Tierra Lejana
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Hernan Maldonado
12/01/2015 - 09:30

Consecuencias de la demagogia

Jamás un país, en ninguna parte del mundo, fue gobernada con la demagogia que marcó a su gobierno el finado Hugo Chávez Frías y las consecuencias las está pagando amargamente hoy día la atribulada Venezuela. La situación es realmente grave.

Jamás un país, en ninguna parte del mundo, fue gobernada con la demagogia que marcó a su gobierno el finado Hugo Chávez Frías y las consecuencias las está pagando amargamente hoy día la atribulada Venezuela. La situación es realmente grave.

El rico país petrolero era hasta 1999 el cuarto productor mundial y su vaca de los huevos de oro era la estatal PDVSA que producía unos 3.100.000 barriles de petróleo por día con apenas 40.000 trabajadores. No era un país agrícola o ganadero, pero se autoabastecía de café, plátano, carne, leche, huevos. No había escasez de medicinas ni repuestos.

En Guayana, en manos de inversionistas extranjeros, se producía acero y aluminio de primera para la exportación. El cemento, a cargo de una multinacional mexicana, abastecía inclusive el mercado del Caribe. Nunca había escasez de agua o electricidad.

Chávez, demagogo-populista, destruyó todo eso. ¡Exprópiese, Exprópiese! era la orden que gritaba en sus inacabables cadenas de radio y televisión que por casi 12 años mantuvieron encandiladas a las clases empobrecidas del país, que no se daban cuenta que estaban siendo convertidas en mendicantes. El jarabe de lengua era poderoso soporífero.

En esos 12 años el barril de crudo pasó de $12 hasta $146, en algún momento, lo que disimuló la destrucción del aparato productivo del país, porque la satrapía empezó a importar de todo, favoreciendo a industriales de Argentina, Brasil, Uruguay, Nicaragua, República Dominicana y Colombia, principalmente.

Las mayorías venezolanas pasaron a ser esclavas del voto con dádivas de diverso tipo, misiones, becas, subsidios, tarjetas de alimentos, bonos. La burocracia estatal de 950.000 empleados pasó a 2.5 millones. PDVSA triplicó su plantilla. Ocurrió lo mismo en las expropiadas industrias básicas de Guyana. Hoy se importa cabillas y cemento y el aluminio se produce a pérdida. Y aunque Ud. no lo crea, hasta gasolina llega desde EE.UU.

Chávez fundó un organismo de ahorro para la previsible “época de las vacas flacas” (porque Venezuela ya conoció en los años 70-80 tiempos de bonanza petrolera y de baja de precios), pero pronto, ante la necesidad de comprar votos, esos fondos fueron dilapidados.

Cuando Chávez subió al poder la deuda externa de Venezuela alcanzaba a $34.000 millones. Hoy esa cifra se sextuplicó. Solo a China se le debe $55.000 millones y la semana pasada Maduro fue allí a pedir prestados otros $20.000 millones.

La tragedia se agrava con la súbita baja de los precios del crudo de un promedio de $98 el barril hace un año, a $44 hoy, lo que significa que Venezuela está a un paso de la quiebra.

Venezuela está viviendo estos días las trágicas necesidades que experimentaron los alemanes las semanas siguientes a la conclusión de la II Guerra Mundial. Colas por alimentos en todas las ciudades y pueblos y con los ánimos caldeándose. El régimen adopta la política del avestruz y en lugar de alimentos y medicinas, lo que promete es palo y cárcel.

El vicepresidente Jorge Arreaza, yerno de Chávez, cree que las colas son inspiradas por los opositores (que por cierto, ante la gigantesca crisis tampoco parecen saber qué hacer) y les anunció que “hay muchas celdas vacantes en Ramo Verde”, la prisión militar donde languidecen políticos como Leopoldo López, líder de Voluntad Popular. Ojalá me equivoque, pero pienso que, a menos que haya un milagro, un tsunami amenaza a Venezuela. Amanecerá y veremos.

(*) Hernán Maldonado, periodista, ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF en Bolivia.

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