Roberto Ossio Ortube
09/03/2020 - 23:57

XENOFILIA: La enfermedad secreta de los bolivianos

Aproximación a un problema que ha afectado a la sociedad boliviana en muchos aspectos de su desarrollo y comportamiento colectivo.

“Todo lo que viene de fuera es bueno”, esa parece ser una consigna para muchos bolivianos y hasta una forma de asumir la vida en todos los aspectos cotidianos, algo que puede resultar a la postre altamente perjudicial en diferentes ámbitos, tanto económicos, profesionales, estratégicos e incluso...

Hace unos días del mes de febrero de 2020, un grupo de ciudadanos chinos llegó al Aeropuerto Internacional de El Alto de La Paz, cuando tanto la Policía y encargados de salud bolivianos pretendieron hacerles algunas preguntas de rutina, ante la pandemia originada en China respecto al virus COVID 19 (Corona Virus), recibieron gritos inarticulados, ademanes despectivos y risas de burla. Ante esta inconducta, los policías y funcionarios del lugar mínimamente debieron arrestarlos o amonestarlos, pero simplemente callaron y los dejaron pasar.

El peligro de propagación de esta enfermedad, ha puesto al descubierto muchas falencias a nivel del control de fronteras, así como de prevención y salud pública en Bolivia, pero también hace que reflexionemos sobre una laxa y acostumbrada tolerancia a todo tipo de arbitrariedades que cometen súbditos extranjeros, quienes no respetan la soberanía boliviana y la dignidad de sus habitantes, sacando a la luz, uno de los grandes y ocultos males nacionales: el complejo de inferioridad y la permisividad ante lo foráneo, reflejado perfectamente en el término XENOFILIA.

La palabra XENOFILIA se emplea para definir al amor que sienten algunos individuos por personas de otros países o culturas. Las personas que sufren o practican la xenofilia demuestran un excesivo trato cordial y afectivo por lo extranjero, hasta llegar al servilismo. Este vocablo se deriva del griego “xeno” que significa “extranjero” y “philos” que significa “amor”.

“Todo lo que viene de fuera es bueno”, esa parece ser una consigna para muchos bolivianos y hasta una forma de asumir la vida en todos los aspectos cotidianos, algo que puede resultar a la postre altamente perjudicial en diferentes ámbitos, tanto económicos, profesionales, estratégicos e incluso personales: la alienación cultural llevada hasta extremos de imitación y servidumbre. Muchos avalan este concepto con tenacidad y suficiencia, siendo lógico que existan casos excepcionales y totalmente válidos, de influencia y presencia externa positiva, más que nada en lo referido a las artes, ciencias y tecnologías; pero por otra parte, existen muchísimos ejemplos claros de todo lo contrario, que se pagan posteriormente con precios altos, por su apresurado preconcepto favorable a lo ajeno: desde estafas monumentales, pasando por intervenciones no solicitadas, injerencias no autorizadas, desfalcos evidentes, destrucción de patrimonio, saqueo de la riqueza nacional y abuso de confianza como mínimo. Y esto se ve (y se vio) en todos los aspectos imaginables de la vida nacional, a lo largo de los casi dos siglos de vida como Estado independiente.

Desde el embajador chileno Aniceto Vergara Albano que fue designado como Ministro de Finanzas por Mariano Melgarejo, pasando por filibusteros separatistas, espías infiltrados, mercenarios a sueldo, hasta un fracasado comandante de origen alemán que fue Ministro de Guerra y Comandante en Jefe del Ejército Boliviano en la desastrosa campaña del Chaco, como es el caso de Hans Kundt, sin olvidar al atorrante guerrillero de nombre Ernesto “Che” Guevara que ingresó subrepticiamente a territorio nacional y que fue prácticamente “canonizado” después de su muerte por sus adeptos, en desmedro de los soldados bolivianos que murieron en la guerrilla que promovió impunemente; para recalar finalmente en un criminal de guerra nazi que asimilado al Ejército Boliviano, torturó y mató despiadadamente disidentes políticos, como es el caso de Klaus Barbie, hemos sido expertos en creer y enaltecer a extranjeros, siendo los resultados y consecuencias en la mayoría de los casos desfavorables, con muy contadas excepciones.

Esta costumbre con caracteres de enfermedad, se vio también en otros diversos aspectos colaterales: empresas extranjeras contradas al dedo sin mayor mérito o experiencia para ejecutar obras públicas, que luego resultaron ser peores que las construidas por las nacionales mostrándose falta de calidad, ineficiencia, negligencia, irregularidades, sobornos y chantajes (léase Queiros Galvao y carreteras adjudicadas a empresas chinas); pasando por “expertos” que resultaron un fiasco como los que fueron contratados para la CATASTRÓFICA DERROTA DIPLOMÁTICA DE LA HAYA DE 2018, donde un tal Remiro Brotons, su principal adalid, nos vendió “ideas innovadoras” en medio de lagrimones teatrales, que no resultaron más que charadas inviables en el ámbito jurídico internacional público, basado en jurisprudencia pre establecida durante decenios, como las chucherías y baratijas traídas por los conquistadores hace quinientos años.

O en el aspecto laboral del día a día, advenedizos sin título o formación académica concluida, detentan diversos cargos en el ámbito público o privado, haciendo uso y abuso de fuentes de trabajo, empresas o medios de comunicación nacionales, en calidad de empíricos improvisados, bufones mal llamados “anfitriones o presentadores televisivos”, que se dan incluso el lujo de insultar o denigrar a sus benefactores bolivianos. Sin olvidar a reporteros foráneos que incluso montaron hechos de violencia y represión inexistentes en las dramática jornadas de Noviembre de 2019.

En el ámbito del deporte, específicamente el fútbol, requeriría un apartado especial o libro propio: cientos de jugadores acabados y mediocres, de segunda o tercera categoría, directores técnicos extranjeros empíricos e inexpertos, que no redituaron salvo contadas excepciones, éxitos, son puestos al mando de los planteles nacionales, sin olvidar la patética influencia en los relatores y “comentaristas” deportivos que adoptan maneras de hablar ajenas, con acento y modismos absurdos y plagiados.

Y este tipo de condicionamiento no sólo es privativo en los ámbitos formales o públicos, también se evidencia en las mínimas y muy privadas relaciones humanas de nuestros connacionales: bolivianas y bolivianos, dignos y con grandes cualidades, recalan con extraños(as) desconocidos (as) salidos de ninguna parte, cuya única virtud radica en un diluido e idealizado estereotipo foráneo, siendo que a la larga se descubre la ausencia total de méritos personales o patrimonio económico saneado, estando generalmente estos súbditos extranjeros al límite de sus posibilidades, algunos casi sin nada. Este tipo de vinculaciones, hace que sellen su destino resignadamente a parejas dudosa procedencia y oscura reputación, para terminar en muchos casos en disoluciones dolorosas o escabrosos procesos legales.

Y esto no significa desconocer el aporte a la cultura, la ciencia, la tecnología y el avance de países altamente desarrollados, sus personalidades, sus referentes y sus habitantes, donde muchos son ejemplos de civilización urbanidad y progreso; o de las corrientes migratorias que llegaron a Bolivia, en forma de individuos o familias que con trabajo y esfuerzo vieron un nuevo destino en América para trabajar y edificar hogares, siendo que su diferencia se encuentra en la intención de echar raíces y aportar al progreso nacional o personal; algo diametralmente distinto al mochilero o mendigo barato, que viene por razones oportunistas a mendigar, insultar, molestar, asaltar, robar, secuestrar y hasta matar a los habitantes de este país como parte de un recorrido errante.

Cuando ahora vemos en los medios o en las entidades públicas o privadas, individuos foráneos improvisados, se debería cuestionar en primer lugar a quien nos referimos o damos una cobertura sobre valuada: ¿a un aristócrata decadente que vino a estas cálidas tierras americanas para asentarse definitivamente y gastar su dinero?, ¿a un burgués ambicioso en busca de fortuna a través de la industria?, ¿al artesano ansioso de días mejores, que trata de labrar su prosperidad en base a su trabajo laborioso y esforzado? o estamos hablando del “jürgen mochilero”, del “gaucho malabarista” o del “llanero mendigo”: insolente, sucio, violento, en muchos casos con prontuario policial, que piensa que puede hacer lo que le viene en gana, a vista y paciencia de todos, siendo una obligación darles limosna o tolerarlos, para no ser agredidos.

Ahora tenemos una nueva oleada, venida de China, cientos de individuos que con patanería y marcada suficiencia pasean por nuestras calles gracias a la permisividad del gobierno de Evo Morales, que les franqueó prácticamente ingreso libre e irrestricto para explotar como les dé la gana los recursos naturales bolivianos (léase tala de la Amazonía, matanza de jaguares, concesiones mineras a los pies del Illimani y contaminación con mercurio, concesiones sin licitación previa). Y siendo objetivos quizás tengamos ya entre nosotros la pandemia, puesto que estos ciudadanos chinos, en los últimos dos meses, entraron y salieron por los puntos fronterizos sin control alguno, “como Pedro por su casa”. Nadie dijo nada. Y allí viene el gran problema: el complejo de inferioridad de muchos bolivianos, galgos para sus connacionales, mansos con los extranjeros. Expertos en aplicarnos la rigurosidad de la Ley y blandengues con quienes desde fuera violan la normativa.

El último y palpable ejemplo lo dio el masismo de Evo Morales, quien durante catorce años blasfemó y masculló consignas contra el “malvado imperio gringo”, sin embargo, paradójicamente ahora se escuda como sirviente quejumbroso detrás otros “gringos” del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), respaldando un estudio firmado por John Curiel y Jack Williams, que se publicó en el blog Monkey Cage en el portal de The Washington Post, que aseguran que “no existió el fraude en las elecciones malogradas de Octubre de 2019”, algo por demás absurdo frente a las pruebas irrefutables aportadas por la OEA y que fueron denunciadas por expertos en sistemas y estadística bolivianos. A estos últimos, hasta ahora, no les creen plenamente los “defensores del cambio”, prefieren a los “amigos americanos” (qué no eran enemigos??).

Este último ejemplo es una muestra clara de lo señalado, el testimonio y vivencia del setenta y cinco por ciento del pueblo boliviano, que luchó valientemente frente al fraude, al terrorismo y la violencia de noviembre de 2019, es irrelevante, todo eso vale un comino, PERO, a esos “compañeros” norteamericanos, a parte de los españoles, mexicanos y argentinos tienen la razón sobre los nacionales, una prueba más que las consignas y el adoctrinamiento no han podido eliminar el sometimiento y el complejo de inferioridad al que nos lleva la XENOFILIA que parece enraizada muy en lo profundo de nuestra sociedad y su idiosincrasia, lamentablemente parte de la maltrecha identidad nacional.

Mientras tanto, si no logramos controlar nuestra “enfermedad secreta” como es la XENOFILIA, los mexicanos querrán revisar los resultados de la auditoría electoral de la OEA, los argentinos meterán sus narices en nuestros asuntos internos con activistas y comisiones, los españoles saldrán como comandos encapuchados a disparar gente sin consecuencias, los izquierdistas norteamericanos querrán opinar desde la comodidad de sus casas sobre temas internos bolivianos, los venezolanos seguirán desde fuera y dentro perturbando la tranquilidad, los cubanos continuarán propagando sus maltrechas y fallidas ideas y los chinos seguirán destruyendo y saqueando nuestro patrimonio, metiéndonos de paso la peste sin remordimiento .

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