Anatomias
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Victor Hugo Romero
22/07/2014 - 12:41

Periodismo que asusta

“En Cochabamba no tenemos noticieros, sólo telepoliciales”, así definía una vieja amiga la realidad informativa de La Llajta. Añadí que el objetivo no era informar, sino asustar, dentro de esa lógica me atreví a lanzar el tuit al aire y anuncié al mediodía: “Y ya llega la hora, no se pierda los terroríficos noticieros de Cbba, + periodismo - policiales #ATB #RedUno #Unitel”.

“En Cochabamba no tenemos noticieros, sólo telepoliciales”, así definía una vieja amiga la realidad informativa de La Llajta. Añadí que el objetivo no era informar, sino asustar, dentro de esa lógica me atreví a lanzar el tuit al aire y anuncié al mediodía: “Y ya llega la hora, no se pierda los terroríficos noticieros de Cbba, + periodismo - policiales #ATB #RedUno #Unitel”.

Como podrán suponer, en minutos tuve muchos apoyos y también réplicas, las mismas que en su mayoría cuestionaron el hecho de que sea precisamente, yo quien cuestione a la crónica roja, habiendo trabajado mucho tiempo como reportero en esta área.

Ante la ola de críticas, aclaré que laburaba cubriendo policiales en un medio especializado en esta área y parto de ahí está crítica, puesto que pude evidenciar que gran parte del contenido noticioso en los telediarios no sólo cochalas, es la crónica roja, tanto que sería más honesto y acertado, dejar de calificar estos espacios de “mediodía” como informativos, sino como espacios especializados, puesto que relegan el resto de las áreas de cobertura, a tiempos muy cortos teniendo poco incidencia en la ansiedad informativa de la audiencia, que demanda más noticias menos sangre.

Que no se entienda mal, la cobertura policial, la crónica roja, tiene su espacio, pero no puede asignarle prioridad por encima de otras áreas especialmente las locales, nacionales e internacionales,  con enfoques que pueden variar desde lo político hasta el desarrollo regiona. lA situación informativa en “Cocha” es tan dramática que pareciese que las salas de redacción se han trasladado a la ex PTJ y desde allí informan, de tanto “en vivo”, están dejando a los televidentes “muertos” de miedo, antes que informados.

Es posible ejercer un periodismo “propositivo” desde la crónica roja, sí. No se trata de mantener el morboso enfoque a una tragedia desde todos sus ángulos y por más de quince minutos, sino al contrario, enriquecer los distintos puntos de vista, tomando en cuenta visiones de lucha contra la injusticia social y jurídica, de denuncia sobre lo mal que estamos, intentando mejorar desde la pantalla un poco el mundo en el que vivimos. No se puede continuar vendiendo el charque de un noticiero completo, cuando sólo nos fijamos en las desgracias del resto para explotar dramas ajenos, generando las sensación de que esas  “noticias”, porque ni siquiera son tratadas como “historias”,  suceden en todas las calles, avenidas y esquinas de la La Llajta.

El periodismo que ahora se practica no sólo asusta, aterroriza; no genera conciencia preventiva, provoca el miedo y genera inseguridad en los ciudadanos, porque de tanto escuchar que violaron, mataron, acuchillaron, atracaron a alguien, uno termina creyendo que esa realidad es  en un hecho concreto, ni bien uno abre la puerta de su casa y pone un pie en la calle. Esta explotación comercial del ejercicio periodístico está amputando las aptitudes creativas para realizar un buen periodismo, estoy seguro que más allá del robo existen buenas noticias en Cochabamba, que pueden ser producidas, no es posible que un olvidado pueblo sea noticia gracias a un hecho de sangre, al contrario seguro que tiene mucho que contar y demandar mejoras.

Los telediarios en Cochabamba se han olvidado de Cochabamba, al extremo de que ahora sólo existen dos parámetros informativos básicos, la crónica roja y convertir los sets televisivos en circos o casas de beneficencia,  esta realidad cunde en todo el país y se impone. Más de un crítico a mi criterio afirmará, como ya lo han hecho, que he cambiado en mi forma de pensar y entender el periodismo, lo cierto es que sigo siendo el mismo, sólo que más gordo, negro y estronguista.

 

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