Dársena de Papel
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Oscar Díaz Arnau
28/10/2015 - 15:31

Twitter y el tamaño de tu ego

Desde mi cuenta @diazarnau he comenzado a seguir a @AmaliaPando, y por eso me he enterado de que la periodista quiso averiguar cuál es la idea del Twitter: “¿seguir a los que te siguen, verdad?”, preguntó ella.

¿Qué mueve a una persona a seguir a otra en Twitter?

Las motivaciones pueden ser varias, pero hay un detalle que unifica a los seguidores en la red del pajarito: el deseo de saber del otro.

Desde mi cuenta @diazarnau he comenzado a seguir a @AmaliaPando, y por eso me he enterado de que la periodista quiso averiguar cuál es la idea del Twitter: “¿seguir a los que te siguen, verdad?”, preguntó ella.

Hasta el viernes, Amalia había obtenido 12 respuestas de las cuales siete eran negativas; les comparto dos: “Es preferible seguir a personas cuyos contenidos (tuits) te interesen y/o sirvan”. “La idea es seguir a quien te interesa atender”.

Aquí tenemos dos verbos a tomar en cuenta: “interesar” y “servir”.

Otras dos personas le contestaron afirmativamente: “Sí [debe seguir a los que la siguen], por eso es red social…”. “Y también a los que le siguen [le recomendaron a Amalia], siempre hay cosas interesantes”. Alguien quiso ser más original: “una personalidad como vos está para ser seguida y no para seguir”.

Entre los siete tuits mayoritarios estaba el mío: “No necesariamente. Aunque yo creo en la reciprocidad como un acto de agradecimiento”. Y este otro, ubicándose al medio de las dos opciones: “De acuerdo, no necesariamente, [pero] se trata de hacer comunidad”.

¿Cuál es la idea del Twitter? Yo creo que el deseo de saber del otro. En esta red, unos siguen —husmean— a otros. Es cierto, como dice @ivansucre, se trata de hacer comunidad. Pero, ¿con qué intenciones?

¿Cuánto nos importa seguir y cuánto ser seguidos? ¿Nos interesa únicamente escribir, cerrando los ojos a la opinión del otro de la comunidad? Además, ¿qué tan dispuestos a aprender del otro estamos? Más fácil: ¿Cuánto retuiteas?

Yo sigo también por reciprocidad, por agradecimiento; es mi opción. Ustedes estarán pensando en las megaestrellas de la música o del fútbol a las que, bajo la lógica de la gratitud, les faltaría tiempo para seguir a sus millones de seguidores. Hay bolivianos que suman decenas de miles de seguidores y optan por reducir su comunidad a unos cuantos. Lo mismo ocurre con algunos de ustedes, que tienen centenas o decenas de seguidores. Nadie obliga a seguir a nadie; y seguir no cuesta nada. Entonces la opción no solo es personal, también libre y gratuita.

¿Con qué intención seguimos? Esta es, en esencia, una comunidad interesada (término que en este caso no aplica solo para su sentido negativo): “si me interesas, te sigo; si me sirves, follow” (¿recuerdan los verbos empleados por los seguidores de Amalia?). Ojalá esta forma de chantaje sirviese para que unos se aprovecharan (en buen plan) del conocimiento de otros, y es que en Twitter estamos a un click de ponernos al lado de gente que puede hacernos mejores.

El genuino deseo de saber del otro, la sincera necesidad de hacerle saber que importa —permítaseme la generalización— se ahoga en el maremágnum del tuiterío. Nadie sigue a nadie como un ejercicio de generosidad, ni tan siquiera de cordialidad. Pocos, me parece, por solidaridad. Y menos por reciprocidad.

Nuevas preguntas: ¿Cuál es tu mayor vocación en Twitter, escribir o leer?, ¿tuitear o retuitear? ¿Qué tal si el tamaño de tu ego fuera directamente proporcional al número de personas a las que sigues? En Twitter no pasa lo mismo que en Facebook, donde la tendencia a la acumulación indiscriminada de “amigos” parece irreversible. ¿Por qué?

Cada quién hace con su (cuenta del) pajarito lo que se le antoja. En lo que a mí respecta, sigo a casi tantas personas como las que me siguen a mí. No se trata de una competencia: se dio así, naturalmente, después de mucho seguir y ser perseguido. Y, francamente, desconfío del que sigue poco: creo que desaprovecha al otro, o peca de falta de curiosidad. Mi opción es leer más que escribir, aprender más que pretender enseñar.

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