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Juan Carlos Zuleta Calderón
14/04/2015 - 11:14

¿Bases sólidas del crecimiento boliviano?

Por último, el artículo concluye – de la manera más desaprensiva - que en vista de la caída del precio del petróleo a 45 dólares, las gobernaciones, municipios y universidades deberán usar sus saldos en caja y bancos para mantener los niveles de inversión pública. Después de leer el último párrafo del relato, uno se queda pensando: ¿Se habrá dado cuenta la autora de que terminó refutando su propia hipótesis?

En un reciente artículo breve publicado el 24 de marzo del año en curso en El Deber (Véase: http://www.eldeber.com.bo/opinion/bases-solidas-del-crecimiento-boliviano.html), se pretende demostrar que el crecimiento de la economía boliviana tiene bases sólidas.

El aporte arranca con una llamada de atención a quienes explicarían el ‘buen desempeño de la economía” mediante “el comportamiento ascendente de los precios de las materias primas” - interpretación aparentemente confirmada por la reciente baja del pronóstico del crecimiento del PIB - en el entendido de que todo esto sólo tendría el objetivo de demostrar la ausencia de gestión de la política económica en el país.

No obstante, como trataré de demostrar a continuación, el análisis no resiste el menor escrutinio técnico. Veamos.

En primer lugar, dice que en 2014 nuestro país creció más que Latinoamérica y el Caribe, en general, y Colombia, Paraguay, Ecuador y Chile, en particular, argumentando más adelante que “la razón se encuentra en la demanda interna” ya que ésta también aumentó en un 6.9%.

Pero, este razonamiento no explica el origen de la demanda interna, particularmente en una economía altamente extractivista como la nuestra. ¿No será que el supuesto crecimiento de la demanda interna sólo fue posible gracias al crecimiento de las exportaciones totales en general y las de gas natural y minerales en particular? Resulta curioso que, según datos del INE, entre 2013 y 2014 el crecimiento de estos dos rubros - que representaron alrededor del 80% de las exportaciones totales – alcanzó a 7.74%.

En segundo lugar, habla de que el crecimiento de América Latina está altamente correlacionado con el desempeño de los precios de materias primas (a pesar de que luego sólo se refiere – “como una muestra” - al comportamiento de los precios del petróleo, citando algunas cotizaciones mensuales, sin ninguna relevancia puesto que en general el análisis considera cifras anuales) para insinuar una consistente relación positiva entre crecimiento y precios del petróleo en dicha región, a tiempo de hacer notar que esto no acontece para nada en el caso de Bolivia.

Sin embargo, utilizando series de tiempo anuales completas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y Energy Information Administration (EIA) de Estados Unidos para el mismo período (2010-2014) considerado, se puede comprobar exactamente lo contrario. En efecto, el coeficiente de correlación entre crecimiento latinoamericano y precios del petróleo es -0.71, mientras que aquél entre el crecimiento boliviano y los precios del combustible fósil alcanza a 0.83. Estos resultados ratifican un par de verdades de Perogrullo que algunos colegas se empeñan en desconocer.    

Por último, el artículo concluye – de la manera más desaprensiva - que en vista de la caída del precio del petróleo a 45 dólares, las gobernaciones, municipios y universidades deberán usar sus saldos en caja y bancos para mantener los niveles de inversión pública. Después de leer el último párrafo del relato, uno se queda pensando: ¿Se habrá dado cuenta la autora de que terminó refutando su propia hipótesis?

 

*  Economista.

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