Redacción Oxígeno
22/01/2016 - 04:45

Mi amigo don Armando Loaiza

El diplomático e historiador chileno José Miguel Concha comparte con los bolivianos un artículo de homenaje al excanciller boliviano Armando Loaiza. Destaca la actitud y determinación que tuvo hacia el diálogo.

El excanciller Armando Loaiza, falecido hace poco.

La Paz, 22 de enero (José Miguel Concha, especial para Oxígeno).- El pasado 6 de enero tuve el privilegio de conversar y caminar por las calles de La Paz, junto a don Armando Loaiza. Fue un paseo de escasos 20 minutos, al término del cual nos despedimos con el usual “hasta pronto”, sin jamás imaginar que ese sería nuestro adiós definitivo.  A pesar que han transcurrido los días, aún no puedo asimilar y resignarme a su partida.

Desde su fallecimiento he leído diversas manifestaciones de  homenaje a su persona y al legado de servicio público que dejó a los bolivianos. Entre los sentidos homenajes, me parecieron muy pertinentes las palabras del ex Presidente Eduardo Rodríguez Veltzé, quien lo destacó esencialmente como “un hombre de bien” y las expresiones del periodista Mauricio Quiroz, quien  le describió como “el diplomático del dialogo”. Creo que ambas frases lograron plasmar, en solo dos conceptos,  lo que para muchos de nosotros inspiraba la figura del gran diplomático.

Sin duda, Armando Loaiza fue un hombre de bien, y en lo que concierne a la relación con Chile, fue un hombre ponderado que colaboró permanentemente en la construcción de canales para un diálogo  franco y directo entre ambos Estados. Fue él quien sembró la semilla de lo que posteriormente se conocería como la Agenda de los Trece Puntos, donde se realizaron esfuerzos sinceros de acercamiento entre dos países hermanos y complementarios, que como solía decir: “estamos condenados a entendernos”.

El Embajador Loaiza fue gran señor, un adelantado para su época, un caballero probo que nunca se pudo sentir cómodo en ambientes de confrontación y descalificación. Por lo anterior es que hoy, en las actuales circunstancias, su ausencia se siente aún más, ya que siempre nos será imprescindible para bolivianos y chilenos el contar con prohombres de su talla, abocados a reactivar el necesario e incondicional diálogo bilateral y la tan anhelada construcción de confianzas mutuas.

En retrospectiva, me gustaría retornar a aquel paseo matutino del pasado 6 de enero, para poder dedicarle esos 20 minutos, a manifestarle el profundo aprecio y admiración que hacia él profesaba.

Para finalizar, confieso que desde hace años considero a Bolivia como a mi segunda patria, y ese sentimiento se fue consolidando gracias a muchos bolivianos, quienes a través de sus afectos, conversaciones y consejos, me inculcaron inconscientemente el amor por el país. Entre dichos maestros, y ocupando el puesto más sobresaliente,  siempre estará mi entrañable amigo don Armando Loaiza Mariaca.

José Miguel Concha, Diplomático e historiador chileno

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