Opinión
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Hiroto Mitsugi
12/12/2017 - 13:09

Montañas bajo presión: clima, hambre, migración

¿Existe algo más sólido, firme, inamovible que una montaña? Piensen en el Everest en el Asia, en el monte Denali en América del Norte, en el Cervino en Europa, o en el Nevado Sajama de Bolivia: son monumentos eternos a la belleza y a la abundancia de los ecosistemas.

Heinz Plenge /FAO-MINAG

¿Existe algo más sólido, firme, inamovible que una montaña? Piensen en el Everest en el Asia, en el monte Denali en América del Norte, en el Cervino en Europa, o en el Nevado Sajama de Bolivia: son monumentos eternos a la belleza y a la abundancia de los ecosistemas.

Sin embargo, algunas grietas están apareciendo. Las montañas muestran signos de vulnerabilidad. El cambio climático provoca catástrofes en las zonas de altitud: avalanchas, y deslizamientos de sedimentos y piedras laceran las montañas, desnudan los bosques, y devastan a comunidades y poblaciones. Los recursos hídricos y la seguridad alimentaria se ven amenazados por los cambios globales que se producen en las zonas de montaña y en las llanuras.

Todos sentimos las repercusiones del cambio climático sobre las montañas; todos tenemos interés en actuar ahora, antes de que el daño sea irreversible.

Los glaciares milenarios de las montañas se están derritiendo a causa del aumento de las temperaturas globales, con consecuencias sobre el agua dulce del que dependen miles de millones de personas que viven río abajo. Entre el 60 y el 80 por ciento del agua dulce del mundo proviene de las montañas, lo que explica lo vulnerables que son las reservas mundiales de agua – y en consecuencia la seguridad alimentaria – frente a los cambios que se producen en las montañas. Ciudades como Río de Janeiro, Nairobi y Tokio son totalmente dependientes del agua dulce de las montañas. Y el cambio se produce con rapidez: en los Andes bolivianos, en los últimos 40 años se ha perdido más del 50 por ciento de los glaciales a causa del cambio climático.

Las imágenes de los glaciares que retroceden, de los deslizamientos de tierra y de las avalanchas provocan un choque visual que nos hace recordar que no podemos dar por sentada la existencia de las montañas del mundo, ya que son vitales no sólo para el 13 por ciento de la población mundial – cerca de mil millones de personas – que viven en las regiones de montaña, sino también para los frágiles ecosistemas de las montañas que acogen un tercio de todas las especies vegetales y mitad de los hot-spots de la biodiversidad global.

La diminución de la escorrentía debido a la desaparición de los glaciares significa que los agricultores de las tierras altas, sobre todo los pequeños productores, se volverán totalmente dependientes de las lluvias, y que las zonas rurales ya no tendrán ninguna fuente regular de agua dulce. Hoy en día, cerca de 329 millones de personas que viven en las zonas de montaña – o sea más de una de cada tres – ya hacen frente a la inseguridad alimentaria y el cambio climático hace la situación aún más inquietante.

Una de las consecuencias directas son los flujos migratorios de quienes huyen de las comunidades de montaña y, en la mayoría de los casos, van a incrementar las zonas urbanas de las llanuras ya superpobladas: en Bolivia, por ejemplo, esto significa que en los centros urbanos de La Paz y El Alto, la población creciente sigue poniendo en riesgo los recursos medioambientales básicos en unos sectores ya vulnerables como el agua y la energía. En particular, los jóvenes se van de su casa para buscar trabajo. Este éxodo provocará una inestimable pérdida en la oferta de servicios ecosistémicos y en la preservación de la biodiversidad cultural y agrícola.

¿Cómo puede responder el mundo a estas amenazas de tan gran impacto y proteger a los ambientes de montaña que son vitales para la humanidad? Primero, podemos educar sobre el impacto del cambio climático, el hambre y las migraciones. El Día Internacional de las Montañas, el 11 de diciembre, es una gran oportunidad para apoyar el desarrollo sostenible de las montañas y garantizar que sea integrado en la Agenda de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible y en el Acuerdo de París sobre el cambio climático.

Unas inversiones orientadas y unas políticas apropiadas pueden desarrollar resiliencia en las comunidades de montaña, mejorar los medios de subsistencia e invertir la tendencia de la emigración desde las zonas de montañas. Estos son los temas de la Reunión Global de la Alianza para las Montañas de 2017, una alianza voluntaria de las Naciones Unidas cuyo objetivo es mejorar las vidas de las poblaciones de las montañas y proteger los ambientes de montaña en el mundo. Más de 300 gobiernos, organizaciones intergubernamentales, grupos de la sociedad civil, ONG y el sector privado son miembros de dicha Alianza.

La Reunión Global de tres días se abrirá con la celebración del Día Internacional de las Montañas en la sede de la FAO en Roma y con la aprobación del Marco de Acción. Su objetivo es asegurar que las montañas estén totalmente integradas en la Agenda 2030 y en el Acuerdo de París. El Marco de Acción sirve para apoyar medidas concretas y políticas para reforzar la resiliencia de las poblaciones y los ambientes de montaña frente al cambio climático, y será aprobado por unos 60 gobiernos y más de 200 organizaciones de la sociedad civil.

El mundo se enfrenta a enormes desafíos debidos al cambio climático, que incluyen entre otras cosas amenazas para la seguridad hídrica y alimentaria. Las montañas son uno de los ecosistemas más afectados, pero también son la clave para responder a los desafíos; por eso, su desarrollo sostenible tiene que volverse una prioridad global. El momento para actuar es ahora.

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