Roberto Ossio Ortube
19/09/2018 - 00:07

“Una especie de magia” – 1993 - Veinticinco (25) años de la Clasificación de Bolivia al Mundial

Cada boliviana y  boliviano tiene una vivencia particular de lo que ocurrió en Septiembre de 1993. Este es un homenaje al momento deportivo más exitoso de Bolivia, que unió sin distinción a todo un país.

El último gol frente Brasil marcado por Alvaro Peña, marcaba el definitivo 2 - 0 de un partido histórico. (Fotografía de Antonio Suarez , extractada del libro "El Salto al Futuro" . 1995) 

Retornando a La Paz desde la ciudad de Oruro el día 18 de julio de 1993, el chofer sintonizó la radio para conocer las incidencias del partido en Puerto Ordaz en Venezuela, por las eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos 1994. El primer gol lo embocó la selección “vino tinto” y los viajeros empezaron a refunfuñar esperando un nuevo contraste, será más de lo mismo alguien aseveró con inocultable desdén. Tal fue la desilusión que la gente pidió apagar la transmisión. Llegando a la mitad del trayecto, cerca de la localidad de Patacamaya, un pasajero por curiosidad indagó por el marcador y la sorpresa fue mayúscula al conocer que Bolivia remontó el resultado adverso y comenzó a golear. El resultado final fue 7 – 1. Se esbozó en todos, una inocultable sonrisa de satisfacción.

Surgió a partir de ese momento una expectativa sin precedentes en todo el país, como una eclosión contenida por mucho tiempo aguardando lo impensable, la clasificación por méritos propios a la mayor cita futbolística del planeta. Sin embargo, la racha debía confirmarse con el choque del domingo 25 de Julio frente al “scrach” brasilero. Las entradas se agotaron con anticipación en el Estadio Hernando Siles y muchos como el que escribe estas líneas, se conformó viendo el partido por cable con el relato brasilero. Un partido con fricción extrema y marca dura, derivó en un penal que fue marrado por Erwin Sánchez, ante el murmullo y los insultos contra el gran jugador que se convirtió en un parpadeo en un villano vilipendiado por todos.

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(Fotografía de Antonio Suarez , extractada del libro "El Salto al Futuro" . 1995) 

Pero fue en este momento en el que apareció la mayor figura de ese seleccionado. Marco Antonio Etcheverry, “El Diablo”, desbordando por la banda izquierda, sacándose de encima al defensor brasilero, desde un ángulo casi imposible disparó una pelota envenenada que se filtró por entre las piernas de Claudio Taffarel. Al principio nadie entendía, pero luego el rugido de la hinchada fue unánime cuando el referí se fue al centro del campo marcando el tanto. El gol de Álvaro Peña confirmó la proeza, en medio de la locura generalizada, quien por la emoción no grito el gol, lo dedicó a la hinchada en medio de lágrimas señalando con un dedo a la tribuna. Fue una proeza derrotar al Brasil, un hecho histórico inolvidable. Lo más notable quizás fue la angustia y la tristeza de los relatores brasileros que no podían creer lo que le paso al entonces tricampeón.

Parecía que el camino estaba abierto, el siguiente rival fue Uruguay, siendo derrotado por 3 a 1, el 8 de agosto de 1993, esta vez Bolivia dio una lección de efectividad apabullando al equipo charrúa desde el inicio con goles de Sánchez, Etcheverry y Melgar, sin que el legendario Enzo Franccescoli pudiese arredrar a los aplomados bolivianos. El arquero Robert Zivoldi fue en parte la figura porque si no fuese por él, este resultado hubiese sido mayor.

Frente a Ecuador el 15 de agosto, la selección no jugó bien, después del trallazo de Erwin Sánchez que chocó en el larguero y que fue rematado de palomita por William Ramallo, el seleccionado nacional se replegó y se confió, dándole un empujón el rival que se comportó digno, aguerrido y casi nos amarga la fiesta, sin embargo, se logró el objetivo de ganar por la mínima diferencia.

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(Fotografía de Antonio Suarez , extractada del libro "El Salto al Futuro" . 1995) 

El 22 de agosto, Bolivia se enfrentaba a Venezuela y fue una exhibición inolvidable, oficialmente este fue el último partido en eliminatorias de ese mítico equipo en la ciudad de La Paz, que vapuleó a Venezuela 7 – 0, con goles para todos los gustos. Ahora era el momento de aquilatar si el sueño se haría realidad fuera de nuestro reducto.

Brasil estaba decidido a vengar la derrota y nos llevó a un verdadero infierno el 29 de agosto, la ciudad de Recife se convirtió en la olla donde nos cocinaron 6 a 0. Fue el primer partido en el que salieron todos tomados de la mano, haciendo que los bolivianos los mirásemos con sorna, así de envalentonados estábamos. Parecía que todo era una ilusión que se diluía, pero no fue así, un clamor popular empujó como nunca al seleccionado a reaccionar y no abandonar el camino a la meta. Fue un respaldo anímico sin precedentes.

El partido del 12 de septiembre, el encuentro en el Centenario de Montevideo merece un párrafo aparte, fue un robo descarado por un árbitro notoriamente parcializado como Armando Pérez Hoyos, con un penal inventado a los primeros minutos, la igualdad lograda por Ramallo y la prorroga injustificada hasta el minuto ¡53! para que Fonseca logre el desequilibrio, en pocas se adicionó tiempo hasta que meta el gol Uruguay. Pero aun así, dependíamos de nosotros.

El encuentro definitorio se jugaría en Guayaquil el 19 de septiembre de 1993, como nunca los mayores y mejores referentes del futbol nacional tanto a nivel de jugadores, cuerpo técnico, dirigencia y periodistas se dieron cita ese domingo. El primer gol fue nuevamente convertido por Ramallo e hizo que todos en Bolivia se pusieran al borde de sus asientos esperando el pitazo final para elevar el grito estentóreo celebrando la hazaña. Tales eran los nervios que muchos no podían ver el partido por la tensión. Empató Ecuador, pero lo hizo más por honor, por pundonor deportivo. Cuando el árbitro levantó las manos, señalando el final, los bolivianos tocamos el cielo.

En todos los lugares del país se celebró estruendosamente como no se había visto desde 1963 con la obtención de la Copa América, el Prado de La Paz se volvió una marea humana donde se bailaba, se gritaba y se cantaba como nunca, no se recuerda otra confraternización semejante. Todos se abrazaban y se saludaban sin miramientos, sin distinción, desde los automóviles con bocinazos, en las calles brindando, en las plazas ondeando banderas tricolores. Fue un momento maravilloso, único.

Después de la hecatombe de Recife, cuando todos mascullábamos la derrota y las dudas nos asaltaban la mente, un canal de televisión en La Paz transmitió después del partido la película de 1986 “Highlander” dirigida por Russell Mullcahy, con la banda sonora compuesta por Queen, hizo que una canción quedase pegada en la memoria del que escribe, como una premonición de buen augurio, era “A kind of Magic” (Una Especie de Magia): pese al contraste contundente y la incertidumbre, ese ambiente de emoción, de esperanza, de magia, estaba impregnado en el aire, este simplemente era un recodo, todo parecía destinado a salir bien. Esta cábala melódica resultó correcta.

Pasó el tiempo y pensamos que esto podía repetirse y no fue así, este hito resultó ser  irrepetible y aún lo recordamos hasta hoy. Han transcurrido veinticinco (25) años y muchos de los que vieron esta gesta ya no están con nosotros, pero este hecho hace que vuelvan a nuestra mente, ya que los ubicamos exactamente donde estaban en esos momentos.

Septiembre de 1993 fue el punto más alto del balompié nacional y los dos meses en los que olvidamos las diferencias mezquinas o imaginarias que nos son demasiado habituales y nos dirigimos juntos hacia un objetivo, soñar y lograr un meta, que puso en lo más alto a Bolivia.

“Un sueño,
un alma, un premio,
una meta,
una mirada dorada,

podría ser…
una especie de magia”.

(QUEEN)

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(Fotografía de Antonio Suarez , extractada del libro "El Salto al Futuro" . 1995) 

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