebook, va desde asesinatos, desapariciones, cobro de deudas o secuestros. Los delincuentes que se “promocionan” en estos portales son peruanos y bolivianos.

Hace menos de 10 años, en España se aplicaba este modelo de manera exitosa. Los integrantes de la organización se encontraban atomizados en distintas poblaciones hasta el momento en el que tenían que operar. Mientras tanto todo el trabajo estaba segmentado. Todos tenían su tarea particular.

A Bolivia, y a toda la región, le va a resultar muy difícil combatir esta clase de organizaciones por las características que poseen. Son las consecuencias del fracaso de la guerra contra las drogas que se nos impuso. Ellos responderán al fuego con más fuego. Abrir nuevas fronteras, nuevos mercados y nuevos rubros es su respuesta a la criminalización que se ensaña con los eslabones de abajo y no llega casi nunca a la punta de la cadena.

En estas condiciones, ellos se seguirán organizando desde las cárceles, mercados de abasto y barrios marginales. El know how lo heredaron de la época de los grandes cárteles, guerrillas y paramilitarismo. Ahora triangulan tareas desde más de un país en una dinámica silenciosa casi imperceptible para los organismos de seguridad. En estas condiciones, el secuestro siempre será una posibilidad lucrativa para ellos y un peligro constante para todos. 

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