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Manuel Canelas
13/09/2017 - 11:37

Dos mentiras más, y las que quedan, sobre el proceso de elección de candidatos judiciales

No suelen haber grandes diferencias en la región en el método de elección de magistrados a altos tribunales. En Chile, por ejemplo, participan directamente el Jefe de Estado, el Senado (aprobando con mayoria especial) y Diputados (que requiere posterior validación del Senado). En Argentina no ocurre algo muy distinto, el jefe de Estado designa al candidato que luego pasa por confirmación del Senado con mayoría cualificada. Por cierto, fue Mauricio Macri quien quiso nombrar jueces a la Suprema saltándose el Senado y su decisión fue observada como inconstitucional.

No suelen haber grandes diferencias en la región en el método de elección de magistrados a altos tribunales. En Chile, por ejemplo, participan directamente el Jefe de Estado, el Senado (aprobando con mayoria especial) y Diputados (que requiere posterior validación del Senado). En Argentina no ocurre algo muy distinto, el jefe de Estado designa al candidato que luego pasa por confirmación del Senado con mayoría cualificada. Por cierto, fue Mauricio Macri quien quiso nombrar jueces a la Suprema saltándose el Senado y su decisión fue observada como inconstitucional. Algo más lejos, en España, tampoco es muy diferente, los nombramientos se los reparten los partidos políticos mayoritarios y las cámaras legislativas validan el reparto. Muy parecido a como ocurrían las cosas en nuestro país cuando mandaban Tuto Quiroga, Carlos Mesa o Samuel Doria Medina. No se encontrará durante sus gobiernos ninguna propuesta para abrir el método y, con ello, reducir la fuerte presencia de los gobiernos de turno, presencia que todos estos ejemplos aseguran.

No hay método de elección que reduzca de mayor manera la influencia del Gobierno de turno que el llevado adelante ahora en el país. Tengo dudas si Maquiavelo recomendaría algo parecido. El proceso de elección está compuesto por seis momentos: verificación de los requisitos mínimos, impugnaciones, evaluación curricular, examen escrito, prueba oral y votación popular. Se incorporó a la Universidad en las fases de calificación de las hojas de vida y en la preparación de los exámenes escritos (40 puntos la primera, 30 puntos el segundo). La calificación del exámen escrito se realizó por los legisladores presentes, titulares y adscritos a la Comisión Mixta. Al inicio de esa jornada se hizo un sorteo para seleccionar las preguntas, hechas por las universidades, que irían al examen. Previo a ello todos los legisladores, de manera conjunta oficialistas y opositores, repasamos las preguntas y descartamos las que podían parecer sencillas, y estas últimas se volvieron a sortear. Cuando los exámenes, de respuesta múltiple, llegaron a nuestras manos para ser calificados no aparecía el nombre del candidato sino solamente un código. Fue más tarde una vez calificado el examen, al proyectarse en una pantalla, que se descubriría la relación código-candidato. Un poco difícil argumentar que en esta fase se podía favorecer a alguien, aunque la ciencia ficción está haciendo estragos en la oposición nacional.

Durante la fase de evaluación de los méritos contenidos en las hojas de vida no hubo un solo momento, hablo del Supremo y Constitucional, en el que no estuviesen presentes varios colegas de la oposición. Es cierto que ellos son menos titulares pero hubo un buen número de adscritos que, sin tener la obligacion de hacerlo, decidieron participar durante todo el proceso. Tampoco tuvimos ningún momento de enfrentamiento o denuncia de alguien a quien nosotros estuviésemos favoreciendo o elevando el puntaje de manera artificial. Hubo pocas divergencias, muy pocas, y la mayoría se resolvieron llegando a un acuerdo: sobre si tal certificado podía o no considerarse un diplomado,por ejemplo. No llegan a cinco los casos donde la solución tomada mantuvo el descontento de algunos de mis colegas de la oposición. De hecho lo más frecuente fue comentar los expedientes que eran muy buenos, candidatos cursando doctorados fuera del país, con diversas maestrías en universidades nacionales o de países vecinos, o muchos años de experiencia judicial, etc. Por lo tanto las calificaciones obtenidas en esta fase no tienen mayor controversia. Todo esto que cuento aquí está debidamente grabado por el equipo de comunicación de la Asamblea Legislativa.

Luego vino el momento de la entrevista, del examen oral que constaba de tres preguntas y se calificaba sobre 30 puntos sobre el que comentaremos algo un poco más abajo.

Cuanto peor, mejor: el plan de gobierno de la oposición para el país

El ex presidente Carlos Mesa junto a otros cinco líderes de la oposición aparentaron, un dia después de la sesión de la Asamblea, mantener una intensa jornada de trabajo para discutir qué decían sobre las elecciones judiciales. Filtraron fotos y todo. Imagino que nadie pensó que estaban discutiendo realmente sobre una decisión que ya tenian tomada hace mucho como parte de su estrategia política de erosionar al Gobierno del MAS con lo que toque. De hecho no son pocos los legisladores que, sin haber pisado la Comision Mixta ni una sola vez, ya en los primeros dias del proceso de elección de candidatos a las judiciales cuando aun no habíamos abierto ni un sobre gritaban ya por el voto nulo, jaleaban en la Asamblea que en diciembre será la repetición del 21 F, etc. Es decir, las elecciones judiciales solo les importan como escenario de desgaste del Gobierno. Correrán, sea el resultado que sea, a darle una lectura plebiscitaria. Ese es el tamaño de su tremenda irresponsabilidad. No les preocupa el estado de la Justicia en el país, les preocupa obtener, por la puerta de atrás, un resultado electoral que pueda servir como munición contra el Gobierno. A tal punto esta es la línea de la oposición que abochorna ver a diputadas que estando adscritas al proceso y habiendo compartido la mayoría de las decisiones y calificaciones ahora hablan de “masistrados” y piden voto nulo. Las tristes hipotecas de la política profesional.

Decíamos que Carlos Mesa junto a los Cinco emitió un previsible, y breve como su conocimiento sobre el proceso, comunicado lleno de lugares comunes: que el MAS eligió a sus amigos, que el proceso estuvo viciado, que se presentaron puros incapaces- no tienen respeto por la gente que aspiran volver a gobernar. Lo que ya resulta más llamativo es que una semana después Carlos Mesa incurra en errores de apreciación todavía mayores que muestran realmente que no se enteró de absolutamente nada– hasta para echar barro suele ser importante la verosimilitud si no se notan las costuras de los verdaderos objetivos. En su columna del domingo pasado dice que la aplanadora del MAS no “aceptó, como era imprescindible para darle credibilidad al proceso, la participación en igualdad de condiciones de los parlamentarios de la oposición”. Esto sí que es hablar de oídas, podría haber dicho que los dejamos encerrados en un baño y sería tan cierto como lo que afirma. Si para Carlos Mesa la presencia de los parlamentarios de la oposición es el indicador para calificar el proceso no se entiende por qué dice que todo fue un desastre. Como hemos contado más arriba, un buen número de legisladores opositores estuvo presente y participó en todas las fases del proceso, calificó exámenes, solicitó que se cambien preguntas y no planteó dentro de la Comisión ninguna denuncia de manipulación durante todos los momentos de evaluación.

Pero para despejar las dudas de Mesa vamos a sugerirle un ejercicio sobre la última fase de evaluación, el examen oral sobre 30 puntos. Para obtener la calificación final se hizo un promedio entre los miembros titulares de la Comisión Mixta, trece personas, de las cuales tres son de la oposición. Alguien podría decir que impusimos el rodillo. Lo curioso, y que responde a esa posible observación y es el ejercicio sugerido, es que si hacemos desparecer a los diez miembros oficialistas y solamente tomamos en cuenta la votación de mis colegas de la oposición 50 de 72 candidatos coincidirían, es decir, más de dos tercios de las personas que están en la papeleta seguirían allí si solo hubiéramos tomado en cuenta las notas de los opositores – incluyendo la obligatoria corrección de género, básicamente la única excepción que hubo para no haber escogido a los más puntuados: algunos hombres que tenían calificaciones altas cedieron su espacio a la o las mujeres más puntuadas de algunos departamentos.

El “estudio” sobre el examen oral

Para cerrar haremos algunos apuntes sobre la otra mentira, la del “estudio” publicado por Página 7 y escrito por Enrique Velasco que sostiene que el examen oral fue todo manipulación para favorecer candidatos. Es tan riguroso que parte de premisas tales como: si alguien obtuvo buena nota en el examen escrito es imposible que obtuviese mala nota en el oral o, al revés, si hizo una mala evaluación escrita es imposible hacer algo bueno en la fase oral. Vaya por delante el obvio apunte que esto es perfectamente posible. Los que somos adultos lo hemos experimentado, sea en carne propia o no, durante el colegio o la universidad: tener un buen desempeño en una prueba escrita y una mala en un oral, o viceversa, es posible y en algunos casos frecuente. Esta premisa sonrojante es en realidad la única base del “estudio” y todo esto lo afirma, divertido, sin haber estado presente en la fase de examen oral.

Escoge, de manera tramposa e incompleta, algunos ejemplos donde efectivamente alguien que tuvo bajo desempeño en la evaluación de méritos tuvo buena calificación en el oral o lo opuesto. Ojo que estas diferencias también ocurrieron, y de modo quizás más intenso, entre las notas en evaluación de méritos y las de examen escrito, pero esto el investigador no lo menciona porque quiere enfatizar en su sugerencia malintencionada que el MAS manipuló las calificaciones de la fase oral para favorecer a sus candidatos. Lo que no dice, por falta de honestidad o de investigación, es lo que hemos apuntado más arriba: si quitásemos todas las calificaciones oficialistas de la fase del examen oral y solo tomásemos en cuenta las calificaciones de los opositores tendríamos que más de dos tercios de los candidatos serían los mismos. En algunos de los ejemplos que usa el Sr. Velasco para ilustrar la manipulación que denuncia no cuenta toda la verdad. Valga solo uno para mostrar lo que es una media verdad:

“Uno de los casos más interesantes en ese sentido es el de Félix Huanca, de La Paz, que tuvo un promedio de 79,6 en las dos primeras fases. De hecho, Huanca logró 98 puntos en la fase de méritos, el mejor del país. La comisión, sin embargo, presuntamente para anularlo, le puso de nota solamente 63. No estará en la papeleta.”

Aquí se elige ilustrar el ejemplo haciendo un particular promedio de las dos primeras fases y solo detalla que el candidato obtuvo 98 puntos (sic) en la fase de méritos. Este apunte ya es erróneo porque la fase de méritos era sobre 40 y este candidato obtuvo 39. Sin embargo no se detalla que en la segunda fase, el examen escrito, el candidato obtuvo 18,5/30 y al no hacerlo provoca que la nota relativamente baja del examen oral contraste más, resulte más chocante comparada con el promedio de las dos primeras. Luego dice que la Comisión, “presuntamente para anularlo” le puso una nota baja en el oral. La nota promedio que este candidato obtuvo en el oral fue de 18, 8, incluso mayor que la obtenida en el examen escrito. Lo que no dice la nota de Página 7 es que si solo hubiéramos promediado las calificaciones de los opositores la nota del oral habría sido aún menor, 17,7. ¿Será entonces que eran los opositores que querían anular a este candidato o que su examen oral probablemente merecía esa nota?

Recapitulando, ¿por qué Carlos Mesa dice que el proceso no es fiable si, como él demanda, hubo una continua participación de los legisladores opositores en todas las fases? ¿Por qué algunos colegas opositores piden el voto nulo contra su propio criterio de calificación o el de sus compañeros de bancada? ¿Por qué el Sr. Velasco y Página 7 nos quieren vender como una investigación rigurosa un cúmulo de medias verdades y ruido? La respuesta es sencilla: la vieja estrategia del cuanto peor – para la gente-, mejor- para mí.

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