Redacción Oxígeno
19/10/2015 - 09:35

Suzuki Cappuccino, un miniauto para ir a tomar café

Pero el modelo no nació como un juego. La firma japonesa lo creó con un cálculo estricto. Cuando presentó a comienzos de los años 90 el modelo, era el primer y único roadster entre los llamados kei-cars. Con 3,39 metros de largo y 660 centímetros cúbicos en el motor, sus compradores disfrutaban de muchas exenciones fiscales, por lo que en su mejor momento llegó a alcanzar un tercio de las nuevas matriculaciones en Japón.

Bensheim (Alemania), 19 oct (DPA) - "¿Necesita gasolina o sólo un poco de leche?". Quien va a repostar con un Suzuki Cappuccino tiene que soportar esa clase de comentarios. Con sus apenas 3,30 metros no parece un deportivo, sino un coche de juguete para adultos.

Pero el modelo no nació como un juego. La firma japonesa lo creó con un cálculo estricto. Cuando presentó a comienzos de los años 90 el modelo, era el primer y único roadster entre los llamados kei-cars. Con 3,39 metros de largo y 660 centímetros cúbicos en el motor, sus compradores disfrutaban de muchas exenciones fiscales, por lo que en su mejor momento llegó a alcanzar un tercio de las nuevas matriculaciones en Japón.

En el resto del mundo y a cinco años del descubrimiento del Smart nadie sabía nada del Suzuki. Pese a que entonces Internet no había explotado ni las noticias corrían tan rápidamente, los clientes del modelo hicieron que se corriera la voz y en Suzuki los teléfonos no dejaban de sonar, según el portavoz Jörg Machalitzki.

Los japoneses enviaron una pequeña serie a Europa en 1994 y 1995: se liberaron para la exportación 1.000 vehículos. En Inglaterra, pese a que el volante estaba a la izquierda, vendieron 500 unidades del Cappuccino.

Aunque el mundo 20 años después -y gracias al Smart, el Fiat 500 y el Daihatsu Copen- está acostumbrado a coches muy pequeños, el Suzuki sigue pareciendo hoy un juguete.

Pero quizás por ello uno se siente joven detrás del volante, sobre todo por lo ágil que es. Los 64 caballos del motor de tres cilindros no parecen mucho, pero se ven muy bien cuando el vehículo apenas pesa 725 kilos.

Que el Cappuccino fuera tan divertido no era cuestión sólo del viento fresco sobre el cabello, el techo transformable y las miradas que atraía el roadster rojo o plata. Sino que sobre todo se basa en que el coche se mueve siempre al límite por la carretera. Mientras que con los potentes roadster y spider de Mercedes, Porsche o de las marcas italianas hay que circular por las autopistas con una potencia mínima para atenerse a las normas, con el Cappuccino hay que pisar de forma constante el acelerador.

El motor de apenas 657 centímetros cúbicos y tres cilindros da mucho de sí gracias a su turbo y alcanza hasta las 12.000 revoluciones. Quien pise firme el acelerador y cambie de marcha con rapidez verá cómo el pequeño vehículo acelera de cero a 100 km/h en ocho segundos y cuando alcanza la velocidad máxima de 140 km/h uno se siente como en un Lamborghini a 200 km/h.

Uno se divierte igual en un deportivo histórico, pero el pequeño modelo de Suzuki no plantea problemas de conciencia, ya que el consumo y las emisiones de CO2 apenas son nada comparada con otros. Que haya que buscar igualmente de forma continua dónde repostar se debe, más que a su sed, al pequeño tanque, en el que no caben más de 20 litros.

El Cappuccino no sólo es un coche de juguete, sino también parece un equipo de construcción, un puzzle y un aparato de gimnasia.

Un equipo de construcción porque el techo se desmonta a mano en cuatro piezas. Primero se retiran las dos superiores sobre la cabeza de los pasajeros. Quien quiera más viento, incluso la luna trasera, lo que hace que el Cappuccino se convierta en un Targa.

El roadster recuerda a un puzzle cuando se intenta guardar todas esas piezas del techo en el maletero, que es casi tan pequeño como una guantera en un coche actual.

Y un poco de gimnasia se requiere cuando una persona de tamaño grande o medio se quiere sentar detrás del volante.

Todo ello no impide que se conduzca con entusiasmo y con orgullo, sobre todo porque en Europa apenas hay unos pocos ejemplares de un vehículo del que de 1991 a 1997 se produjeron 30.000 unidades. Es tan raro como un Mercedes con puertas que se abren hacia arriba, pero mucho más barato. Aunque no tanto como parece.

Por un vehículo en mal estado ya se pagan hoy al menos 3.000 euros (3.400 dólares), según el portavoz de Suzuki, Machalitzki. "Y uno en un muy buen estado se consigue por menos de 30.000. Si es que alguien lo quiere vender", matiza.

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