Opinión
Emiliano Azurduy
16/02/2021 - 22:28

La buena salud del capitalismo

Asistimos pasmados a una guerra desigual en la que los más vulnerables, una vez más, pagarán la factura social de la pandemia, como tantas veces lo recordaba el exPresidente Correa. La guerra por las vacunas tiene un claro ganador: Occidente, las vacunas no serán distribuidas equitativamente ni bajo parámetros de derechos humanos. No, las acapararan los que más tienen, lo que más pueden. El Mundo Occidental, el más civilizado, el más adelantado, el más respetuoso de los derechos humanos, ha mostrado que las vacunas son, sobre todo, una mercancía, en la que prevalece el “sálvese quien pueda”.

 

La Razón, 30 de enero de 2021, caricatura de Al Azar.

LOS INOCULTABLES DATOS DE UN ACAPARAMIENTO INHUMANO. A pesar de los intentos por cambiar esa imagen, las cifras son elocuentes y no dejan margen a duda, la Unión Europea encargó 2,3 mil millones de dosis para los 450 millones de habitantes, es decir, más de cinco veces su población. Occidente compró el 90% de las dosis producidas por los laboratorios de Estados Unidos.[1]

 

El mismo Director Ejecutivo de la Vacuna AstraZeneca, Pascal Soriot, afirmó “Europa se va a llevar el 17% de la producción global en febrero, a pesar de que supone el 5% de la población mundial".[2]  En la misma línea, según un reporte de la BBC la Alianza Vacuna del Pueblo, una red de organizaciones entre las cuales está Amnistía Internacional, Oxfam o Justicia Global Ahora, denunció que “cerca de 70 países de bajos ingresos tan solo podrían vacunar a una de cada 10 personas”. Hasta enero, de las 39 millones de dosis administradas en el mundo, menos del 1% fueron aplicadas en pacientes de países pobres.[3]

 

En América la situación es igual de desastrosa, sólo Estados Unidos ha acaparado el 90% de las vacunas y Canadá fue acusada de haber pedido suficientes dosis de vacunas “como para proteger a cada canadiense unas cinco veces”. Las autoridades de ese país quisieron desmentir aquello, pero se impuso el hermetismo y el secretismo acerca de las cantidades y los montos que se pagaría.[4]

 

Como se ha denunciado en la Organización Mundial de la Salud (OMS), a fuerza de millones de dólares o de euros los países desarrollados acapararon sin ningún rubor la producción mundial de vacunas en detrimento de los países más pobres. La responsable de Oxfam manifestó al respecto que “las capacidades de producción actuales y la captura que llevaron a cabo los países ricos implica que pocos países pobres o endeudados tendrán acceso a la vacunación durante 2021”[5], lo cual significa, en buenas cuentas, un altísimo costo en vidas y en la salud de los más vulnerables.

 

UN DIRECTOR DESESPERADO. La patética y enorme desigualdad en la adquisición y distribución de vacunas llevó al Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus a afirmar que fue un “fracaso moral catastrófico”, alertando que aquello tendría graves consecuencias, literalmente afirmó que “el precio de este fracaso se pagará con las vidas y el sustento de los países más pobres", añadiendo que no era justo que gente sana y joven en naciones ricas acceda a la vacuna antes que grupos vulnerables en estos países. Como ejemplo, explicó que se habían distribuido alrededor de 39 millones de dosis de la vacuna anticovid en 49 de los países más ricos, en comparación con tan solo 25 dosis en una nación pobre. Este reparto injusto y sin equilibrio bajo el cobijo de la estrategia del "yo, primero" y la acumulación de las vacunas provocará, dijo el máximo representante de la OMS, el aumento de los precios, la prolongación de la pandemia y en consecuencia el irreversible daño a los más pobres y, por supuesto, a la economía mundial, derivando luego en los propios países desarrollados.[6]

 

Por tanto, haber conseguido la vacuna en las condiciones que se consiguió no parece ser suficiente para detener la pandemia, sino garantizar su distribución a los países y a los grupos que más lo necesitan.[7]

 

EL COVAX, UNA ESPERANZA. Frente a esta desesperanzadora ola de desigualdad, la OMS continua coordinando con la plataforma COVAX, un mecanismo destinado a garantizar un acceso equitativo de las vacunas en los países en desarrollo con ayuda financiera de los países desarrollados, pidiendo un compromiso de los países desarrollados, cuyo éxito es dudoso de continuar el acaparamiento de las vacunas.  De acuerdo los datos de la OMS, hasta enero, más de 180 países se habían unido a la iniciativa COVAX, con el objetivo de conformar un bloque con mayor poder de negociación con las farmacéuticas. Bajo esta iniciativa, 92 países de ingresos medios o bajos adquirirán las vacunas a través de un fondo patrocinado por donantes (700 millones de dólares). BBC, pero nuevamente, las dudas se ciernen, por los compromisos bilaterales de las empresas farmacéuticas y su incapacidad de producir las vacunas rápidamente.  FRANCE 24

 

QUIÉNES FINANCIARON LAS VACUNAS. En esta guerra desigual es también preciso desmontar algunas mentiras que pretendieron instaurar las empresas farmacéuticas, frente al justo reclamo de los países en desarrollo como India y África del Sur y de varias coaliciones de ongs como Amnistía Internacional, Oxfam o Médicos sin Fronteras para que éstas renuncien a los beneficios de las patentes o licencias frente a esta pandemia universal, alegando éstas que los recursos logrados por las patentes y licencias eran necesarios para continuar con las investigaciones de las vacunas, sin embargo, las múltiples evidencias, como lo ha ratificado Médicos sin Fronteras es que fueron los recursos estatales, las donaciones filantrópicas, junto a la cooperación solidaria de médicos, enfermeras y enfermeros, pacientes, científicos, voluntarias y voluntarios, que lograron conseguir este antídoto en tiempo récord, cuando un investigación de estas características lleva años en conseguirse. Por lo cual, este esfuerzo conjunto, debió servir para iniciar una cruzada mundial que distribuya la vacuna en forma equitativa y solidaria, y no bajo parámetros de negocio, en el cual, son los laboratorios privados que deciden “el poder de la producción, de la distribución y los beneficios de las patentes”.[8]

En la misma Europa, recuerda un reportaje de Página 12, un grupo de organizaciones sociales denominado «Pas de profits sur la pandémie» (Sin beneficios con la pandemia) pidió a la Comisión Europea que haga lo necesario para que los tratamientos contra la pandemia “sean un bien público mundial, accesible a todos”, sin embargo, esta Comisión hizo todo lo contrario, negoció contratos millonarios con seis laboratorios y los cubrió cláusulas de confidencialidad.

 

UN MUNDO PARA LOS RICOS

En suma, los países más pobres están quedando al margen de los esquemas de vacunación contra el Covid-19 “y aguardan rezagados en las posiciones finales de las listas de espera para la distribución de los antídotos, como condenados a ser los últimos en recibirlos”. De manera que, aunque las vacunas fueron una esperanza para algunos, se lamenta el Director Tedros, se termina convirtiendo “en otro ladrillo en el muro de la desigualdad entre los que tienen y los que no tienen".[9]

Es necesario comprender que la distribución de las vacunas es apenas es una pequeña muestra del mundo profundamente desigual en el cual se ha producido la pandemia. Es decir, no puede entenderse este comportamiento, sin evidenciar la existencia de un sistema esencialmente capitalista en el que la salud, las vacunas y los medicamentos son sólo mercancía. Un capitalismo en pleno auge que combina además un colonialismo remozado. Así lo muestra un informe de Oxfam “El virus de la desigualdad”, recientemente presentado que devela dramáticamente esto que afirmamos, dice Oxfam:[10]

 

  • Los milmillonarios han recuperado el nivel previo a la pandemia en tan solo nueve meses, mientras que para las personas en mayor situación de pobreza del mundo esta recuperación podría tardar más de una década en llegar.
  • La fortuna acumulada por los 10 milmillonarios más ricos del mundo desde el inicio de la crisis es más que suficiente para evitar que ninguna persona del mundo se vea sumida en la pobreza a causa del virus, así como para financiar la vacunación contra la COVID-19 de toda la población mundial.
  • Para la mayor parte de la población mundial, perder tan solo un ingreso supone caer en la miseria, mientras que los milmillonarios aumentaron su fortuna en 3,94 billones de dólares entre el 18 de marzo y el 31 de diciembre de 2020.
  • Su riqueza conjunta asciende ahora a 11,95 billones de dólares, lo que equivale a la suma que los Gobiernos del G20 han movilizado para responder a la pandemia.
  •  En Brasil, las personas afrodescendientes tienen un 40 % más de probabilidades de morir a causa de la COVID-19 que las personas blancas.

Este injusto sistema económico y social del mundo es denunciado por el propio Secretario General de Naciones Unidas, el portugués António Guterres, quien ha dicho “Se ha comparado al COVID-19 con una radiografía que ha revelado fracturas en el frágil esqueleto de las sociedades que hemos construido y que por doquier está sacando a la luz falacias y falsedades: la mentira de que los mercados libres pueden proporcionar asistencia sanitaria para todos…..el engaño de que vivimos en un mundo post-racista; el mito de que todos estamos en el mismo barco. Pues si bien todos flotamos en el mismo mar, está claro que algunos navegan en súper-yates mientras otros se aferran a desechos flotantes”.[11]

 

PROPUESTAS DESDE EL SUR

Además del mecanismo del Covax y la posibilidad de la utilización de otras vacunas como la rusa Sputnik V ha quedado en evidencia que la vacuna está muy lejos de considerarse un bien público universal, por ello son importante las voces desde el Sur que han denunciado esta injusticia como  la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que mediante un Comunicado de 2 de febrero de 2021 ha expresado su preocupación por la creación de la Unión Europea de mecanismos que limitan las exportaciones de vacunas e insumos médicos a terceros países y de bienes utilizados para hacer frente a la pandemia. Reitera, en tal sentido, que debe observarse lo dispuesto en la Resolución 74/274, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas que busca fortalecer las cadenas de suministros que “promuevan y garanticen el acceso universal, justo, transparente, equitativo, eficiente y oportuno a los medicamentos, vacunas e insumos médicos para enfrentar la pandemia por COVID-19” y también la Resolución WHA 73.1, aprobada por la Asamblea Mundial de la Salud de mayo de 2020, que “reconoce la vacunación extensiva contra COVID-19 como bien de salud pública mundial para la prevención, contención y detención de la transmisión con miras a poner fin a la pandemia”. En este entendido, la CELAC pide a la comunidad internacional que evite medidas que impidan brindar una respuesta mundial al COVID-19, que debe basarse en la unidad, la solidaridad, la concertación política y una cooperación multilateral en la nueva normalidad post-pandemia”.[12]

 

Igualmente, destacamos la voz del Grupo de Puebla y su consejo jurídico, que en sendas manifestaciones pidió a todos los gobiernos, y en especial a los productores de vacunas contra el Covid-19, que el acceso a los medicamentos sea mundial y sin distinciones. El movimiento americano de líderes progresistas, entre presidentes, expresidentes, exvicepresidentes, excancilleres,  de más de 15 países, reiteró la urgencia de otorgar a las vacunas contra el Covid-19 el carácter de bien público universal, el cual estaría definido por su libre acceso, ser gratuito y democrático, solicitando al G-20 que, al menos el 10% de las existencias y futuras entregas de las vacunas sea destinado a los países que no las producen para iniciar de manera inmediata la vacunación de su primera línea de riesgo conformada por el personal sanitario que lucha contra el virus y la población mayor de 80 años. Y así también, abrir un diálogo inmediato con la Unión Europea para detener la propuesta de algunos socios de la Comunidad de restringir, de forma arbitraria e inhumana, la exportación de vacunas a nuestros países. Impulsando por otra parte, la propuesta del gobierno de México para desarrollar, a través de una plataforma digital en la CELAC, un programa de monitoreo y seguimiento sobre los avances y dificultades en el proceso de vacunación. De manera clara el Grupo de Puebla manifiesta que la integración “es el comienzo de la solución de nuestros problemas”, como también recordó el expresidente Rodríguez Zapatero y el expresidente Lula da Silva.[13]

En un magnífico resumen António Guterres sobre la propuesta Grupo de Puebla resaltó el esfuerzo del grupo progresista por su llamado al acceso universal a la vacuna contra el COVID-19 y por situar al respeto por los derechos humanos en el centro de la lucha común contra la pandemia. Recordó también el precio que debe pagarse por las debilidades de un modelo de desarrollo que ha profundizado las desigualdades, el deterioro ambiental y el cambio climático que ponen en peligro la seguridad humana. Recordando que los efectos y las posibilidades de respuesta de los países en desarrollo difieren ante los impactos y las opciones de los países con más recursos. En cada país, los más vulnerables, necesitan una protección especial. Coincidiendo en la urgencia de garantizar que la vacuna sea un bien público mundial accesible para todos. De manera categórica afirmó “el momento de la verdad ha llegado…no se puede permitir que un retraso en el acceso a la vacuna amplíe aún más las enormes desigualdades actuales a nivel mundial. Vacunar solo en países desarrollados no los protegerá. Dejar a poblaciones enteras expuestas al virus aumentará la probabilidad de que el virus mute, lo que hará que las vacunas sean ineficaces”

A MODO DE CIERRE

Es indudable que Occidente ha quedado común o claro ganador en la guerra por las vacunas, en detrimento de los países en desarrollo que más lo necesitan, y cuyas consecuencias serán miles de vidas perdidas, el deterioro de las condiciones de salud y una crisis económica de imprevisibles consecuencias, lejana pareciera que queda la idea de que las vacunas sean un bien público universal y que se distribuyan bajo parámetros de derechos humanos, los datos de esta injusticia son incontrastables y son parte de un mundo profundamente desigual en el cual el capitalismo goza de muy buena salud.

Los más pobres y los más vulnerables además de estar más expuestos a la pandemia quedarán irremediablemente condenados a sufrir los efectos, lo cual repercutirá en un aumento del hambre y de las enfermedades relacionadas con la pobreza.

Queda la esperanza de los países del sur, de la cooperación sur-sur, del desarrollo de las propias capacidades, del multilateralismo, de espacios como la CELAC, UNASUR, el ALBA o el Grupo de Puebla que denuncien y ejerzan presión para cerrar las brechas que nos separan de afirmar que la vacuna no es una mercancía sino un bien público universal. Es también una histórica oportunidad para que Latinoamérica lidere los cambios que el mundo desesperadamente necesita, desde la filosofía de sus pueblos indígenas como el sumak kawsay (buen vivir) o suma qamaña (vivir bien), para que nadie se quede atrás, como lo ha propuesto el Grupo de Puebla.

 


[1] “Las tres guerras de la vacuna contra el coronavirus”, PÁGINA 12, Eduardo Febbro, 31 de enero de 2021.

[2] Escalada de tensión entre la UE y Reino Unido por los problemas de distribución de vacuna contra COVID-19, BBC News Mundo, 30 de enero de 2021.

[3] Vacuna contra el coronavirus: la OMS advierte que el mundo está al borde de un "fracaso moral catastrófico", BBC News Mundo, 19 de enero de 2021.

[4] Id.

[5] Id. 1

[6] Id. 3

[7] Coronavirus: cómo con las ganancias de los últimos meses de los 10 más ricos del mundo se "podrían comprar vacunas para todos", BBC News Mundo, 26 de enero de 2021.

 

[8] Id. 1

[9] Id. 7

[10] Informe de Oxfam “El virus de la desigualdad, enero de 2021.

 

[11] Id.

[12] Comunicado Especial de la CELAC N° 057 sobre la restricción de exportaciones para vacunas e insumos contra Covid-19, 6 de febrero de 2021.

 

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