Darsena de papel
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Oscar Díaz Arnau
21/01/2016 - 11:41

La izquierda prometida

Entonces, como no hay chances con este gobierno y como tampoco hay una alternativa fuerte, con posibilidades, en el horizonte político boliviano, para mis amigos que tienen aún el corazón en su lugar es muy triste llegar a la conclusión de que no basta con estrellarse todos los días contra la derecha para hacer la izquierda.

Qué pena por tantos amigos que lo sentirán como un ataque al corazón, pero, la izquierda —real, auténtica— no tiene chances en la Bolivia de hoy. No por mala opción, sino porque no existe más que en el romanticismo bienintencionado de la vieja guardia.

Es cierto que a la luz de los fracasos que le tocó sufrir a lo largo de la historia no se puede hablar de una izquierda pura o genuina, mas esto no debería llevar a confundirla inmerecidamente con el populismo al uso. Ya no digamos que estos son tiempos “de cambio” porque suena a fraude, a eterna promesa; digamos mejor que son de esperanza. Y reconozcamos que, cada vez para más bolivianos, de desesperanza.

Aunque muchos fueron enterrados, desterrados o, sin ambages, mandados a convivir con los gusanos, en Bolivia quedan neoliberales, capitalistas, privatizadores, conservadores, ultraconservadores… lo corean regularmente las autoridades. Pero lo que no se advierte, por lo menos en los primeros planos de la política nuestra, es una propuesta de izquierda sustentada en ideales progresistas que no huela a impostura.

Poco y nada —después de sus valiosas políticas de contenido social, desteñidas con la vulneración de los Derechos Humanos de indígenas y de citadinos en Cochabamba, La Calancha, Chaparina, Caranavi y Tipnis, entre otros casos— hace suponer que Evo Morales encabece, hoy, un gobierno de izquierda. Salvo que una parte configure el todo y que una gestión a priori decorosa fuera suficiente para disculpar las bajezas cometidas más tarde, en franca incompatibilidad con los preceptos izquierdistas y en su nombre.

Lo que no tiene nombre es el olvido de la Pachamama, a la postre manoseada dentro de un vil juego de naipes con las transnacionales para finalmente mantener las políticas extractivistas de los “vendepatrias”. Más aún, esto justificado como una “contradicción creativa” según García Linera, el intelectual que se da tiempo para transmitir historias extraordinarias en las escuelas donde con paciencia de abuelo les enseña a nuestros niños que la derecha —suena él en tono paternalista— acecha.

Al recuento de los daños a la izquierda hay que sumarles los ataques a las ONG —que dejaron de servir para los fines de descolonización de los indígenas—; a la Iglesia católica, al Defensor del Pueblo y a los medios de comunicación que no son manejados por el Gobierno directamente —a cara limpia, bajo la forma de Estado— o indirectamente —con máscaras alegres, muy caribeñas, detrás del para-Estado—. Curiosamente así se busca acaparar la opinión pública hoy, del mismo modo que lo hace cualquier multinacional capitalista —¡hasta con plusvalía!— cuando busca el rédito económico.

Entonces, como no hay chances con este gobierno y como tampoco hay una alternativa fuerte, con posibilidades, en el horizonte político boliviano, para mis amigos que tienen aún el corazón en su lugar es muy triste llegar a la conclusión de que no basta con estrellarse todos los días contra la derecha para hacer la izquierda.

Si la continuidad del proyecto hegemónico en curso dependiese de mantener viva a la derecha en el imaginario colectivo, por ejemplo, proyectando repetitivamente la escena apocalíptica del pasado de vuelta entre nosotros, es posible que estemos asistiendo a una ilusión, o, quién sabe, tan solo a un apartado de la teoría de la contradicción creativa en el que la izquierda prometida (la de los buenos, los intachables moralmente contra los malos, muy malos de la derecha) se toma un breve descanso.

Tranquilidad, amigos. La película de terror probablemente no sea esta aparente burbuja de izquierda: latinoamericana, siglo XXI, nuestra, progre, in, cool.

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