Serotonina
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Ivan Arias Duran
01/11/2015 - 13:54

Democracia: no basta el voto

En este contexto, el premio recibido por Raúl Peñaranda, periodista boliviano que se atrevió, como varios otros, a no ser soplón de las “verdades” gubernamentales, se entiende y justifica. El premio otorgado a Peñaranda y que en su momento también lo recibió don Huáscar Cajias, es una alerta a cómo se está subdesarrollando la democracia boliviana en vez de avanzar y erigirse como un modelo a copiar por las generaciones futuras.

Este pasado 29 de octubre, en un emotivo acto de homenaje, realizado por la Asociación de Periodistas de La Paz,  a Raúl Peñaranda por el premio internacional Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia (EEUU) , el prestigioso periodista boliviano señaló que el premio se instauró en 1938 con el objetivo de que la democracia no solo se entienda como el derecho al voto, pues,  ya en aquellos años, personajes como Hitler o Mussolini ganaban elecciones pero envilecían la democracia degradándola e instrumentalizándola para solo copar y prostituir todos los espacios de poder en función de objetivos mezquinos. El voto es una parte de la democracia pero no lo es todo: es instituciones separadas e independientes que hagan pesos y contrapesos, es respeto irrestricto a los derechos ciudadanos, es irrestricta libertad de prensa, es partidos políticos modernos y democráticos; es Estado de Derecho.  

70 años después de la instauración del premio, en América Latina han emergido regímenes que han hecho del voto el sumun de la democracia. El socialismo del siglo XXI, con el famoso foro de San Pablo y como resultado del agotamiento del sistema de partidos políticos tradicionales, abrió las puertas para que líderes de varios países sudamericanos copen los espacios públicos a través del voto popular, para una vez en el poder y aprovechando la inmensa cantidad de recursos económicos provenientes de la exportación de materias primas, hacer de la democracia del voto solo un instrumento para garantizar la reproducción del poder, de su poder neo-oligárquico. En arranques histriónicos de patriotismo, nacionalizaron todo lo que pudieron. Con el mismo ímpetu convirtieron a los gobiernos como las más grandes fuentes de empleo y enriquecimiento lícito e ilícito. Crearon los “nuevos ricos” con viejas prácticas: enriquecerse a costa del erario público.

Este proceso de construcción de estados empresariales ineficientes precisaba que los niveles de control y fiscalización sean débiles y manipulables, por ello, se dieron a la tarea de desmantelar las enclenques instituciones existentes, para, a través de asambleas constituyentes, someterlas a su capricho y antojo. Cimentados en la promesa del cambio y aplicando un populismo exacerbado, encandilaron a las masas pobres y de clases medias para que con su voto den legitimidad a sus acciones rasantes en totalitarismo. Para ello montaron sistemas electorales manipulables y sujetos a favorecer al régimen de turno para que garantice sus victorias contundentes.

La independencia de poderes públicos (legislativo, judicial, ejecutivo y electoral) se convirtió en un canto de sirenas antes que una realidad a profundizar. Todos ellos sucumbieron, por las buenas o las malas, al poder de los partidos de turno en cada uno de los países denominados bolivarianos propulsores del nuevo socialismo. Con un discurso antimperialista crearon y revivieron redes internacionales de protección como UNASUR, ALBA, CELAC, G-77. Países africanos, asiáticos y árabes con claras pruebas de tener regímenes antidemocráticos encontraron en estos espacios la oportunidad de su legitimación y la posibilidad de transmitir sus lecciones aprendidas para someter a las sociedades.

Al puro estilo mussoliniano cooptaron a las organizaciones sindicales (sean estas obreras o campesinas) para, bajo la promesa de la liberación del capital, ponerlas a su servicio. La domesticación de las mismas pasó por inducirlas a la corrupción pública. Grandes organizaciones, otrora defensoras de los pobres, obreros y campesinos, terminaron siendo parte del Estado ya como funcionarios o ya como beneficiarios directos de las prebendas del poder. Castas dirigenciales emergieron apropiándose de la renta estatal para distribuírsela entre sus más cercanos adeptos con la misión de apoyar a la reproducción del poder de la nueva casta.  

Pero la obra no podía estar completa sin copar o cooptar a los medios de comunicación, periodistas y todo aquel que se animara a pensar. El librepensamiento y los libres pensantes que siempre incomodan al poder y los poderosos fueron, son, objeto de presiones para ser callados. Se crearon medios para estatales a nombre de las organizaciones sociales para uniformar el discurso y la propaganda. Altísimas autoridades gubernamentales, sin rubor alguno, recibieron dineros de potencias extranjeras para montar sus propios medios de comunicación. Otros, “más inteligentes”, después de presionar desde el gobierno con las oficinas de impuestos y de extenuarlos mediante la asfixia publicitaria, a través de palos blancos del pensamiento oscuro, se apropiaron de los medios de comunicación críticos para convertirlos en soplones de su verdad.

Por supuesto entre periodistas y empresarios de los medios de comunicación no faltaron los que aprovecharon la oportunidad para vender su libertad a costa de unos miles de dólares. Los medios y periodistas paraestatales emergieron como hongos dispuestos a ocultar bajo su letra, labia o figura la verdad y mostrar los éxitos de sus gobiernos. En este contexto, el premio recibido por Raúl Peñaranda, periodista boliviano que se atrevió, como varios otros, a no ser soplón de las “verdades” gubernamentales, se entiende y justifica. El premio otorgado a Peñaranda y que en su momento también lo recibió don Huáscar Cajias, es una alerta a cómo se está subdesarrollando la democracia boliviana en vez de avanzar y erigirse como un modelo a copiar por las generaciones futuras. El autor de “control remoto”, libro que desnuda los artilugios de los poderosos para apropiarse de los medios de comunicación, decía en el acto propiciado por la AP de La Paz: “Este premio, cuando lo recibía en la universidad de Columbia, tenía a mi frente la bandera boliviana y entonces comprendí que no era un premio a mi persona sino a cientos de colegas que se atreven a no callar, a no rendirse, a no venderse, porque estamos viviendo los peores momentos de estos 33 años de democracia”.

Ivan Arias Duran

Ciudadano de la Republica Plurinacional de Bolivia

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