Roberto Ossio Ortube
24/05/2021 - 19:40

LA PLAZA 25 DE MAYO DE SUCRE

El epicentro de la Capital de Bolivia, el punto de encuentro de la  vieja ciudad colonial, lugar donde todos se observan y critican. Paso obligatorio del lugareño como también del forastero. Allí en esos bancos y jardines se tejieron las historias de sus habitantes permanentes y transitorios.

La histórica Plaza 25 de Mayo de la Ciudad de Sucre

EL ORIGEN

Según Teresa Gisbert: “Los españoles para el diseño de las ciudades en el Nuevo Mundo, implementaron un tipo de plaza cuadrangular con dos calles en cada esquina, que era la que correspondía  a la entonces Villa de La Plata. Toribio de Alcaraz fue el responsable del diseño. La manzana A, frente a la plaza, estaba ocupada por los indios yamparas, quienes excepcionalmente poseían casas sobre la Plaza Mayor. La manzana B estaba constituida por tiendas de sastrería, barbería, platería, carnicería y un local donde se había instalado el “Juego de la Pelota”. La Manzana C comprendía la Catedral, el Cabildo y un rancherío de indios. La última cuadra, denominada D, formaba el Cabildo, la cárcel y la Universidad donde funcionó la Academia Carolina”. (Gisbert. 1999: 145)

La mencionada historiadora y arquitecta,  añade que en los primeros siglos de la Colonia, la denominada Plaza Mayor era un lugar destinado a las ferias y se constituyó en una especie de mercado. Desde el arribo de García Pizarro fue embellecida, ya que se colocaron aceras y se plantaron árboles generalmente el molle. En esa época se adquirió la costumbre de las vueltas románticas, donde los hombres caminaban – y aún caminan – de derecha a izquierda y las mujeres en sentido contrario.

Los cambios más significativos fueron la colocación de la fuente de agua del siglo XVII, su posterior traslado en 1909 al Prado, más conocido como el Parque Bolívar, la colocación de las estatuas del Mariscal Antonio José de Sucre y  Bernardo Monteagudo al cumplirse el Primer Centenario del primer grito libertario de América.

Testigo mudo de la Historia de Bolivia, la plaza vio desfilar las tropas que partieron a la Guerra del Pacífico, la sangrienta sublevación del 8 de septiembre de 1888 en contra del Presidente Aniceto Arce, donde en una balacera sin precedentes murieron ciento treinta y cinco (135) personas según lo escrito por el historiador Ramiro Condarco Morales,  la despedida de las huestes del Presidente Severo Fernández Alonso  hacia el Norte durante la cruenta  Guerra Federal en 1898, hasta los dramáticos enfrentamientos fratricidas sucedidos en el año 2009.  

OCIO Y HEDONISMO.

El sociólogo y comunicador, Cesar Rojas Ríos llamó a este sitio “El Ombligo de la Ciudad Blanca”, en un magistral ensayo publicado en 1999. Según este autor este sitio es un gran escaparate, un muestrario donde las personas estaban dispuestas según su posición dentro de la estratificación social, según su pertenencia generacional y de acuerdo a su identidad de género. Allí la sociedad local se mostraba en sus divisiones y en sus diferencias sociales y como en los teatros, tenía su platea, su anfiteatro  y su galería (Rojas. 1999: 2)

Rojas nos habla de tres elementos: emulación pecuniaria, consumo ostensible y ocio ostensible. La primera, la competencia que emprende una persona para demostrar que tiene más riqueza  que otras , el segundo, el derroche y el consumo notorios de bienes lujosos y valiosos , encaminados a dotar a la persona de un signo distintivo de reputación y el tercero el abstenerse manifiestamente del trabajo productivo por considerarlo deshonroso (Rojas. 1999: 3)

Es el ocio ostensible el que resulta más interesante, pues introduce de lleno en el armazón de la mentalidad señorial: la división de tareas nobles (hazañas) e innobles (cotidianas), eximió a los caballeros de realizar alguna tarea por considerarla indigna, desdeñando el trabajo productivo, porque presupusieron que su contrario, el ocio, realiza el bienestar, la plenitud y la nobleza de la persona. De esta manera, el ocio ostentado en los bancos de la plaza, bendijo a unos cuantos con el agua aristocrática de la distinción. (Rojas. 1999: 3)

Hedonismo sobre la base de la riqueza y el ocio como productores de distinción, pese a la decadencia económica debido al derrumbe del auge de la plata del siglo XIX y a la sequía de las regalías del gas y el petróleo, nada pudo contra el embrujo de la Plaza, nada conspiró con el hecho de que con cada vuelta se repite una tradición.

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LA PLAZA PRINCIPAL A TRAVÉS DE LOS OJOS DE CONNOTADOS ESCRITORES BOLIVIANOS.

Roberto Querejazu Calvo en la biografía de Adolfo Costa Du Rels señala al respecto: “La Plaza Principal, una de las más bellas del mundo, era otro punto de reunión. Una especie de club sin puertas ni exclusivismos de clase o fortuna. Una vitrina para lucirse y observar a los demás. Una vitrina de amplias avenidas, jardines, fuentes y árboles frondosos en la que todavía prima la original costumbre de que los hombres den vueltas en un sentido y las mujeres en sentido contrario, para provocar el diálogo de las miradas  y el brote del amor en los corazones, como si fuera una ley impuesta por Eros para facilitar el trabajo de cupido.” (Querejazu. 88 – 89. 1982)

Gustavo Adolfo Navarro , más conocido como Tristán Marof, describe la Plaza 25 de Mayo , de forma socarrona y ácida en su célebre novela “La Ilustre Ciudad”: “Un sol magnífico tendía su rayos en las veredas de la histórica plaza y el cielo azul invitaba a vivir, a saborear la vida alegremente, comunicando optimismo al espíritu . Parejas daban vueltas en la plaza, desafiando los comentarios, aceptando los saludos ceremoniosos de las gentes conocidas, preocupadas de cosas minúsculas y algunas veces absurdas. En los corrillos estallaban sonoras carcajadas y así no pasaba nadie sin que no se supiera su vida, sus andanzas y hasta lo que comía en casa. Muchos maldicientes relucían en sus lenguas ofídicas la mentira, la procacidad o la burla, animados por los elogios de los amigos y de los adulones que coreaban y siempre curiosos de oír lo peor de las gentes”.

Alfonso Crespo Rodas menciona lo siguiente en la biografía de Hernando Siles Reyes: “Estampa añeja, con virtualidad de presente, noble como plata de buena ley, es ciudad detenida en el asombro inmóvil de su ayer. La remansada armonía de las colinas que la custodian, la perpetua vocinglería de sus campanarios, la fragancia que exhalan los claveles de sus jardines, la luz dorada que la acaricia y el evanescente ámbito que la adormece, convocan todavía en Sucre al tiempo antiguo, los años remotos y el nostálgico encanto de la Historia  que deambuló en sus plazas y habitó sus mansiones solariegas. Al igual que Ávila o Toledo, el pasado yace cristalizado, como esas flores prisioneras del hielo, que guardan para siempre lozana apariencia”.

Pero la visión del lugar no siempre es complaciente, Carlos Medinacelli, tiene una impresión un tanto amarga: “Tristes memorias del placer perdido: por qué volvéis a la memoria mía, sin duelo, lágrimas corriendo…. En los nidos de antaño, ya no hay pájaros ogaño. Sólo quedan memorias funerales, donde antes brillaron las ninfas de alto ejemplo.” (Baptista. 1984: 52)

Asimismo, la forma conservadora de vida tenía un efecto nocivo y estático a sus habitantes. “Pero, el más grande acontecimiento  de Sucre en esos tiempos, fue el doble matrimonio de las hijas de Céfiro: Leonorcita y Ofelia. La una, había encontrado un ricachón de provincia, sencillote y con buenos pesos, que a todo decía sí, la otra, enlazó su porvenir al de un joven semi paralítico, de modales amables, de ninguna perspectiva, no obstante con el pan asegurado para vivir y morir en Sucre, recalentando los bancos de la plaza, sin darse otro trabajo que bostezar y murmurar contra el progreso”. (Marof. 1950: 112)

VIEJOS ECOS DEL PASADO

Sólo se puede hablar con verosimilitud de un sitio, si se lo conoció personalmente, pero más si está vinculado a alguien especial. Para el suscrito escritor, muchos recordados y agradables momentos se vivieron en esa plaza, en los periódicos viajes a Sucre, siendo el más recordado el realizado con mi fallecida madre el año 2013, con quien después de recorrer la Ciudad Blanca en visita a sus templos, museos y cementerio, descansábamos en esos viejos bancos de la plaza principal, donde nos sentábamos horas para reflexionar, platicar y reír sin aburrirnos,  sobre el devenir de nuestra vida, recordando el pasado, analizando el presente y divagando sobre un futuro incierto. Veíamos pasar a conocidos que recalaban en las aceras de la Catedral, en la esquina del Palacio de Gobierno o se encontraban de paso por la Casa de la Libertad

Allí mi madre recordó como en su tiempo de estudiante en la Normal Superior de Maestros de Sucre “Georges Rouma”, a principios de la década de los setenta del siglo pasado, un día cuando mi padre la visitaba durante su noviazgo, juntos vieron pasear por la plaza,  al ex presidente de Bolivia Mamerto Urriolagoitia, alto, pálido, con su clásica chiva pero ya blanca por la edad, embozado en un abrigo largo, caminando con paso apresurado con su enorme perro.

Esta es sólo una de las muchísimas anécdotas que cada uno de los visitantes y transeúntes debe atesorar o recordar en su fuero personal de la Plaza Principal de Sucre, todas con un significado particular. Para quien escribe estas líneas lo tiene, puesto que no lo sabía aún en ese entonces, pero este fue el último viaje que realice con mi progenitora antes de su doloroso deceso, siendo un recuerdo entrañable, imborrable, único.

Por ello, se concluye con las palabras del escritor Cesar Rojas Rios: “Nada pudo contra el embrujo, el hechizo y la magia de la Plaza 25 de Mayo: el hacer de cada día un domingo”.  

 BIBLIOGRAFÍA

Baptista Gumucio, Mariano. ATREVÁMONOS A SER BOLIVIANOS. VIDA Y EPISTOLARIO DE CARLOS MEDINACELLI. Los Amigos del Libro. 1984

Condarco Morales, Ramiro. ANICETO ARCE. ARTÍFICE DE LA EXTENSIÓN DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN BOLIVIA. Fondo Editorial de los Diputados. 2002

Crespo Rodas, Alfonso. HERNANDO SILES – EL PODER Y LA ANGUSTIA. Ediciones Master. 2008

Marof, Tristán. LA ILUSTRE CIUDAD – HISTORIA DE BADULAQUES. Editorial Universo. 1950. 

Querejazu Calvo, Roberto. ADOLFO COSTA DU RELS: EL HOMBRE, EL DIPLOMÁTICO, EL ESCRITOR. Los Amigos del Libro. 1982.

Rojas Ríos, Cesar. EL OMBLIGO DE LA CIUDAD BLANCA. LA GUERRA FEDERAL. La Razón. Coordinadora de Historia. 1999.

BOLIVIA EL MILENIO. Grupo Canelas. 1999.

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