Anatomias
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Victor Hugo Romero
04/06/2014 - 23:26

¿El rey ha muerto?

Tengo una hipótesis, al mundo le encanta las telenovelas y una sucesión del trono, es parte del imaginario colectivo del síndrome Disney que arrastramos desde hace más de quinientos años

El Rey está de moda, nunca antes lo había estado tanto. Todos hablan de la corona española, recuerdan lo bueno y lo malo de este polémico personaje histórico, que supo o no tomar las decisiones correctas, también salen a la luz los oscuros papelitos de su vida, se hacen recuentos, se improvisan documentales, desde que anunció su abdicación fue tapa en todo el mundo. Los diarios del mundo lo pusieron en primera plana, su posada fotografía junto a Mariano Rajoy salió en todo lado, tanto que el contenido de esa abdicación fue tuiteado miles de veces, siendo la pregunta ¿Por qué el planeta se vuelve loco con este tipo de noticias?

Tengo una hipótesis, al mundo le encanta las telenovelas y una sucesión del trono, es parte del imaginario colectivo del síndrome Disney que arrastramos desde hace más de quinientos años. Soñamos con ver y vivir ese tipo de escenas, que nos llevan a mundos de fantasía en donde los problemas se resuelven con ayuda de la magia, hechizo o  con la maternal presencia de una hada madrina.  Casi siempre nuestra sociedad responde a esos estímulos cursilescos y conservadores, en los que el bien tiene  que sobre ponerse sobre el mal y reordenando lo políticamente correcto.  De hecho hay sociedades, no todas por supuesto, como la española, la inglesa, que ingresan en niveles de locura y fanatismo alrededor de sus reyes, coleccionándolo todo, recuerdo los muchos “recuerditos” que se produjeron cuando hace poco se casó uno de los príncipes de Inglaterra.

¿Por qué nos gusta? La respuesta más sencilla podría estar relacionada a la remota esperanza de reproducir algo de esa vida real en nuestras vida, sentirnos príncipes y princesas, reyes y reinas, con todo el poder y protocolo que implica; me ha tocado ver a muchas personas, solazarse al reproducir y ejecutar ceremonias casi reales alrededor de autoridades poco “reales”, será el poder eventual el que el busca se impongan estas actitudes o la búsqueda insaciable de seguridad laboral, sin embargo es en el amor y nuestras relaciones cuando más requerimos a la realeza, las enamoradas empiezan a cantar el estribillo aquel que dice: Eres tú mi príncipe azul que yo soñé… y la Cenicienta se pone a bailar con un búho y unos pajaritos proyectándose su felicidad al castillo que muy pocos de nosotros podrá tener, siendo el arte de enamorar el único recurso que nos queda, actuando como un príncipe, aunque ni carruaje tengamos.

Otras de esas fábulas que nos gustaría se reprodujesen es con el Príncipe y el mendigo, cuando el pobre ocupa el lugar del rico y desde allí propone una reinado más “humanista”, paradojas de la vida real, que a ratos asumimos que se están dando, cuando la prensa arropa actores mediáticos sean políticos, artísticos o sociales y les otorga ese rango, obsequiándoles los quince minutos de fama que los dejarán colgados existencialmente, con sólo ver un noticiero nos daremos cuenta de estos extremos de ensoñación. En Bolivia, no tenemos reyes, ni reinas, ni jet set, tenemos una prensa rosa de lo más trucha, que cubre noticias también truchas de una clase social económica empoderada, sin estatus, style y ni abolengo, somos tan humanos que  creemos que posar a lado de un “famoso” de la tele local, implica ser reconocido por una casta banal y superficial. Así estamos con noticias sobre reyes, preguntándonos si valen la pena mantenerlos vigentes, encima de nuestras cabezas o dentro de nuestros imaginarios personales, pero como dijera Segismundo: la vida es sueño y los sueños, sueños son. ///

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