Opinión
Henry Arancibia Fernández
29/08/2017 - 15:21

Agatha la hipócrita

El terreno académico, universitario corre el riesgo de desvalorizarse por completo mientras siga a cargo de las personas poco tolerantes con las ideas ajenas. Hoy la hostilidad docente recurre a la estrategia del disfraz para ejercer un nuevo modelo de autoritarismo. Se trata de un traje jovial y sonriente, de aparente cortesía; pero dispuesto a reprimir aquello que le incomode o amenace.

El terreno académico, universitario corre el riesgo de desvalorizarse por completo mientras siga a cargo de las personas poco tolerantes con las ideas ajenas. Hoy la hostilidad docente recurre a la estrategia del disfraz para ejercer un nuevo modelo de autoritarismo. Se trata de un traje jovial y sonriente, de aparente cortesía; pero dispuesto a reprimir aquello que le incomode o amenace.

Por supuesto, es más difícil reconocer al enemigo cuando viste de amigo y mucho más complejo identificar su exceso de poder cuando, en vez de golpear, seduce e hipnotiza. El enemigo moderno sonríe en público para contagiar cierto modelo de optimismo; sin embargo es un ser destructivo, en especial cuando se reta a su opinión o se objetan sus formas de actuar.

Explicar lo anterior propongo de ejemplo a la Profesora Guadalupe Peres-Cajías, quien, en su columna de opinión, aduló la actitud de Carla Casas, una estudiante valiente que increpó a Evo Morales, con respecto a la construcción de una carretera a través del TIPNIS. La Profesora cree que se trata de una acción ejemplar e insinúa, con cierto entusiasmo, que puede inspirar a otros jóvenes. A mi entender, la actitud de Guadalupe Peres, ex relatora de mi tesis, es extremadamente contradictoria. Porque ella me reclamó, dentro de su oficina, con notoria furia, por haber manifestado mi postura a favor de la despenalización del aborto. Me sermoneó por difundir mi opinión en pleno paraninfo, con micrófono en mano, de la que es quizás la universidad más conservadora del país, me refiero a la Universidad Católica “San Pablo”.

La opinión de la profesora acerca de mi persona me resulta irrelevante, lo inaceptable es su doble moral con fines de personal branding. Entre otras actitudes, Guadalupe se muestra cercana a la comunidad estudiantil y les hace sentir parte importante de una universidad que pocas veces toma en cuenta al estudiantado. Me atrevo a decir que, incluso, tiene una especie de club de fans dispuestos a defenderla de una mala crítica. Hubiese evitado darle tanta importancia, pero la ética me obliga a desenmascararla.

No creo ser el único indignado con la actitud de “Guada”, como la conocen los alumnos. Tampoco pretendo ser el portavoz de sus detractores. Simplemente intento poner en cuestión cómo defiende un modelo de rebeldía muy conveniente para ella, uno acorde con la línea editorial de la “cato”, para ganar el aprecio de los lectores de periódico y quizás también de quienes mandan en la “U”. Incurre en la simulación de ser una tolerante open mind, cuasi progre (por ejemplo, advirtiendo del peligro del conservadurismo) para camuflar su trato vertical con otras personas. Por eso señala estar contenta con la actitud de Carla Casas. Por eso finge entusiasmo por una posible unión juvenil política y, en tono cariñoso, nombra las revueltas de Mayo del 68, el movimiento estudiantil de Chile en 2011, entre otras. Dicho sea de paso, yo también admiro el coraje de Carla Casas y me opongo a la construcción de una carretera por medio del TIPNIS, valga la aclaración.

Volviendo al tema de los intentos represivos intrauniversitarios de Guadalupe, es fácil adivinar su postura en contra de la despenalización del aborto, razón por la cual fue muy efusiva en recordarme, con mucha vehemencia, que la Universidad no era el lugar donde yo debería hacer ese tipo de activismo. Otro docente añadió su respeto por mi opinión, pero me invitó a no repetirla en ningún acto oficial universitario. Prácticamente me echaron de la “U” a expresar mis ideas en cualquier otra parte (eso mismo hago en este preciso momento). Así como García Linera le dijo “hasta ahí nomás” a Carla Casas, la Profe “Guada” me reprochó “este no es lugar para tu activismo, ¡ubicate!”. Por tal motivo, es absurdo tomar en serio el deseo de Guadalupe por una revuelta juvenil, si ella misma se encarga de reprimir las actitudes estudiantiles disconformes con la autoridad más cercana.

Fue ella quien me informó sobre las consecuencias de hablar acerca del tema “aborto”, dentro del campus, porque perjudicarían a la carrera de Ciencias de la Comunicación. Me describió cómo las autoridades cortarían el fondo económico de publicaciones por culpa mía, y eso dañaría a mis “pobres” compañeros. Fue ella quien me llamó “soberbio” por no compartir el dogma antiabortista, oficial de la “cato”, y sentir el dilema ético de representar a una institución, como autor de un libro pagado por la Universidad. Fue ella quien se sintió ofendida por algunas de mis palabras hacia su persona, nunca maliciosas, y tuve que pedirle disculpas, las cuales retiro porque creo tener el derecho de criticar a cualquier docente, después de haber pagado más de 10,000 dólares a la U. Católica.

Probablemente, los involucrados con la “Cato” carecemos de una visión extensa del panorama social y nos limitamos a la perspectiva clasista de cualquier fenómeno: entonces, algunos creen entender la rebeldía cómo un acto romántico, más no cómo una reivindicación urgente de un sector social. Entonces el oportunismo de los pseudorebeldes se manifiesta, en especial cuando se trata del TIPNIS. Guadalupe representa a ese micro espacio de clase media, donde las revoluciones son solo un tema de conversación, mientras se fomenta el postureo en las elitistas páginas sociales de algún periódico, algo muy típico de la carrera en la cual estudié.

Quizás los clasemedieros nos distraemos con lo espectacular y lo superficial para llamar la atención y generarnos publicidad. En ese contexto, la rebeldía puede ser aceptable si se trata de gritarle a Evo en defensa del TIPNIS, pero incitar a la lucha ideológica contra la iglesia, contra el estado como institución fallida o el mismo autoritarismo universitario se percibe como una ofensa histérica de locos y radicales.

Desde esa perspectiva se entiende la foto de Guadalupe y Álvaro García Linera, luego de que este último asistió a la defensa de un proyecto de graduación en la “cato”. Fue un momento en el que los reclamos de la supuesta columnista pro rebeldía no existieron, pero la publicidad y la propaganda abundaron. La página web de la Universidad destacó la presencia de García Linera y, en las redes sociales, algunos docentes difundieron fotos del evento con gran orgullo. Es decir que se promocionó la imagen de la “cato” y la carrera de Ciencias de la Comunicación Social con la presencia de García Linera y Peres-Cajías juntos. El uno necesita de la otra para ganar algo de popularidad en distintos sectores, los enemigos se hacen cómplices con fines de difusión por el bien de sus instituciones.

Tanto “Guada” como García Linera son personajes similares, pues ambos representan un modelo de autoritarismo represivo muy ligado a lo propagandístico. En pocas palabras: ambos intentan “quedar bien” ante el resto y ocultar sus verdaderas intenciones para ganar seguidores.

¿Es mucho pedirle a los seres superficiales, endiosados del poder, comprender un dilema ético como el necesario paso previo a cualquier actitud rebelde? Guadalupe Peres Cajías es el mejor ejemplo de que la respuesta a esa pregunta es un “sí” contundente. Ella comprende lo rebelde desde lo conveniente, más no desde lo ético. Quiero creer que su pseudoapoyo a una auténtica contestataria en la lucha por la integridad del Tipnis (Carla Casas) tiene que ver con la ingenuidad, pero estoy casi seguro de que es, más bien, una cuestión de hipocresía y búsqueda de fama.

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