Dársena de papel
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Oscar Díaz Arnau
23/12/2014 - 13:51

Cine político a la boliviana

A los semicalvos del MAS no se les mueve un pelo, ni siquiera con el desplome del precio del petróleo. No tienen empacho estos actores de medio pelo a la hora de decir que la coyuntura no afectará a gobernaciones, municipios y universidades.

A los guillotinados de la oposición —como al piojo tuerto—, ni ese contexto les sirve para atender el clamor de renovación de un importante segmento del electorado (el 38,97 % de los votos válidos en las últimas elecciones no fueron para Evo Morales).

Todo indica que el oficialista hará uso de su derecho humano de pegarse un tiro en el pie izquierdo con tal de seguir ganando elecciones y que el opositor acabará bebiendo arsénico por el placer de verse morir con estilo. (Vaya al baño mientras explotan las pipocas, acomode sus posaderas porque, sea western o de terror, la película suceso de taquilla en los últimos diez años está por comenzar).

A los semicalvos del MAS no se les mueve un pelo, ni siquiera con el desplome del precio del petróleo. No tienen empacho estos actores de medio pelo a la hora de decir que la coyuntura no afectará a gobernaciones, municipios y universidades.

A los guillotinados de la oposición —como al piojo tuerto—, ni ese contexto les sirve para atender el clamor de renovación de un importante segmento del electorado (el 38,97 % de los votos válidos en las últimas elecciones no fueron para Evo Morales).

Ni con la mejor fotografía el más pintado de los modistos de la política podría advertir elegancia en el corte ramplón del oficialista tipo; ni qué decir de tonos pasteles en la otrora materia gris del opositor común. Allá van, uno y otro, rumbo al cadalso de la crítica, su pasatiempo favorito en esta modestísima saga. (¿Ya se sentó?).

La lógica es actuar como sea porque de lo contrario, ¡pamplinas!, “me quedo fuera de la película”. Y ahora que los actores principales han demostrado ser bastante malos, todo el mundo quiere ser galán de cine, sabiendo además que, de última, se necesitan miles de extras para curules que se llenarán como cerveza en embotelladora.

Con el ritmo endemoniado de esta clase de producciones, de más está pedir expectativas al público: la cartelera no variará un ápice, y eso que la figura del opositor tendrá esta vez algo más de protagonismo frente a la del oficialista, un acaparador consuetudinario y nada de esmero al hablar, un rústico ajustado —bah— al canon de “belleza” que es tendencia en la política moderna de alpaca y corral.

A tres meses del gran estreno de la nueva cinta de la “saga”, el pistolero del MAS saca lustre a las botas para rodar la chispeante escena del tiro en su pie izquierdo; ríe, el oficialista siempre ríe. No muy distinta es la postura del opositor: aunque revuelve ansiosamente el vaso de agua con el que pasará el veneno mortal, parece tener conciencia de su destino y, aun así, ríe. El opositor ríe también.

Las mismas balas, el mismo tóxico, el mismo cine, la misma película, los mismos papeles, los mismos actores y, por ende, los mismos rostros, las mismas risas, los mismos dientes frente a la misma cámara de los últimos diez mismos esplendorosos años; digan si no merecemos el “Oscar al Mejor Tropiezo con la Misma Piedra”… Prevalece la mediocridad del guion, la escasa calidad de la propuesta, el mensaje vacuo, la incapacidad actoral, el timo, la falsa promesa de buena película que, para colmo, estamos obligados a ver porque —so pena electoral— no podremos realizar transacciones bancarias. Así nomás es la democracia del cine político boliviano. (¿Sigue usted ahí? Respire, coma las pipocas).

El final lo conocemos todos: no será feliz. Pero eso es lo que precisamente nos encanta: “vivir la experiencia”, como dirían el promotor de turismo aventura. Nada nos gusta más que esta película, verla una y otra vez, tropezar con las mismas risas cepilladas convenientemente para la escena que sabemos que vendrá y que nos apasiona porque nada, nada nos satisface tanto como el western, como la película de terror. Saber que si no andaremos cojos por un disparo en el pie izquierdo, de todas formas moriremos, eso sí, con estilo. Algunos, a esto, le llaman idiosincrasia.

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