Ilusiones y realidades
Cuando de enamorar se trata ¿qué es lo que se hace normalmente? Cada quien se esmera en mostrar sus mejores galas -habla bonito, promete buenas cosas y siembra toda clase de ilusiones- con el objetivo de lograr la conquista aunque, pasada la euforia y la Luna de Miel, lo construido sobre la arena y no sobre la roca, puede que acabe en Luna de Hiel.
Cuando de enamorar se trata ¿qué es lo que se hace normalmente? Cada quien se esmera en mostrar sus mejores galas -habla bonito, promete buenas cosas y siembra toda clase de ilusiones- con el objetivo de lograr la conquista aunque, pasada la euforia y la Luna de Miel, lo construido sobre la arena y no sobre la roca, puede que acabe en Luna de Hiel.
Lastimosamente el proceso de enamoramiento es así -sin decirse el cien por ciento de la verdad- pese a que sería recomendable hacerlo a fin de que tal relación tenga posibilidades de no sucumbir más adelante. No sería fácil hacerlo, ciertamente, o ¿cómo cree que reaccionaría la otra parte si escuchara decir de su pretendiente: “ronco por las noches y ¡fuerte!”, “me gusta que mi ropa esté tirada en el cuarto”, “no suelo lavarme los dientes antes de dormir”? Seguramente causaría una desilusión, ¿no es verdad? ¡Deben ser pocas las personas que conquistaron a su pareja no hablando de ilusiones sino de realidades!
Igual acontece con muchos políticos y diplomáticos: intereses de orden ideológico, económico y de diversa índole los lleva a hacer uso de todos los recursos para lograr adhesiones a sus pensamientos -con muy buenas intenciones seguramente- aunque siempre comprometiendo ilusiones. Sin embargo, superado el tiempo de la conquista -al igual que ocurre con los matrimonios construidos sobre la arena- surgen las dificultades.
Recuerdo que hace poco más de una década, cuando se intentaba negociar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y Tratados de Libre Comercio (TLC) con EEUU saltó a la palestra el hoy difunto Presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, con un entusiasta esquema de integración llamado -por oposición- Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP). Por aquel entonces se ofreció todo -no solo una integración comercial sino política, social, cultural, y mucha gente lo creyó- pero duró, mientras hubo petrodólares de por medio.
A Bolivia se le prometió comprar todos los textiles que no pudiera vender a EEUU luego de perder el ATPDEA el 2008 -sin duda un buen deseo- pero el 2015 el ALBA sólo nos compró 213 toneladas por 9 millones de dólares, lejos de las más de 2.000 toneladas y 40 millones que exportábamos a EEUU. Ésta es una de las principales causas por las que hoy el sector textil boliviano está tan golpeado y muchos compatriotas mascullan su frustración -sufren y lloran- siendo que, tristemente, la realidad pudo más que la ilusión…
Santa Cruz, 6 de abril de 2016