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Arturo Yáñez Cortes
16/08/2020 - 18:54

La ciudadania indefensa

Las grandes potencias de la ciencia, si bien avanzan hacia la vacuna o las medicinas efectivas, parecen estar más interesadas en anteponer sus intereses geopolíticos, sin descartar –lo que en alguna medida tendría sentido- en que empezarán por proteger en primer lugar a sus ciudadanos, mientras el resto debamos esperar.

En estos tiempos de pandemia: ¿Cuál es el sentimiento recurrente de la ciudadanía boliviana? ¿Confianza? ¿Miedo? ¿Esperanza? ¿O una profunda sensación de inseguridad e indefensión? A la vista de recientes acontecimientos, me inclino por la última opción, como la preponderante. 

Me remito a las pruebas: el COVID 19 con todas sus aún desconocidas características descubiertas camino a su combate –sin ignorar pese a todo los avances que en estos meses la ciencia está logrando- ha generado una sensación universal de inseguridad. El cuestionable rol de la OMS ha contribuido significativamente a ello, pues en vez de dotar de certeza a la humanidad como el organismo global ultra especializado en salud, por sus constantes cambios de postura –que no se usen barbijos, luego lo contrario, etc- prueban una penosa falta de liderazgo mundial en la batalla.

Las grandes potencias de la ciencia, si bien avanzan hacia la vacuna o las medicinas efectivas, parecen estar más interesadas en anteponer sus intereses geopolíticos, sin descartar –lo que en alguna medida tendría sentido- en que empezarán por proteger en primer lugar a sus ciudadanos, mientras el resto debamos esperar. 

Ese sentimiento se multiplica en nuestro país. No hemos tenido desde siempre la inteligencia para propiciar el desarrollo científico de la medicina o de cualquier otra ciencia (los pocos casos, son eso, excepciones a la regla), por lo que hoy no tenemos más remedio que esperar a que alguna potencia científica descubra la vacuna y nos haga caer sus migajas, confiando nuestras esperanzas en los mecanismos ya creados que aseguren un acceso justo e igualitario a una futura vacuna.

Mientras tanto, esa sensación de indefensión se amplifica no sólo por aquellas consideraciones, sino por la obra y omisión de quienes están obligados a lo contrario. Si bien la ciudadanía ha sido sacrificada –no quedaba otra- por las cuarentenas que fueron justificadas mientras preparábamos nuestro eterno deficiente sistema sanitario para enfrentar adecuadamente la crisis pandémica, hoy varios meses después, sencillamente no se ha logrado ese fin. Que los 14 años previos de derroche no generaron esas condiciones es harto evidente, pero también lo es que la nueva administración por muchos esfuerzos de urgencia realizados –incluyendo el escándalo de los respiradores- no ha logrado dotarnos de suficientes medios para enfrentar la crisis: si te enfermas y necesitas atención médica de avanzada, sencillamente quedas librado a tu suerte a nuestro Señor, pues no existen suficientes UTIs, oxígeno, medios y ni siquiera espacios (camas) en los hospitales e incluso, las medicinas para los tratamientos previos que podrían evitar aquella situación, escasean y están sujetas a especulación y al mercado negro. Tenemos tal grado de indefensión que ni los fallecidos pueden tener un entierro digno, sus deudos sufren re victimización estatal sea a través de los gobiernos municipales y otras reparticiones, aunque sea para por lo menos despedirse y enterrar dignamente a sus familiares.

Peor aún (escribo cuando todavía el dialogo está convocado) en plena pandemia, vándalos disfrazados de sindicalistas o algo parecido, reclamando una fecha irrazonable de realización de elecciones (por la pandemia, por si acaso) pese a que ya el calendario electoral que implica realizar varias actividades secuenciales muestran que será imposible en septiembre, realizan criminales bloqueos que han generado varios fallecimientos y amplificado los perjuicios económicos. El organismo encargado constitucionalmente para la defensa de la sociedad como es el Ministerio Público, no ha hecho absolutamente nada útil, pues –salvando excepciones que aplican- el Fiscal General es simple y llanamente un militante MAS del proceso de cambio e incumple flagrantemente sus deberes, contando el encubrimiento de quienes le eligieron en la Asamblea Legislativa y hoy le encubren ante una eventual investigación y juzgamiento.

Mientras, el ciudadano común ha quedado indefenso frente a la pandemia y frente al estado cuya principal obligación debiera ser asegurar el disfrute de sus principales derechos humanos como la vida, la salud y la seguridad. ¿Se tratará de aquello de CHOMSKY?: “Ahora vivimos la sensación de que estamos solos, de que no hay nada que hacer, de que el Estado está contra nosotros… “.  

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