1917 - 2017 / La tumba de Gutiérrez Guerra
Hace cien (100) años, el 15 de agosto de 1917, juraba a la presidencia de Bolivia, José Gutiérrez Guerra, siendo el último mandatario gobernante del Partido Liberal , previo a su derrocamiento el 12 de Julio de 1920. Una aproximación a sus días como presidente , su destierro y su muerte.
Una tumba solitaria que se encuentra en el Cementerio No. 2 de Antofagasta actual territorio de Chile, contiene parte de la Historia de Bolivia, allí se encuentran los restos del ex Presidente de Bolivia, José Gutiérrez Guerra, quien fue el último mandatario del Periodo Liberal. Personaje controversial que requiere ser visto desde una óptica distinta, más sensata, con mayor imparcialidad, lejos de las malsanas antipatías o simpatías que ensombrecieron su vida y que muy poco han cambiado en Bolivia.
Gutiérrez Guerra, nació en Sucre el 5 de Septiembre de 1869, fue considerado uno de los últimos aristócratas chuquisaqueños a carta cabal, distinguido, educado, sumamente fino, emparentado con Lord Palmerston por el lado materno, educado en Manchester y Londres, posteriormente desarrolló actividades comerciales y bancarias en Bolivia. Hasta el día de hoy no se conocen cuáles fueron los motivos que lo impulsaron a incursionar en política: ¿Ambición? ¿Compromisos personales? ¿Imposiciones partidarias?. Sin embargo, a diferencia de Eliodoro Villazón que gozó de la anuencia del veterano y curtido caudillo Ismael Montes, Gutiérrez Guerra fue proclamado sin la bendición del líder indiscutido.
Resumiendo las posturas tanto de sus apologistas como sus detractores, se considera que la aparente y marcada apatía demostrada por este mandatario se debió a su manifiesta repugnancia a las formas criollas de politiquería: las constantes intrigas y las calumnias sin pruebas. Él no estaba dentro de la lógica atrabiliaria y vulgar, de la alerta constante, de las conversaciones a voz baja que derriban, fracturan o mueven cimientos de los potenciales contendientes o rivales.
Su presidencia fue duramente combatida por el Partido Republicano, que no tuvo inconveniente en sindicar al Partido Liberal, por ende al presidente saliente (Montes) y al mandatario elegido (Gutiérrez Guerra), como presuntos responsables de la atroz muerte del Gral José Manuel Pando en el Kenko el 17 de junio de 1917. Fue la llaga purulenta que salpicó injustificadamente hasta donde se conoce a este último gobierno liberal.
Sin embargo, en lugar de enfrentar el líbelo, prefirió ignorarlo , haciendo exactamente lo que pretendía la creciente oposición republicana , ahondar la decadencia del entorno liberal. El presidente miraba con desdén esos devaneos que al final terminaron por acabar con su régimen. Fue un error craso dentro de la lógica perversa altoperuana.
Su vida común puede resumir fácilmente al hombre: con los quevedos sobre la nariz, salía todos los días desde Obrajes enfundado en su grueso gabán tocado por su sombrero hongo, en su auto descapotable, rumbo al Palacio Quemado, acompañado a veces por el canciller Ricardo Mujia con quien hablaba con aburrimiento, se llevaba mejor con José Luis Tejada Sorzano, Ministro de Finanzas, posteriormente recibía audiencias en las que repartía dinero de su peculio (se dice que ganaba siete mil pesos mensuales asignados a su investidura y gastaba diez mil ), aguardaba con impaciencia la llegada de números del Times que acompañaba con whisky con soda. Por las noches, los juegos de cartas, las charlas con los aúlicos palaciegos y las mujeres sin escrúpulos, adormecían su mente. Tanto así, que su esposa Agar Reyes Calvo, mujer de considerable belleza, lo dejó para siempre, al verse ultrajada y humillada por ese ambiente al que no pertenecía.
La Revolución de Julio de 1920 , o llamada por los republicanos “La Gloriosa”, lo derrocó, refugiándose en la Embajada Americana, para luego salir al exilio, sin embargo, no podría vivir en paz, sus muchos enemigos políticos se ocuparon de perseguirlo y hacerle la vida imposible. Tanto así que, al igual que José María Linares, tuvo que soportar la amargura del destierro, que se ve gráficamente en el tipo de alojamiento: De hotel de primera hasta llegar al arrabal con habitaciones de extramuro.
Muchos sentimientos encontrados torturaron su mente: tristeza, desazón, desprecio, resentimiento contra la ingratitud de quienes se aprovecharon de su ingenuidad o bondad, tanto así que afectaron el sistema nervioso del ex mandatario. La paranoia lo consumía, los pocos viajeros bolivianos que lo reconocían, hablaban de un hombre destruido, agobiado por la pena. Murió el 3 de febrero de 1929, sin amigos, abandonado, solo. Se dice que lo encontraron muerto después de varios días del deceso, siendo la familia Stevenson la que sufragó los gastos del sepelio y la lápida, misma que señala como fecha del entierro el 21 de febrero de 1929.
José Gutiérrez Guerra no estaba preparado para los avatares de la política criolla, a la que no le importa la honradez, las virtudes o las aptitudes. Pecó de confiado, de displicente y fue devorado por los acontecimientos, algo mortal en la chismorrería intrigante de los bolivianos. El olvido en el que quedó sumido, refleja fielmente lo peligroso que resulta aventurarse en cuestiones públicas, mucho más sin padrinazgos y amarres subterráneos. Y el tema todavía es vigente, puesto que muy poco o nada cambió desde 1929, cuando se cerró el nicho con esa sencilla lápida blanca, que al fin le dio paz a un hombre aquejado por el dolor y la angustia.