Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
09/04/2024 - 13:57

En el mes del 9 de Abril

Es cierto que la complejidad de los acontecimientos ha superado totalmente, a la lentitud de comprensión de los dirigentes actuales y su poca capacidad de leer la realidad, de contrastarla con las teorías sociales, con las visiones ideológicas para tomar posiciones concretas respecto de la realidad.

La ausencia de debates ideológicos y políticos, se ha hecho una cruel costumbre. Porque las ideas han sido reemplazadas por gritos, brutalidad, sillazos en congresos, y más brutalidad callejera. Aquellos debates necesarios donde las posiciones ideológico políticas, definían de alguna manera el curso de los acontecimientos de los obreros, de los partidos políticos, de los dirigentes sindicales y políticos, también servían para concienciar a las bases. Los recuerdos de aquella generación del 52, del movimiento obrero minero, precisamente están impregnados en la capacidad de liderazgo de los dirigentes, por su alto grado ideológico político en los  debates. 

Es cierto que la complejidad de los acontecimientos ha superado totalmente, a la lentitud de comprensión de los dirigentes actuales y su poca capacidad de leer la realidad, de contrastarla con las teorías sociales, con las visiones ideológicas para tomar posiciones concretas respecto de la realidad. El triunfalismo infantil les ha llevado a la terrible inercia por pensar, razonar, crear condiciones nuevas en la política junto a sus bases. Lo peligroso de esta costumbre analfabeta, es que se remplace precisamente las ideas por la fuerza bruta, que sólo destruye la esencia misma de un movimiento obrero heredero  de aquellos que hicieron la revolución de 1952. 

Recordar aquellos acontecimientos previos y posteriores al 52, debería ser un acto de homenaje en medio de avances ideológicos y políticos, de las masas obreras. Además de nuevas conquistas sociales y económicas, para ese sueño de emancipación de los obreros, venciendo a la explotación y expoliación del sistema capitalista. Me temo que no será así.

Es cierto también que la derrota del proletariado minero en 1985, sigue calando muy hondo en la memoria e imaginario del proletariado. Derrota que devino en el neoliberalismo más primitivo y destructivo del patrimonio construido por la revolución de 1952. Que con sus errores, profundos en varios aspectos, dicha revolución perfiló un Estado para por fin beneficiar a las mayorías de todo el país. 

Las conquistas sociales y económicas de aquel proletariado del 52 son importantes. Hoy contamos con esas conquistas; debilitadas, pero aún son emblemas que ayudan a ser  más digna la vida de los obreros, profesionales, obreros por cuenta propia e incluso comerciantes informales. No se han superado esas conquistas económicas ni sociales del 52, respecto del movimiento obrero minero. Conquistas que por cierto han sido bases de las nuevas coyunturas sociales del país de los últimos veinte años, donde también hemos avanzado en lo cultural, comunitario y en igualdad de género.

Sin embargo, más allá de los  homenajes y recuerdos, las nuevas realidades del proletariado actual, deberían empujarnos a ver dichas conquistas en perspectiva. La despolitización de las masas, el poco apego a las ideas políticas, a las ideas de revolución como otrora, a las ideas de cambio social, simplemente son mensajes claros de aquella derrota terrible de 1985. De ese desánimo y desaliento, que condujo a las masas a posiciones pragmáticas, voluntaristas, varias veces oportunistas, que sólo ven con el ojo de la sobrevivencia y la coyuntura; pero no con la perspectiva de cambio y de renovación para vencer al sistema imperante. Es decir, sin la capacidad de generar estrategias de clase.

Las nuevas generaciones de obreros y proletarios mineros, están desprovistos de imaginarios de Estado y Nación. Aquellos imaginarios que permitieron a los proletarios de los años 40, del anterior siglo, hacer la revolución del 52. No sólo por la necesidad nacionalista de generar un Estado propio, sino y sobre todo por la emancipación del trabajo por parte del proletariado, un sueño desde siempre cuando las masas son conscientes de su explotación, de sus nefastas consecuencias de ser esclavos del sistema. De ser individualistas y oportunistas, por decisión del sistema en contra de los propios camaradas de clase.

Las nuevas condiciones actuales requieren de absoluta creatividad, de quiénes son conscientes de las nuevas maneras de explotación, de las nuevas maneras de esclavismo, del reacomodo del sistema a las nuevas tecnologías, que sólo siguen esclavizando a las mayorías marginadas del mundo. Pues los nuevos proletariados necesitan con urgencia herramientas de toma de consciencia, para seguir en las trincheras de combate en las nuevas coyunturas. Tareas, como ayer, apoteósicas y colosales en las huellas de aquel proletariado que hizo la revolución de 1952.

Entonces, recordemos a aquel proletariado minero que tomó consciencia, que entregó su vida como generación, que hizo posible crear otro derrotero para Bolivia. Que plantó cara al imperialismo, que plantó cara a sus sirvientes conscientes e inconscientes de estos territorios. Que hizo una posibilidad de vida digna en las minas nacionalizadas, con salud, educación y alimentos de primera calidad. 

Pero muchas veces la historia es dramática. Los líderes políticos de entonces, se convirtieron en verdugos, en asesinos y nuevos explotadores de quiénes les dieron en bandeja de plata el poder y las condiciones del poder. Experiencias no aprendidas. En todo caso, ese proletariado del 52 cambio el rumbo de Bolivia. El sistema político nunca estuvo a la altura de aquellos acontecimientos. Nos quedan esas herencias a resolver.

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