Sin paz en la Tierra
Paz, entonces, en la Tierra y en la tierra (sin mayúscula) a los hombres de buena voluntad, los que no gobiernan, y elevemos una oración al Creador recién nacido para que un día no sólo traiga paz sino también luz a los hombres de mala voluntad, aquellos que, por razones que nunca termino de entender, son los que nos gobiernan.
Aunque tengas todo el año para pensar en ello, es difícil escribir un artículo en estas fechas. Y es difícil porque, por una parte, la etiqueta, que suele sobreponerse a la ética más de lo que quisiéramos, señala que debemos de hablar de la Navidad y, por ende, de paz en la Tierra para los hombres de buena voluntad.
¿Realmente hay hombres de buena voluntad? ¡Sí! Puede que sean la (s) excepción (es), que es (o son) la (s) que confirma (n) la regla, pero ahí están, escasos pero presentes, dispuestos a renovar nuestra fue en la humanidad.
Los hombres de buena voluntad son los que prodigaron los abrazos más sinceros la medianoche recién pasada. Quizás no dieron regalos pero repartieron buenos deseos. En ocasiones, miraron a los ojos antes de estrecharnos en sus pechos y transmitirnos temporalmente su calor que hizo innecesario el “¡felicidades!” que soltaron junto a nosotros.
¿Y realmente puede haber paz en la Tierra? Ahí las cosas se pueden poner difíciles. Es posible que el primer presidente mulato de Estados Unidos (y que oficialmente oficia de negro) le haya puesto una gota de sebo caliente a la última guerra fría que queda del siglo XX pero no por eso se ha levantado el bloqueo económico a Cuba que, más que asfixiarla económicamente, le insufla tanta dignidad traducida en billetes que la revolución de los Castro sigue vivita y coleando, aún cuando el ícono eterno del Che ya sea más moda mal comprendida que un símbolo de rebeldía.
Es difícil hablar de paz en una tierra (sin mayúscula) que es gobernada por un verdadero originario, a quien sus acólitos no quieren llamar “indio”, que confunde la justicia social con la repartija de recursos públicos y, al hacerlo, malacostumbra a la gente a esperar dádivas en lugar de trabajar para vivir.
Es difícil hablar de paz en una tierra (sin mayúscula) que es gobernada por un verdadero originario, a quien sus acólitos no quieren llamar “indio”, que confunde la justicia estatal con la venganza y utiliza el Poder Judicial (ahora llamado apropiadamente “órgano”) para castigar al que piensa diferente.
Sí. Es difícil hablar de paz en la Tierra y en la tierra (sin mayúscula) para los hombres de buena voluntad porque la historia ha probado, al igual que los hechos que se suceden día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, segundo tras segundo, que los hombres de buena voluntad pueblan la Tierra y la tierra (sin mayúscula) pero no la gobiernan.
Los que gobiernan la Tierra y la tierra (sin mayúscula) son los hombres de mala voluntad, los malos, los perversos, aquellos que son capaces de torcer todo un sistema judicial para sentar la mano a los disidentes, a los enemigos y a los que piensan diferente. Aquellas almas ruines que ni siquiera tienen empacho en enrostrar su enfermedad a un enemigo y exponerlo ante su sociedad.
Paz, entonces, en la Tierra y en la tierra (sin mayúscula) a los hombres de buena voluntad, los que no gobiernan, y elevemos una oración al Creador recién nacido para que un día no sólo traiga paz sino también luz a los hombres de mala voluntad, aquellos que, por razones que nunca termino de entender, son los que nos gobiernan.