Sin trabajadores…¿no hay empresa?
De la añeja proclama del Manifiesto Comunista que tanto inspiró a los reivindicadores de los derechos de la clase trabajadora frente a la clase burguesa-industrial-explotadora, que en teoría se apropiaba del fruto del desgaste de la energía sicofísica de los trabajadores -la plusvalía- queda poco en los tiempos de globalización en que vivimos.
Cada año que pasa, la decimonónica arenga de Karl Marx -¡Proletarios del mundo, uníos, no tenéis nada que perder, excepto vuestras cadenas!- se relativiza más y más debido a varios factores como los derivados del avance tecnológico y la mejora de las condiciones laborales a favor de los obreros por la responsabilidad social de sus empleadores; y, pierde fuerza también por lo difícil que en muchos casos resulta tener una empresa legal sobre la cual el control y la sanción son posibles, algo que de ninguna forma pasa en la actividad productiva o comercial informal donde el Estado no tiene presencia.
De la añeja proclama del Manifiesto Comunista que tanto inspiró a los reivindicadores de los derechos de la clase trabajadora frente a la clase burguesa-industrial-explotadora, que en teoría se apropiaba del fruto del desgaste de la energía sicofísica de los trabajadores -la plusvalía- queda poco en los tiempos de globalización en que vivimos.
En un mundo casi sin fronteras, interconectado por la telefonía fija, celular e Internet -24 horas al día, 7 días a la semana y 365 días al año- nada hay que no se sepa, que no se comunique y advierta de lo que pasa en el mundo, derivando en dos fenómenos que pautan el desarrollo mundial a través del comercio: la competencia y complementariedad.
A lo primero abona el avance tecnológico, informático, la automatización y la robótica que sustituyen en la industria la mano de obra que se encarece, así como en el rubro agrícola el uso del satélite y GPS -para sembrar y cosechar- con altísima tecnología.
A lo segundo aporta el entorno que los países ofrecen al capital, la tecnología y el know how de gestión que provocan el fenómeno de la deslocalización productiva -el traslado de fábricas completas de una nación a otra- cuyo mejor exponente es China, donde -con las millonadas de obreros trabajando con alta productividad, bajos salarios y en inferiores condiciones que en Occidente- debería darse la revolución proletaria que jamás se dio.
¡Sin trabajadores no hay empresa! es la proclama hoy, a la hora de reivindicar derechos, como el segundo aguinaldo. Señores de la COB, sean responsables, vivimos tiempos diferentes al del extinto Karl Marx. Si desde el propio gobierno se dice que “empresa pública que no tenga utilidades hay que cerrarla” (ERBOL, 9.11.15), igual puede pasar en el sector privado. Cuidadito que por el segundo aguinaldo a cualquier costo, mañana venga el reclamo de sus bases desempleadas porque ¡sin empresa, no hay empleo!
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Fuente: “El Deber”
Santa Cruz, 2 de diciembre de 2015