Anatomías
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Victor Hugo Romero
31/12/2015 - 18:06

Vivito y coleando

Esta época es de hecho la más fiestera, a ratos todo es trago ¿Pero qué más nos queda? ¿acaso hacernos cortos o hacernos rogar para tomar uno? Yo no me la pienso mucho, porque soy de los convencidos que todo año llega con lo que tiene, con buenas y mala noticias con deseos y frustraciones, triunfos y derrotas, porque de eso se trata la vida, aún lado quedan la consignas exitistas de un mundo feliz y amable consigo mismo. Nada más falso. Este mundo suele ser en más de las veces, cruel e indiferente, por tanto un buen trago en nombre de todas las alegrías pequeñitas o grandes es lo que nos merecemos.

Hoy es 31, el último día del año, del 2015, y me pongo a recordar a todos los que se nos fueron, a los cuates, a los ídolos de siempre, lo que dejamos. En fin… tantas cosas ocurren al año, que luego de 365 días, da la sensación que no tuvimos mucho tiempo para regalarles, es hora entonces de ponerse triste, de llorarlos, porque lueguito nomás nos agarra el 2016 y volvemos a empezar, siempre con la constante de no saber qué nos deparará el futuro.

Esta época es de hecho la más fiestera, a ratos todo es trago ¿Pero qué más nos queda? ¿acaso hacernos cortos o hacernos rogar para tomar uno? Yo no me la pienso mucho, porque soy de los convencidos que todo año llega con lo que tiene, con buenas y mala noticias con deseos y frustraciones, triunfos y derrotas, porque de eso se trata la vida, aún lado quedan la consignas exitistas de un mundo feliz y amable consigo mismo. Nada más falso. Este mundo suele ser en más de las veces, cruel e indiferente, por tanto un buen trago en nombre de todas las alegrías pequeñitas o grandes es lo que nos merecemos.

Vale la pena echarse a perder en Año Nuevo, porque es probable que el que viene ya nomás nos traiga sus crisis, cambios climáticos, transgénicos, azúcares elevados, dolores de huesos, obesidad grado tres, dietas y ensaladas, en fin toda una serie de penurias en lo que único cierto es que la en la vida, todo lo que comas o bebas, tarde o temprano,  te va a terminar matando y eso es algo que no podemos permitir que suceda, morir sin hacer nada, vivir sin beber, que no es lo mismo que beber hasta morir.

Se acaba entonces el año y empiezan las cuentas. Qué hice en enero, qué me trajo febrero, qué haremos en Semana Santa, hasta que uno se da cuenta que en el país se empieza a trabajar en serio después del seis de agosto, cuando todos los feriados se acaban y esperamos desesperados el descanso de Todos Santos o la fecha cívica de rigor, que a parte del desfile nos permitirá la excusa departamental de meterle un trago a nombre de las viejas calles de nuestro terruño, de los viejos amores, de lo lejanas que están.

Nuestros recuerdos se hallan, en más de las veces, enlazados con la velocidad del tiempo en el que vivimos, los disfrutamos más a medida de que nos hacemos más lentos o, simplemente tengas una pega exigente o relajada o para colmo de los colmos, hayas decidido hacer de tu vida un poncho. En mi caso, este año me tocó vivir sin tiempo, salir temprano y llegar tarde, todo se fue muy rápido, tanto que ya pasando la noche vieja, me tocan nuevas jornadas de laburo extremo, pero que conste no me quejo, por eso a este año lo despido con un buen vino sino es con un Jack Daniels, que sea con un ron añejo de oferta con su cola incluida. Sin embargo, para otros, como algunos cuates cercanos, la vida se les pasa lento, leyendo, escribiendo, enseñando, a ratos apresurados, pero de ahí a perder el aliento en la faena es algo que suele sucederles, sólo en Año Nuevo, cuando combinamos fuerzas por esa bebida que nos libera de la presión que se va.

Bueno, que más nos queda, acompañar el brindis con unos buenos temas, con Caetano Veloso y su Fina Estampa, con una Sodade de Cesaria Evora, evocar las rancheras y boleros de don Pedro Vargas, Pedro Infante y Javier Soliz, darse una vueltita por los ochenta con un Julio Iglesias y Puma en su plenitud, entre el Hey y el Dueño de nada, saltando entre Calamar, Ceratti, Jarabe de Palo hasta un decadente Eros Ramazzoti. Vale la pena, también saltarse a los “rockandroles” con un Bob Dylan, el clásico Cat Stevens, Leonard Cohen o finalmente las más dulces baladas del siempre número uno, Elvis.  Todo me indica que este años, será como el anterior o como los otros, lo único que lo hace diferente esta expectativa por un futuro que nos permita llegar siempre más lejos de lo que se debe y puede. ¡Salud por eso!.

 

 

 

 

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