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Juan José Toro
22/12/2014 - 18:15

Periodistas ignorantes

Con cierta indulgencia, los errores de tipo, y hasta los ortográficos, podrían considerarse de forma pero en lo que no hay perdón posible es en los errores de fondo. Estos se hacen evidentes cuando algún periodista toca temas que necesitan un contexto histórico y es cuando salta su ignorancia. En teoría, un periodista debería tener conocimientos básicos de historia, mas aún de la nacional, pero si usted observa su desenvolvimiento ante los micrófonos se va a dar cuenta que cada vez son menos los que tienen alguna ilustrac

Los hay, desde luego, como en todo sector, pero el problema es que, al ser el periodismo una actividad pública, que está a la vista de todos, la ignorancia suele ser más notoria.

Salta a la vista en las pantallas de televisión, cuando alguna que otra barbaridad se desliza en el generador de caracteres, o en las páginas de los periódicos donde, por más esfuerzo que hagamos, siempre salta un error que se queda impreso para siempre.

Con cierta indulgencia, los errores de tipo, y hasta los ortográficos, podrían considerarse de forma pero en lo que no hay perdón posible es en los errores de fondo. Estos se hacen evidentes cuando algún periodista toca temas que necesitan un contexto histórico y es cuando salta su ignorancia. En teoría, un periodista debería tener conocimientos básicos de historia, mas aún de la nacional, pero si usted observa su desenvolvimiento ante los micrófonos se va a dar cuenta que cada vez son menos los que tienen alguna ilustración.

Es todavía más triste cuando ni siquiera es necesario un contexto histórico sino simplemente de situación. Ahí está, por ejemplo, el caso de las mujeres del norte potosino que, con los hijos literalmente colgando, se trasladan a las capitales de Departamento a pedir limosna en los días precios a la Navidad.

Hasta hace poco, la mendicidad navideña era resultado de la pobreza que todavía lacera al norte de Potosí y sur de Oruro. Fue la miseria la que empujó a esas mujeres a estirar la mano en las ciudades y, por eso mismo, tanto las autoridades nacionales como las regionales asumieron medidas para mitigarla.

Hoy en día es posible apreciar alguna que otra inversión en esas zonas. Se llevó electrificación, algo de riego, se construyeron escuelas, postas sanitarias y, aunque no hacían falta, también aparecieron campos de fútbol.

La intervención estatal ya se percibe en esas zonas pero las madres siguen dejando sus pueblos en las navidades para mendigar en las ciudades. ¿Cuál puede ser la razón? Entre las respuestas que ensayan los sociólogos está la costumbre, aquella que se impuso en las comunidades que ya encuentran rutinario viajar a las ciudades a mendigar, pero también está la del “rentismo”; es decir, aquella actitud por la que una o más personas prefieren esperar sentados a que el alimento les caiga de algún lado en lugar de realizar algún esfuerzo para conseguirlo.

Los bonos que el actual Gobierno ha impuesto más por razones electorales que de justicia social fomentan esa práctica. También en las comunidades del norte potosino y el sur orureño se paga el Juancito Pinto, el bono Juana Azurduy de Padilla y, eventualmente, hasta se entrega vituallas para paliar los efectos de los desastres naturales.

La mentalidad de esa gente ya está condicionada a recibir algo a cambio de nada. Para cambiarla, no es suficiente pagar bonos ni seguir repartiendo monedas a título de asistencia.

Si los periodistas que tocan este tema se preocuparan un poco por el contexto no sólo dejarían de decir babosadas sino, de paso, distinguirían bien a las mujeres potosinas, que son todas las originarias de un Departamento de 118.218 kilómetros cuadrados, de las nortepotosinas, que son las que nacieron en una región con historia propia.

 

 

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

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