Opinión
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Susana Rivero Guzman
29/10/2020 - 18:11

El Beni y uno de los peores años de su historia

Les tocó a la mala, sin ley, legitimidad ni votos; pero eran gobierno al fin, habían estado sin poder local un tiempo y tenían que aprovechar, saber para qué servía, cómo sabía y por supuesto usarlo.

Gobernación Beni

El Beni y sus habitantes pasaron por un año atípicamente desgarrador, primero por la violencia provocada y premeditada con anticipación para anular y no reconocer los resultados de las elecciones el 2019, lo cual generó la dolorosa experiencia de exponer lo peor de las personas, trastocar códigos mínimos de respeto y convivencia entre conocidos, amigos y familias de nuestros pueblos, tener vocales procesados a sabiendas que nada tuvieron que ver con el invento de fraude electoral, pues todos los partidos estuvieron hasta el final del cómputo y con su experiencia de años, sabían perfectamente qué mecanismos legales usar para apelar y no lo hicieron, prefirieron la ruptura y el caos.

En este escenario arrinconan a cuanto masista, izquierdista, o ciudadano común encontraron sombreando, pues claro era la primera vez en la historia que eran gobierno nacional. Les tocó a la mala, sin ley, legitimidad ni votos; pero eran gobierno al fin, habían estado sin poder local un tiempo y tenían que aprovechar, saber para qué servía, cómo sabía y por supuesto usarlo. Vaya que lo usaron. Todos tuvieron trabajos pega, fiestas, carros, aviones. Ni cuarentenas o restricciones locales valían para ellos en pandemia, su poder era ilimitado. Esos benianos eran los dueños del país y del gobierno. 

En el MAS-IPSP, en cambio, hubo desconcierto, unos no entendían nada, otros se reacomodaban, otros negociaban, otros delataban, otros se ocultaban, otros expulsaban a sus operadores conocidos en ampliados creyendo que así se los sacaban de encima y asumían ellos sin batallar. Total la fuerza había podido todo lo que ninguna ley respaldaba, era la regla de la nada, tierra de nadie. Hubo peleas, divisiones, reclamos, pero también silencio. Ese silencio que en medio del dolor de la pandemia hizo algo mágico.

El pueblo, las familias, los municipios empezaron a quebrarse con el Covid 19, ahí ya no había pega, poder o gobierno que ayudara, daba lo mismo azul, verde, rosado cuando de plasma, ivermectina u oxígeno se trataba. Nos desgarramos por completo, todos, con las perdidas de vecinos, familia, amigos, el internet no daba para postear por la avalancha de condolencias, las calles sonaban a nada, la muerte nos acechaba. Y ahí renacimos, en el dolor, en la solidaridad, en el miedo a la muerte, como pueblos, como ciudadanos.

Pero, un grupo no lo vio y fue en contraposición lo que destruyó para siempre al primer gobierno beniano de la historia del país, ya ni las botas militares les alcanzan. Enfermaron de poder y de importancia y con ello no vieron lo que en definitiva ha dejado la elección del 19 de octubre de 2020.

Solo basta mirar los votos absolutos del MAS-IPSP y compararlos con sus históricos de elecciones pasadas (alrededor de 4000 votos menos que las elecciones del 2019) para comprender que no les hicieron ni mella esos benianos ahora dueños del poder. Apenas afectaron su votación y por eso hoy mismo ya hablan de unirse para impedir que en las subnacionales, el MAS gane en los pueblos. Perdieron dirán. Pero, vean los números. 

¿Qué pasó y por qué no lo entienden? ¿A qué se debe esta votación? Cada masista en silencio, de duelo por los suyos y los de los otros, con miedo, agarró su polera, su bandera vieja ya que nadie tenía plata, ayudaron al vecino, cocinaron para el que no tenía, dieron sangre, llevaron remedios, apoyaron a los médicos que solidariamente entraban a los barrios, volvieron al pueblo, remendando los huecos, y los sueños.

Gran trabajo compañer@s, todos lo hicieron, tenemos una nueva generación de valiosos líderes que mostraron estar a la altura, lo hicieron con el corazón, y en perspectiva toca esa misma sencillez, eso de estar con el pueblo, eso de no mirar por encima del hombro y sobre todo, trabajar para servir a los demás. Los cambas somos distintos. Esa puede ser nuestra ventaja y no nuestra debilidad ante el poder.

Nuestro pueblo no quiere más odios, quiere trabajo, reconciliación, certezas, paz  aire, comida. No juntuchas de políticos de siempre sacándose la mugre en televisión.
 

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