La paradoja del crecimiento con derrumbe productivo
Si bien todo esto tendrá un efecto directo en el aumento de la demanda interna y en el mantenimiento del crecimiento, puede que ocasione al mismo tiempo un endeudamiento interno y externo desmesurado acompañado de un descalabro definitivo de las últimas empresas privadas rentables que quedan en Bolivia, llevando a la economía a partir de 2016 hacia límites intolerables de desempleo y estancamiento económico, a tiempo de poner en riesgo la propia estabilidad macroeconómica del país tan ponderada por el gobierno.
Hace unos meses, la economista Katherine Hinojosa Virreira intentó defender sus anteriores argumentaciones en una crítica a mi artículo titulado “¿Bases sólidas del crecimiento boliviano?”. A continuación, desmenuzo los puntos centrales de su planteamiento.
En primer lugar, sostiene que cuando digo que el aumento de la demanda interna solo fue posible gracias al crecimiento de las exportaciones totales muestro un desconocimiento de la macroeconomía por cuanto me olvido de hablar de las importaciones, enfatizando que lo importante en el comercio exterior son las exportaciones netas.
Su argumentación “muy de libro de texto”, sin embargo, no permite visualizar algunos detalles. Uno de ellos es que las exportaciones bolivianas, al estar fuertemente ligadas a la extracción de nuestras principales materias primas, se hallan intricadas en la economía a través de regímenes tributarios y regalitarios (aplicables a cerca del 80% de las exportaciones totales) y tienen efectos particulares en las finanzas (y la inversión) públicas de los tres niveles del Estado (nacional, departamental y municipal) con implicaciones adicionales en la economía privada formal e informal. Esto explica, por ejemplo, por qué la caída de los precios del petróleo y el consiguiente desplome del valor de las exportaciones de gas natural ya se hayan empezado a traducir en una crisis de liquidez en el gobierno departamental de Tarija que podría conducir a la quiebra de muchas empresas constructoras dejando en la calle a unos 5.000 trabajadores.
Otro aspecto se refiere al hecho de que no se puede poner a todas las importaciones en la misma bolsa. En efecto, todo estudiante de economía sabe hoy en día que la clave del crecimiento es la innovación tecnológica, la que se efectiviza en general mediante la inversión en bienes de capital. Dada nuestra condición de país subdesarrollado, no poseemos capacidad para producir nuestra propia tecnología, razón por la cual para innovar necesitamos adquirir bienes de capital del extranjero.
En estas circunstancias, es notoria la ambigüedad del rol de las exportaciones netas en el crecimiento económico no porque las exportaciones tengan un efecto marginal en el aumento año a año del PIB sino debido a que en Bolivia las importaciones de bienes de capital (que podrían tener una incidencia mayor en el crecimiento) representan apenas alrededor de un cuarto de las importaciones totales del país.
En segundo lugar, indica que la demanda externa no podría haber influido en el crecimiento porque cayó en 1,4% en 2014. No obstante, se olvida de anotar que las exportaciones netas disminuyeron no por la caída de las exportaciones sino por el incremento desmesurado de las importaciones no necesariamente de bienes de capital. Resulta claro que en los momentos actuales la situación se encuentra mucho más complicada por el lado de la demanda externa que, según datos del INE, entre enero y junio de este año se desplomó en casi un 97% respecto a similar período el año anterior. Es por demás curioso que en este plano las exportaciones hayan bajado (-29,6%) casi 10 veces más que las importaciones (-3,2%). Todo esto pone en cuestión el discurso gubernamental respecto a su supuesto fomento del crecimiento económico en el mediano y largo plazos, máxime si se tiene en cuenta que en ese mismo período la variación porcentual negativa de las importaciones de bienes de capital (-6,5%) más que duplicó la de las importaciones totales (-3,2%).
En tercer lugar, la analista, claramente identificada con el gobierno, repite el discurso del titular de economía al hablar de la influencia de la inversión pública y el gasto del gobierno en el aumento de la demanda agregada, pero no hace referencia a los límites de estas variables. Como he manifestado en una anterior contribución, la demanda interna per se no puede ser el motor del crecimiento de un país con un mercado interno tan pequeño. En este sentido, con su análisis tan estrecho el gobierno habría resignado nuestras aspiraciones de desarrollo de mediano y largo plazo que, entre otras cosas, requerirá tasas de crecimiento por encima del 7%, muy difícil de alcanzar con el actual modelo económico.
Por otro lado, resulta una total falacia decir que la producción nacional es capaz de abastecer la demanda interna cuando está claro que para la mayor parte de los proyectos de inversión pública lo que más se requiere son insumos, combustibles y medios de transporte (no bienes de capital) importados, cuyo aumento contribuye al deterioro de la balanza comercial.
En cuarto lugar, dice que los logros económicos del gobierno fueron posibles porque ahora Bolivia puede administrar sus políticas monetaria y fiscal lo que le permite mantener a raya la inflación y una tasa de crecimiento de alrededor de 5% en el marco de una economía bolivianizada con un amplio margen en el sector fiscal y una deuda externa moderada.
Al respecto, no dudo de la capacidad del gobierno para administrar las políticas monetaria y fiscal para mantener la estabilidad económica, pero ésta es sólo una condición necesaria (no suficiente) para el crecimiento económico sostenible. Además, ante un panorama externo adverso como el que empezamos a experimentar, es probable que muchas de estas conquistas se vayan desmoronando en el curso de los próximos meses.
En quinto lugar, menciona que el gobierno ha optado por el camino adecuado al incentivar la industrialización para de esta manera incrementar la oferta agregada, lo que habría contribuido a controlar la inflación evitando un “sobrecalentamiento” de la economía.
Aquí, la analista otra vez solo reitera la propaganda gubernamental porque está claro que lo poco que se avanzó en materia de industrialización con recursos del Tesoro y el BCB ni siquiera se puede comparar con el franco proceso de desindustrialización exacerbado en años recientes por el modelo extractivista del gobierno, tal como he demostrado en otro aporte.
Por último, la economista concluye que “es sencillo predecir lo que ocurrirá en 2015, el Gobierno impulsará la inversión pública y el gasto gubernamental, con ello dinamizará aún más la demanda interna y cumplirá su meta de crecimiento” y luego se pregunta qué dirá este analista cuando todo esto surta efecto.
Con relación a este punto, en días pasados me he referido a lo que podría llamarse la paradoja del crecimiento económico con derrumbe productivo, la cual se puede describir de la siguiente manera:
En un afán desmesurado por mantener el crecimiento, y ante la merma de los ingresos fiscales provenientes de las exportaciones, el gobierno podría introducir mucho dinero en la economía vía inversión pública solventada por deuda interna a través del Banco Central de Bolivia (BCB) o deuda externa onerosa financiada por la cooperación internacional, y/o gasto corriente, asegurando, por ejemplo, el pago del segundo aguinaldo que, irónicamente, contribuirá al cumplimiento de la meta de crecimiento del gobierno, cuando en realidad debería haber sido a la inversa. Si bien todo esto tendrá un efecto directo en el aumento de la demanda interna y en el mantenimiento del crecimiento, puede que ocasione al mismo tiempo un endeudamiento interno y externo desmesurado acompañado de un descalabro definitivo de las últimas empresas privadas rentables que quedan en Bolivia, llevando a la economía a partir de 2016 hacia límites intolerables de desempleo y estancamiento económico, a tiempo de poner en riesgo la propia estabilidad macroeconómica del país tan ponderada por el gobierno.