El incontrolable corredor aéreo de la droga
Perú. Cuatro o cinco vuelos por día. Decenas de pistas clandestinas de tierra en la selva. Familias enteras al servicio de los narcos. 300 kilos de pasta base por viaje. 800 dólares por kilo. Bolivia. Más de treinta laboratorios de cristalización escondidos en las llanuras. Otras tantas microfábricas camufladas en caseríos de barrios populares y pueblos del Altiplano. Emisarios de cuatro países en la gestión del negocio. Entre 1.500 y 2.000 dólares por cada kilo de cocaína de alta pureza. Brasil. Dos poderosos “comandos” al frente de todo.
Perú. Cuatro o cinco vuelos por día. Decenas de pistas clandestinas de tierra en la selva. Familias enteras al servicio de los narcos. 300 kilos de pasta base por viaje. 800 dólares por kilo. Bolivia. Más de treinta laboratorios de cristalización escondidos en las llanuras. Otras tantas microfábricas camufladas en caseríos de barrios populares y pueblos del Altiplano. Emisarios de cuatro países en la gestión del negocio. Entre 1.500 y 2.000 dólares por cada kilo de cocaína de alta pureza. Brasil. Dos poderosos “comandos” al frente de todo. Millares de adictos al crack o bazuco en situación de calle. Muchos más en la creciente y pudiente clase media que gusta del clorhidrato. Millones de dólares al año en compras y ventas. Hasta 10.000 dólares por kilo en Sao Paulo.
Las cifras siguen. En Bolivia, en los primeros 11 meses del año ya van 29 avionetas que se incautaron por realizar narcovuelos, según el último reporte de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN). Las pistas clandestinas ya no se encuentran sólo en Santa Cruz y Beni. A principios de este año se detectaron seis en el norte de La Paz y no hay motivos para creer que no existan más. En el operativo se encontraron 380 kilos de pasta base, 300 de clorhidrato y nada menos que 7.000 litros de jet fuel. Cantidad suficiente para hacer más de 100 incursiones al VRAEM peruano y volver con centenares de kilos de droga en cada vuelo.
Perú
6 minutos. Un video revelado por el portal de periodismo de investigación peruano IDL-Reporteros mostró que las avionetas apenas requieren esa cantidad de tiempo en tierra para cargar la mercancía y emprender el retorno. Una aeronave con matricula boliviana fue filmada desde un monte en Mayapo, a orillas de río Apurimac de Perú, el 27 de octubre pasado. La reveladora filmación muestra en detalle cómo la droga es cargada en el Cessna bimotor y la realización del pago correspondiente. Se calcula que por 300 kilos de pasta base el “desembolso” debe ser de un poco menos de 300.000 dólares. Por el alquiler de las pistas se paga hasta 10.000 dólares. Las transacciones se pueden realizar in situ o en alguna capital latinoamericana a miles de kilómetros de distancia, entre los verdaderos dueños de la ruta. En total impunidad y en medio de los lujos de la suite de un hotel.
Ver video: https://www.youtube.com/watch?v=MBsrROotgVg
La Dirección Antidroga del Perú (Dirandro) indicó que los comunarios de la región reciben entre 20 y 100 dólares por reparar las pistas que son dinamitadas por las fuerzas de seguridad. Otros son empleados como mochileros o despachadores. Muchos trabajan en el acopio de la hoja (los “hombres hormiga”) y algunos se ocupan en las cocinas donde se produce la pasta. Así es como familias enteras se vinculan de una u otra manera en el negocio. Los “capos” de la zona también están organizados en modelos familiares y por eso la violencia es reducida en todo el VRAEM. “Cancha” o “mesa” son algunos de los nombres con los que los narcos se refieren a las pistas.
IDL-Reporteros publicó otro video, supuestamente filmado en la misma fecha, en el que el operativo montado por la fuerza antidroga peruana no pudo detener a la avioneta que logró levantar vuelo y escapar con la pasta base. Sin embargo, la Dirandro pudo anotar la matrícula boliviana y le pasó el dato a la FELCN. Tres días después, el jueves 30 de octubre, la Fuerza de Lucha Contra El Narcotráfico encontró esa aeronave con 398 kilos de cocaína a bordo en una pista de aterrizaje clandestina en la provincia Iturralde, al norte de La Paz. En el operativo fueron capturados cinco bolivianos, entre ellos el piloto y el copiloto; 35 bidones de gasolina para avioneta con capacidad de 60 litros cada uno; un teléfono satelital, seis teléfonos celulares y una radio UHF.
Ver video: https://www.youtube.com/watch?v=BPQIactfcbA
Las policías actúan casi a ciegas y bajo métodos artesanales de investigación. A pesar de la normativa boliviana que ya permite el derribo de aviones, no existe la tecnología satelital para monitorear una frontera por la que se realizan al menos 80 narcovuelos semanales. La cooperación entre la Dirandro y la FELCN es estrecha, pero insuficiente. Faltan recursos humanos, económicos y tecnológicos.
El director de IDL-Reporteros, Gustavo Gorriti, hace un apunte por demás importante. Estados Unidos subvencionó la lucha antidroga en Bolivia y Perú durante décadas, “desde helicópteros hasta dinero para investigaciones y uso de equipos de inteligencia electrónica”, a cambio de ceder el control de las investigaciones y soberanía en su manejo y conducción. Sin embargo, el nuevo corredor aéreo de la droga no les interesa mucho a los estadounidenses porque el destino final de la mercancía es Brasil y no apunta al norte. Es un circuito sur-sur, lo que de principio ya significa una novedad en la dinámica del narcotráfico sudamericano.
Ver el reportaje de IDL-Reporteros: https://idl-reporteros.pe/2014/04/01/caza-de-avionetas/
Bolivia
Palmasola es uno de los puntos estratégicos en la administración y control de los narcovuelos. Es un secreto a voces entre los pilotos que allí se coordinan varias de las líneas de transporte de pasta base que están establecidas entre Bolivia y Perú. A través de Whatsapp y mensajes de texto, las ubicaciones y fotografías de las pistas en mitad de la selva peruana llegan hasta el centro de reclusión cruceño. Así se establecen las fechas y horarios para las incursiones de las avionetas que salen desde Santa Cruz y Beni. El resto de la coordinación se hace a través de comunicaciones radiales con los pilotos en pleno vuelo.
Una de las historias que cobra fuerza en Santa Cruz es que algunos de los más hábiles pilotos recluidos en Palmasola salen de vez en cuando del penal para realizar los vuelos a las zonas más difíciles del VRAEM. Como existen policías involucrados con este circuito, ellos facilitan la salida por unas horas de los reclusos. Abandonan la prisión a primeras horas de la madrugada y antes del mediodía ya están de vuelta en sus pabellones, después de “coronar” el traslado.
En el mundo del narco, los pilotos bolivianos son reconocidos por eficientes y baratos. Hay algunos muy hábiles que son los que cobran más y otros considerados imprudentes que por entrar en el circuito aceptan encargos por los que reciben menos de 7.000 dólares. En cambio los brasileños o colombianos acostumbran cobrar hasta 25.000 por el mismo trabajo. Estos últimos son identificados como los más temerarios. Si alguna avioneta o helicóptero policial los comienza a seguir, ellos bajan en picada y comienzan a realizar maniobras evasivas entre los árboles y casi raspando los montes de la selva. Muchos han muerto en el intento de escapar, sin embargo más de uno de ellos logró su objetivo y burló a sus seguidores.
Las fuerzas antidroga de Bolivia y Perú no ignoran que en los últimos años se hayan multiplicado las academias de adiestramiento de pilotos en Santa Cruz. Tampoco que el precio del curso ahora cueste siete veces más de lo que solía costar. Hay una parte del gremio que está ofendida y con justa razón. La multiplicación de los narcovuelos y de las fortunas ha generado un estigma que cae sobre todos los que están en el negocio de la aviación. Justos y pecadores son mirados con recelo. Ahora todos son sospechosos de ser parte del nuevo corredor aéreo de droga más importante del subcontinente. Y es por eso que comienzan a circular datos y delaciones entre ellos.
En Beni sucede algo similar. El recelo entre antiguos y nuevos pilotos ha fracturado al gremio. Ahora se mueven en grupos particulares y sindicatos privados. Unos y otros se acusan de ser parte del negocio, pero lo hacen en voz baja. Son pocos y se conocen entre todos. Los que están metidos alternan los narcovuelos al Perú con servicios de aerotaxi hacia las poblaciones benianas incrustadas en medio de la selva.
Al otro lado de la frontera esperan los brasileños. El destino final del corredor aéreo son las calles de Sao Paulo y Rio de Janeiro, donde millones de consumidores esperan la cocaína cristalizada, el crack o el bazuco. La parada previa son los laboratorios y microfábricas en suelo boliviano, donde mexicanos, colombianos, brasileños y peruanos operan junto a los cocineros locales. Es más fácil y barato obtener precursores químicos en Bolivia que en Perú o Brasil. Por eso la cocaína se termina de procesar en La Paz, Santa Cruz o Beni.
Los colombianos, desplazados por los mexicanos del mercado estadounidense, apuestan fuerte en Bolivia como plataforma para llegar a los mercados de Europa del Este y Asia. Ya existen grupos que realizan envíos al África, donde el precio de un kilo de cocaína de alta pureza cuesta hasta 20 veces más que en Santa Cruz. Buenos Aires y Santiago también son considerados destinos atractivos por su creciente número de consumidores y por sus vuelos suficientes para cruzar el Pacífico y el Atlántico hacia Marruecos, Japón o los países bálticos. Es temerario decirlo, pero Bolivia está en medio de todo. Atrapada y condicionada por la nueva geopolítica de las drogas de Sudamérica que comienza en el incontrolable corredor aéreo y los narcovuelos a las selvas peruanas.