Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
10/05/2025 - 14:31

Armas y desarrollo humano

También es cierto que el capitalismo salvaje, sedujo a las nuevas generaciones a comportamientos individualistas terribles. Individualismos consumistas, capitalistas y egoístas, que destruyeron poco a poco lo colectivo, o la solidaridad como comportamiento normal de los humanos

Los civilizados, educados y cultos occidentales, otra vez están condenando al mundo a una carrera armamentista en nombre de su seguridad nacional. Astronómicas sumas de dinero, se destinarán en artefactos para matar y asesinar poblaciones enteras. Los más sofisticados cohetes e instrumentos de la muerte, serán fabricados demostrando en realidad el verdadero rostro de la civilización occidental: apocalipsis.

Es cierto que las estrategias del capitalismo desde siempre fueron también acudir a las fábricas de armas, para resucitar o recomponer sus economías en tiempos de crisis. Sus políticos se encargan de inventar guerras a lo largo del mundo, pues lo que se fabrica tiene que venderse. Las guerras son negocios simplemente, no importan las vidas humanas.

En estas coyunturas de la historia, sólo verificamos aquella historia repetida desde el siglo XVI. Las potencias capitalistas y no capitalistas, derrocharán enormes cantidades de dinero en fabricar armas; pero otra vez, quedarán postergadas las demandas mundiales respecto del desarrollo humano: salud, educación, trabajo y vivienda. Miles de millones de habitantes del mundo, tendrán que seguir sufriendo en este mundo las consecuencias del sistema capitalista.

Las mentalidades retrógradas de la política, avanzan poco a poco por todo el mundo. Mentalidades conservadoras y poco democráticas; que sólo entienden el lenguaje de la violencia y la fuerza bruta, como los instrumentos cavernarios más viables, pues la razón y los valores democráticos no son sinónimos de convivencia humana. Los genes imperiales de los civilizados occidentales, están sueltos y libres por el mundo: genocidio de Gaza.

Son épocas de paradojas. En pleno siglo XXI y con los supuestos avances más importantes de las ciencias, del pensamiento humano y del desarrollo, nos volvemos a encontrar con los fantasmas de los imperios y colonialismos. Fantasmas que corroen las mentalidades de los países ricos, que los carcomen y les convencen en función de la destrucción humana.

La pobreza y miseria del mundo, que es resultado del capitalismo, es vista como costumbre por las mentalidades conservadoras. Consideran que el destino humano está sellado en sectores que tienen todas las ventajas económicas del sistema; y por las mayorías que se merecen la pobreza por ese destino. Y la violencia es el único artefacto de diálogo real entre clases, culturas y grupos humanos.

También es cierto que el capitalismo salvaje, sedujo a las nuevas generaciones a comportamientos individualistas terribles. Individualismos consumistas, capitalistas y egoístas, que destruyeron poco a poco lo colectivo, o la solidaridad como comportamiento normal de los humanos. El sálvense quién pueda, es la norma y conducta actual, justificada por todos y asumida totalmente por las nuevas generaciones.

Aquellas consignas del desarrollo humano, como sueños mundiales, que se discuten en las NNUU, no se cumplirán por supuesto. Las armas y el odio son lo más importante para occidente. No el diálogo o la solidaridad mundial. No la posibilidad de compartir la riqueza, que además es producto del saqueo de siglos por el capitalismo.

Sin embargo, la experiencia mundial nos señala que los más pobres y marginados del mundo, no son estáticos ni dejan pasar la historia como simples esclavos. Todo lo contrario. La miseria y pobreza genera precisamente rebeldías, que muchas veces son semillas de cambios y transformaciones en la historia. Porque la búsqueda de dignidad es la semilla más importante, de todos los pueblos sometidos o explotados del mundo.

En esta línea, recordamos la derrota de los EUA frente a Vietnam en el anterior siglo. Como la derrota de estos mismos imperiales, en Afganistán hace muy poco. Pues, la dignidad de los pueblos es la bandera más importante, aun eso sea sinónimo de muerte o sufrimientos distintos de pueblos enteros. Al parecer, no hay impunidad total en la historia. Es cierto que varias veces no se hace nada para reivindicar a los muertos, a los torturados o violentados en sus derechos. Pero se sabe quiénes son los culpables del apocalipsis humano.

Las ideas y pensamientos en función de alternativas al capitalismo, siguen su curso. Probablemente duren muchos años, pues seguimos en esta lucha por más de 500 años. Generaciones de sacrificados, ni siquiera recordados por la historia o por las horas cívicas, que han ofrendado sus propias vidas y la de sus pueblos, para continuar en la búsqueda de alternativas por un mundo mejor: al menos más solidario y algo más humano.

Por ahora las armas y el odio son los valores más importantes de occidente. Poco han cambiado respecto del siglo XVI. Solo queda continuar con aquello que empezaron los ancestros allá en siglo XVI. Consolidar con el tiempo la consciencia de que no será fácil, como antes, encontrar la dignidad y el sentido de vida en este mundo.

Pero es preciso continuar, vemos como las mentalidades del odio y la destrucción siguen nomás vigentes. La impunidad no puede ser carta de ciudadanía mundial, sino la construcción de valores universales de la solidaridad, de la convivencia entre distintos y el cambio hacia el cuidado del mundo, donde el capitalismo sea un recuerdo de las tragedias humanas más increíbles.

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