Roberto Ossio Ortube
25/06/2019 - 23:47

Posible profanación de la tumba del ex Presidente de Bolivia SEVERO FERNANDEZ ALONSO

Un modesto nicho que contiene los restos de un ex mandatario de Bolivia en el Cementerio General de Sucre, será abierto por disposiciones burocráticas del Gobierno Municipal de dicha ciudad, demostrando olvido e ignorancia de las autoridades que desconocen nuestro pasado histórico común.

Dr. Severo Fernández Alonso, Presidente de Bolivia entre 1896 a 1899

El día 25 de junio de 2019, un periódico de la Capital, ha dado a conocer la noticia que la tumba ubicada en el Cementerio General de Sucre, que contiene el ataúd donde se encuentra el cuerpo del Dr. Severo Fernández Alonso, ex Presidente de Bolivia, podría ser exhumado por falta de pago de tasas municipales, con la posibilidad como se aguarda en estos casos, de que los despojos sean desechados sin la menor consideración y respeto.

Fernández Alonso, abogado y político nacido en Sucre, fue Convencional en 1880, Vicepresidente de Mariano Baptista entre 1892 a 1896 y Presidente de nuestro país entre 1896 a 1899. Tuvo un rol trascendental y determinante en un momento crítico de la Historia de Bolivia como fue la Guerra Federal. Su participación en asuntos públicos fue aún más allá, al haber sido Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Bautista Saavedra entre 1920 a 1923, siendo asimismo diplomático en legaciones del exterior.

Sin abundar o profundizar en su rol en la Historia de Bolivia, que fue ampliamente estudiado y divulgado por diversos autores, queda para nuestra sociedad la necesidad de mostrar sensibilidad, honra y respeto que se merece un ser humano que por azares del destino fue un personaje importante de nuestro pasado común como bolivianos, que no puede ser simple y llanamente desenterrado por la ignorancia de funcionarios transitorios de una administración municipal, que desconoce la importancia para una ciudad como Sucre, como es la preservación del pasado, la cultura y la historia, elementos fundamentales inherentes a su propia naturaleza que alimentan su patrimonio y turismo.

La administración edil de Sucre se escuda en vulgares formalismos burocráticos, desconociendo la propia historia del panteón más visitado y paradigmático del país, que cobija los restos de figuras distinguidas de nuestro pasado como bolivianos. La tumba dice claramente que es perpetua, pero por alguna disposición arbitraria interna del Gobierno Municipal de Sucre, sumado al deseo angurriento de disponer de nichos en el saturado campo santo por parte de empleados ignorantes que lo hacen por su falta de educación e instrucción, mismos que pegaron una notificación para familiares y descendientes que seguramente ya no existen, con el objetivo de disponer a como dé lugar de un espacio para meter otro féretro y generar míseros recursos haciendo cualquier cosa sin reparar en nada, en detrimento de la propia memoria del país. Esa humilde tumba debería quedar intacta o por lo menos correspondería se busque otro modesto espacio para su descanso final.

El problema no se reduce a Sucre, sino que se extiende a todas las ciudades de Bolivia, no sólo a los cementerios, sino a calles, iglesias, templos, museos, casas patrimoniales, repositorios y bibliotecas que pretenden ser desplazados o vandalizados, para ser socavados por una grotesca modernidad que muestra desapego e indiferencia a nuestra herencia, creyendo que posturas y miradas progresistas, hacen que la necesidad de coexistencia con el pasado implique necesariamente su destrucción. El patrimonio y la memoria no valen nada, todo se mide por la apariencia y la apetencia del dinero.

Quizás esa roída tumba de un importante protagonista de nuestro pasado, sea la triste y perfecta metáfora que de alguna u otra forma nos muestra tal como somos en nuestra incultura, pudiendo ser selectivos para algunas cosas, dedicando nombres de calles y escuelas a gente sin mayores méritos o levantando monumentos y museos megalómanos que nadie visita, mientras que otros personajes anteriores no menos importantes, pueden ser desechados sin mayores miramientos, siendo que lo único que quizás piden es por lo menos un honorable olvido en la dignidad que da el silencio y la distancia.

Si en los siguientes días los restos del Presidente Fernández Alonso, son vulgarmente sacados en un saquillo, acopiados toscamente en una carretilla, posteriormente desechados en una fosa común o incinerados con otros restos en una batea llena de combustible, para perderse definitivamente, daremos como bolivianos una muestra de una gigantesca ignorancia y falta de respeto hacia nuestro pasado , anteponiendo la necesidad vulgar de recaudar sin reparar en nuestra memoria y patrimonio, olvidando deliberadamente nuestra Historia por mera conveniencia y pedestre codicia, condenados a repetir los mismos errores una y otra vez.

 

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