Economía de mercado
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Armando Méndez Morales
29/02/2016 - 15:08

La década perdida de Europa

El problema es que la deuda externa tiene vencimientos. La única manera de honrarla debería ser que los sectores públicos de los países pasen de una situación deficitaria a otra que sea superavitaria. Pero esto implicaría que su gasto público disminuya ya que no tienen la posibilidad de aumentar los impuestos, dado que ya son muy altos, lo cual, además, les genera incompetitividad con las economías emergentes.

Juan Ramón Rallo, columnista de El Cato. Org, acaba de escribir un artículo con un título sugestivo que lo ha denominado: “La década perdida de Europa”, refiriéndose al periodo 2006-2015. La conclusión sobre la que se basa para esta contundente afirmación es el mediocre crecimiento de su economía, tanto en lo que se denomina Unión europea, o la parte que tiene moneda común, el euro, que es la Zona Euro.

Durante el periodo 2006 y 2015 el conjunto de la Unión europea incrementó su producción en un promedio anual de sólo el, 0,5 %, siendo la situación peor para la Zona del Euro que creció sólo en sólo 0,3, también anual. Este apesadumbrado comportamiento contrarresta con el destacado crecimiento que  tuvieron las economías más libres del mundo como Singapur, Hong Kong, Australia, Nueva Zelanda y Suiza. Es cierto que toda esta situación se ha manifestado claramente con la crisis económica mundial de los años 2008 y 2009 porque contrajo las exportaciones de los países.

Juan Ramón Rallo se pregunta si el mal comportamiento de la economía europea no sería la consecuencia del padecimiento de problemas de fondo que le impiden desplegar todo su potencial. Su respuesta es afirmativa. “El Viejo Continente se ha esclerotizado en un cenagal de endeudamiento, impuestos, gasto público y regulaciones estatales. La enorme deuda pública y privada absorbe su escaso volumen de ahorro interno; los impuestos y el gasto público fagocitan la renta de los ciudadanos, distribuyéndola según los caprichos de burócratas y lobbies extractivos; y las regulaciones estatales maniatan la creatividad de sus ciudadanos para crear riqueza innovando y emprendiendo.”

Dicha afirmación de Ralló, comparto plenamente, porque es la aplicación de lo que se denomina “receta keynesiana” que dice: Si cae la demanda de exportaciones hay que bajar la tasa de interés con lo que se incentiva el gasto en inversión por lo que se puede contrarrestar la caída de exportaciones. La caída de las exportaciones implica menores ingresos y, por tanto, caída de los impuestos, lo que implica déficit fiscal, supuestamente si se estaba en equilibrio fiscal, lo cual nunca ha caracterizado a los europeos. Adicionalmente, la caída de las exportaciones debería depreciar el tipo de cambio, comportamiento que se reforzaría con la salida de capitales debido a la caída de la tasa de interés. A su vez el gobierno debería aplicar una política fiscal que aumente el gasto fiscal, disminuir impuestos, o lo que es lo mismo decir aumentar el déficit fiscal. De esta manera la caída de exportaciones no se traduciría en caída de la producción ni del empleo. ¿Así es?

En la zona Euro los países no pueden ni bajar la tasa de interés ni hacer política cambiaria porque no tienen moneda propia. ¿Qué les quedaría? Disminuir los impuestos y aumentar el gasto, con lo cual aumentan el déficit fiscal. ¿Cómo se financia? Se endeudan con el sector privado, con lo que aumenta la deuda pública.

La confesión griega en 2010 de su significativa subdeclaración del déficit fiscal fue una llamada de alerta para los mercados financieros, que causó que las tasas de interés sobre la deuda soberana aumentaran.

El problema que se observa en la primera década del siglo XXI, es el encarecimiento desigual de los salarios entre los países. Así, de lejos el que más encareció fue Grecia que incremento en un 35 por ciento, Italia y España en 30, Francia en 20, Irlanda en 18. El único que no incrementó fue Alemania. Esto explica la pérdida de competitividad de los países europeos frente a Alemania. Esto también quiere decir que los europeos elevaron sus gastos y  nivel de vida gracias al creciente gasto público financiado con deuda. Esto lleva necesariamente al reto de la flexibilización de los mercados del trabajo. Esto quiere decir que los salarios se deben determinar libre y competitivamente entra cada trabajador y empleador, sin necesidad de negociaciones colectivas, que se realizan  entre sindicatos, empresas y gobiernos. Se debe concluir con la fijación del salario mínimo ya que genera desempleo entre la juventud o informalidad. La tasa de desocupación juvenil llegó al 28 por ciento en Italia y mucho más en España.

El problema es que la deuda externa tiene vencimientos. La única manera de honrarla debería ser que los sectores públicos de los países pasen de una situación deficitaria a otra que sea superavitaria. Pero esto implicaría que su gasto público disminuya ya que no tienen la posibilidad de aumentar los impuestos, dado que ya son muy altos, lo cual, además, les genera incompetitividad con las economías emergentes.

Como ya no pueden aumentar los impuestos y como tampoco pueden bajar el gasto público, ya que la historia demuestra que es fácil y popular subirlo, pero no bajarlo, caen en el la enfermedad del aumento continuado de la deuda pública, dejando la inquietud: ¡Hasta cuánto pueden seguir aumentando!

El problema europeo es su excesivo gasto público financiado con endeudamiento, acompañado de riesgos en el mundo financiero.

.La Paz, febrero de 2016

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

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