Brasil y el Mundial: El Gran Circo
Qué sería del mundo si los visitantes que llegaron a Brasil pudiesen ver el concierto de Gilberto Gil en la fiesta junina de San Juan, o disfrutasen de un forró para conocer la cultura del interior y del nordeste, o conociesen la corajosa lucha del pueblo contra la(s) dictadura(s) del mundo, que realmente hicieron de este país gigante en todos los sentidos, y no sus nalgas sambantes. Ese sí sería un lindo circo, un Mundial que aporte tanto a este país rico y sin pobreza, grande y para todos, como dice la campaña, como para el resto del planeta.

Sao Paulo, 15 de junio (Andrés Peñaloza Lanza, especial para Oxígeno).- A la noche, los bares, panaderías y restaurantes de la ciudad vuelven a encender los televisores. Ya terminaron todos los partidos de fútbol del día y, aunque los canales son diferentes, todos muestran una secuencia de cosas muy similares. En el bar de Renato pasan Pânico na band, que ni ha comenzado y ya ha mostrado más nalgas sambando que el propio carnaval de Rio. Los presentadores-celebridades de los diferentes programas que pasan en la televisión muestran una paleta para que el televidente escoja: mujeres semi-desnudas, bromas pesadas, imitaciones baratas de personajes, crónica roja policial, de vez en cuando una noticia de relleno; todas esas cosas con una pelota de fútbol de por medio, repasando los goles del día como una cosa secundaria. Pero si uno continúa haciendo zapping, de repente nos encontramos con un concierto de Gilberto Gil en la fiesta junina de San Juan, una buena entrevista en el Programa do Jô, una nota sobre la exposición de Cássia Eller o de Salvador Dalí, un peliculón como Estación Central (Central do Brasil).
Y es que los países de porte como el Brasil tienen, por ejemplo, desde “Axé Bahía” hasta Tom Jobim, desde Paulo Coelho hasta Machado de Assis, desde Giselle Bundchen, pasando por Xuxa, hasta Rita Lee. Del extremo sur hasta el norte, este sub-continente abarca lo más genial que se ha producido en Latinoamérica hasta lo más degradante y dañino de la sociedad.
Si bien la tan esperada inauguración del Mundial fue decepcionante, el pasado jueves en São Paulo, la expectativa de un gran espectáculo sí se ha cumplido. Un gran espectáculo que va desde el ridículo hasta la belleza del deporte más lindo del mundo, digno del momento que este país-paleta de colores y sensaciones está viviendo. Que el turista que está visitando esos bares, panaderías y restaurantes lo diga: mientras Pitbull, J-Lo y Claudia Leitte montaban un playback, la FIFA armaba una chacota en la inauguración. Minutos después se dio el puntapié inicial al Mundial, y probablemente nadie notó que fue simbólico cuando Juliano Pinto, parapléjico, de 29 años, se subió a la fabulosa máquina creada por el científico Nicolelis, un exoesqueleto que les permite a las personas con esta limitación moverse de nuevo. Bastante genial como para haber pasado desapercibido, ya que la FIFA decidió otorgarle apenas 29 segundos al experimento del brasileño para hacer la demostración, que de hecho realmente funcionó y en apenas 16 segundos, pero que fue rápidamente cortada para mostrar a Dilma Rousseff camuflada en la tribuna. El circo continuó. La presidente no se pronunció, acto histórico en una abertura de la Copa del Mundo. Por el contrario, se escuchó un fuerte canto de insultos: “Ey, Dilma, vete a tomar por el c*”. El mismo Ronaldo (O gordo, como se lo llama en Brasil para distinguirlo de Cristiano, el portugués) tuvo participación como comentador del equipo de la cadena Globo en la cobertura del evento, que hace meses pronunció una polémica frase al intentar defender los gastos del Mundial: “Un Mundial no se construye con hospitales”, refiriéndose a las protestas de los médicos y de la ciudadanía en general. Pocas semanas atrás, el mismo Ronaldo criticó la organización del evento diciendo que “sentía vergüenza” de lo que estaban haciendo en su país. Y en fin, el propio partido tuvo su frutilla sobre la torta gracias a la imperdible expresión de Marcelo luego de inaugurar el marcador del Mundial con un autogol y después vestir la camiseta de la selección croata durante la entrevista al final del partido.
Durante las últimas horas del día, el entretenimiento de la televisión brasileña retiene y emboba a la gente. Al fin y al cabo, las nalgas danzantes, el fútbol y la fiesta son el prejuicio que gran parte del mundo tiene del Brasil, y que infelizmente se confirma por cómo se lo exporta, de primera mano para los turistas.
Y mañana será lo mismo.
Qué sería del mundo si los visitantes que llegaron a Brasil pudiesen ver el concierto de Gilberto Gil en la fiesta junina de San Juan, o disfrutasen de un forró para conocer la cultura del interior y del nordeste, o conociesen la corajosa lucha del pueblo contra la(s) dictadura(s) del mundo, que realmente hicieron de este país gigante en todos los sentidos, y no sus nalgas sambantes. Ese sí sería un lindo circo, un Mundial que aporte tanto a este país rico y sin pobreza, grande y para todos, como dice la campaña, como para el resto del planeta.