Gary Oldman – La Victoria del Anti héroe
Una visión retrospectiva de la carrera del actor ganador del Premio de la Academia 2018 .
Este volátil y esquivo actor británico, siempre encarnó la irreverencia, la crudeza y la pasión hasta los extremos que permitía la propia imaginación, sin las limitaciones de la percepción superficial que podía tenerse de un personaje, mucho más si estos son iconos de la Historia Universal.
Una de sus primeras encarnaciones de personajes reconocidos, fue la de Sid Vicious en la película “SID y NANCY” de 1986, donde interpreta al líder de los Sex Pistols, reflejando la rebelión agresiva de la música punk, en la decadente y sórdida Inglaterra de finales de los setenta.
Pero era sólo el inicio de su periplo, en 1991 bajo la batuta de Oliver Stone en la película JFK, personificó quizás al presunto magnicida más controversial de todos los tiempos , Lee Harvey Oswald. La sólida actuación como Oswald mostró al atormentado y tenso personaje dentro de una atmósfera plagada por una vorágine de complots y confusiones que hacen que el espectador realmente cuestione la culpabilidad del individuo y se adentre en el mundo de las infinitas hipótesis que aún cubren la muerte del Presidente John Fitzgerald Kennedy.
Pero, llegaría el que seguramente es el papel por el que el auditorio siempre lo recordará, en 1992 Francis Ford Coppola lo eligió para interpretar la versión quizás definitiva de la obra cumbre de Bram Stoker: DRÁCULA. Oldman fue un ser de metamorfosis que no defraudó y supo por mérito propio consagrarse en el olimpo de los monstruos clásicos del celuloide en las variables que utilizó Coppola, que rompían los cánones del vampiro impuesto por Bela Lugosi y Christopher Lee pero que guardaba la vieja tradición, con facetas cambiantes e inquietantes: el anciano cadavérico con capa roja, uñas filosas, cabello largo y voz susurrante; el caballero elegante ataviado a la moda eduardiana, el guerrero defensor de Cristo con su armadura de dragón, el licántropo lujurioso que desciende del barco Demeter , el voivoda que se pudría en sus vestimentas recamadas en oro e iconos bizantinos o el murciélago repugnante que se filtra como vapor y se convierte en ratas. El carácter, la actitud y la fuerza de la encarnación hicieron que esta versión del príncipe vampiro quedase como una verdadera joya del cine.
Este éxito le permitió adentrarse en un nuevo personaje, quizás injustamente relegado, aunque universal en todo el sentido de la palabra, en 1994 interpretaba al atormentado Ludwing Van Beethoven en la película AMADA INMORTAL dirigida por Bernard Rose. Oldman nuevamente trasunta su propia personalidad y la mezcla con el del compositor, logrando una visión sombría y muy humana de uno de los mayores genios de la música, cuya sordera lo hacía repeler al Mundo.
Aquí empezó una especie de pausa forzada, únicamente quebrada por la película LEÓN EL PROFESIONAL o el PERFECTO ASESINO junto a Jean Reno y Natalie Portman, donde su personificación de Norman Stansfield, un psicópata, sádico y sin escrúpulos, deja paralizada a la audiencia por su crueldad y desenfrenada violencia.Los roles posteriores eran intrascendentes, irrelevantes, parecía que su momento había pasado. Ni siquiera su participación en la franquicia de Batman interpretando al comisionado Gordon o al mago perseguido Sirius Black en las películas de Harry Potter, hacían prever un resurgimiento, se asumía que sólo restaba interpretar papeles secundarios.
Pero las historias no son definitivas en el mundo del cine, como una sorpresa inesperada, veinticinco (25) años después de DRÁCULA de Bram Stoker, Oldman resurge nuevamente en la forma de un gigante histórico : Sir Winston Churchill, en la película LAS HORAS MÁS OSCURAS dirigida por Joe Wright. Sin caer en la adulación barata y oportunista, la actuación de Oldman es formidable: conducta, acento, movimientos, mirada, emotividad, credibilidad, destreza para respetar discursos que no pueden cercenarse o suprimirse a voluntad porque están registrados y son de conocimiento general, hacen que el espectador se sienta maravillado ante esta interpretación que parece mostrarnos al verdadero personaje rescatado en el tiempo. Sería injusto no mencionar al equipo de maquillaje a quienes Oldman mismo convenció para tomar parte en esta titánica tarea.
Era imposible que la crítica cinematográfica no premiara esta obra maestra de la actuación. El 4 de marzo de 2018, la apoteosis de todos aquellos que nos identificamos con los personajes controversiales y villanos incomprendidos de buen corazón llegó a su fin, Gary Oldman se llevó el Oscar al mejor intérprete masculino. Es un premio por demás justo y merecido, para toda una carrera con altibajos propios de las personas comunes y corrientes.
Vicious, Oswald, Drácula, Beethoven y Churchill no eran precisamente referentes de buen comportamiento o ejemplos a seguir, sino hombres con sus enormes luces y abismales sombras pero que en un momento preciso de la Historia fueron determinantes para bien o para mal y pocos artistas como Oldman podía encarnar esos roles con capacidad de convencimiento, porque en sí mismo lleva esa imperfección que lo hace tan humano.
Se consideran antihéroes aquellos personajes que son simples, pedestres y hasta antipáticos individuos, que en el fondo deseamos se impongan a la adversidad en un triunfo inesperado, haciendo que sus logros y desventuras sean muy nuestros. Y por ello la victoria de Gary Oldman es la victoria imprevisible, de quien pensábamos que no ganaría y lo hizo merecidamente cuando creíamos que desaparecería en el olvido y la intrascendencia. En horabuena.