Las alas de Rafael Pabón
Si hubo héroes en la Guerra del Chaco, uno de ellos fue Rafael Pabón, un intrépido aviador boliviano quien dejó su vida en el campo de batalla, no sin antes llenar de gloria las páginas de la aviación militar americana.
Rafael Pabón fue un hombre decidido, metódico y preparado, nacido en Irupana, Departamento de La Paz, el 23 de julio de 1903, desde su temprana juventud cumplió escrupulosamente los requisitos para ser piloto de aviación, primero civil en los Estado Unidos y luego militar en la Escuela Militar de Aviación de Bolivia en 1926.
Este piloto no retaceó su participación en el conflicto chaqueño, es más fue de los primeros en incorporarse a las acciones bélicas. Su momento de mayor gloria fue el combate que sostuvo el domingo 4 de diciembre de 1932, sobre las trincheras del denominado Kilometro 7. Un avión paraguayo de fabricación francesa Potez 25 – A2 tripulado por los combatientes Trifon Benítez Vera y su copiloto artillero Ramón Ávalos Sanchez, realizaban un reconocimiento sobre el área de combates. Rafael Pabón salió a su encuentro con su biplano Vickers “Scout” 143 de fabricación inglesa.
Sobre las líneas combatientes se pudo presenciar un espectáculo único, asombroso y épico de dos contrincantes alados, que como los grandes caballeros del aire de la Gran Guerra de 1914 a 1918, dejaron estupefactos a los soldados que se encontraban en tierra. Los dos aviones se trabaron en un fiero combate, donde se perseguían mutuamente sin tregua, tratando de rodearse y embestirse por la parte posterior disparando a quemarropa. Pabón mucho más hábil en realizar acrobacias y rizos aéreos, logró ubicarse en un ángulo preciso y abatir al artillero paraguayo que con decisión no cesaba de martillar con su ametralladora, para luego tomar impulso, descendiendo con acelerado ímpetu disparando la ráfaga fatal al piloto. El avión enemigo se estrelló, escuchándose un clamor sobrecogedor que gritaba vivas para Bolivia, ante el pavor y congoja de los rivales paraguayos quienes no daban crédito de lo que habían presenciado.
Sin embargo, fue la conducta de Pabón y por ende de las tropas bolivianas que llena de asombro por su dignidad, puesto que dieron un respetuoso sepelio y sepultura a los combatientes paraguayos caídos, demostrando lealtad y nobleza por el enemigo abatido, puesto que ambas partes sólo cumplieron con el deber hacia sus países.
En la rueda de la vida y la muerte, el final del intrépido aviador paceño se encontraba marcado. Rafael Pabón y su artillero Mario Calvo caían en combate el 12 de agosto de 1934, en alrededores del Fortín Florida, causando desazón y consternación, en la masa combatiente y en la población boliviana en un año marcado por los constantes reveses militares y desavenencias civiles que parecían no tener fin. Sus cadáveres pese a encontrarse en terreno ocupado por Paraguay, pudieron ser rescatados y devueltos a suelo boliviano.
El hecho de haber posiblemente hallado los restos del avión tripulado por el as boliviano, más allá de que sea o no el aparato, debiendo corroborarse la autenticidad de lo encontrado, quizás es un descubrimiento meramente casual, pero llega a ser un recordatorio de lo frágil que puede ser la memoria de los pueblos. Si no fuese por este hallazgo, pocos repararían en el nombre de Rafael Pabón, en el mejor de los casos repetirían o balbucearían lacónicamente lo que aprendieron en primaria o secundaria, pero muy poco se hace por saber realmente quién era.
Pabón perteneció a ese selecto grupo de héroes aéreos, que simbolizan la esperanza de victoria de todo un país en los duros momentos de un conflicto armado, como lo fueron en la Primera Guerra Mundial Georges Guynemer para Francia o Manfred von Richthoffen “El Barón Rojo” para Alemania, ambos caídos en combate, en un conflicto que influyó notablemente en las tácticas de combate aéreo de la Guerra del Chaco.
Encontrar los restos del avión, no responde al morbo o la curiosidad macabra de desenterrar un vestigio, nos permite acercarnos y recordar, los hechos y sus protagonistas, como recuperar un testigo mudo e infausto que contiene fragmentos del pasado perdido que tiene mucho significado para ambos lados, ayudándonos a completar y entender una parte de nuestra Historia, como fue recuperar los restos del avión de reconocimiento del escritor aviador Antoine Saint de Exupery autor de “ El Principito”, desaparecido desde 1944, hasta que fragmentos del mismo fueron hallados por casualidad por unos buzos en un acantilado escondido en la costa sudeste de Francia. Su aparición cerró un triste misterio de una figura única de la literatura, por su maravillosa creación que hace justamente alusión a un aviador perdido en el desierto, donde se encuentra con un maravilloso visitante.
Rafael Pabón no sólo es el nombre de una calle, una plaza o una escuela más, que se pasa por alto por el trajín de la rutina ordinaria, es el recordatorio de la vida y muerte de un hombre, un aviador notable, singularmente valiente, porque hay que serlo para volar y afrontar ese tipo de peligros en el cielo, quien los enfrentó con serenidad y decisión admirable, con un aplomo incuestionable incluso hasta en el momento de su muerte, jugándose la vida cumpliendo una obligación ineludible, la defensa del suelo donde se nace y vive, en pocas, por ese ente ideal pero al mismo tiempo muy real llamado Bolivia.
Sea cual fuere el resultado del estudio de los vestigios de los restos del avión, es un gran orgullo saber que el primer combate aéreo de Sudamérica, fue protagonizado y ganado por un piloto boliviano, en un conflicto infausto que enfrentó a dos países que se vieron obligados a soportar una matanza despiadada. Recordar las alas de Rafael Pabón nos traslada a ese lugar para reflexionar y aprender.