Séptimo Día
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Diego Ayo
19/05/2015 - 13:17

La Haya y las contradicciones

Disfruté pues al observar que nuestro país se sumergió de lleno en este mundo de la justicia a través del derecho internacional, confiados en la justicia que ha sabido crear nuestro planeta. Confiados en el Estado de Derecho. Pero claro, inmediatamente me percato de la realidad aquí, en nuestras narices: la justicia boliviana se cae a pedazos. Los datos sobran y las soluciones causan pena (lo del referéndum no parece ser lo más sensato). A estas alturas sé que el exigido Estado de Derecho fuera, es un pisoteado Estado de Derecho dentro. 

Estoy orgulloso con lo ocurrido en La Haya. Cabe decir con absoluta honestidad intelectual que el presidente Evo Morales tuvo un liderazgo invaluable. No sé si algún día volveremos al mar, pero si sé que ver lo que he visto, no es poco: un Presidente lúcido, un par de expresidentes de impecable actuación, un canciller de firmeza incuestionable en las dos o tres ocasiones que le tocó intervenir, un cuadro de especialistas de renombrado prestigio internacional defendiendo nuestra causa y, sobre todo, esa sensación de que por fin, alguna vez, tenemos una política de Estado y, por eso, nos importa un bledo nuestras diferencias políticas. Sin embargo, me doy cuenta, ya más frío, que lo que vi es la excepción en una realidad donde los aspectos sobresalientes atestiguados en Holanda, pues se quedaron allá.

Y es que cuando escucho con agrado a mi Presidente abogar por este propósito común reclamando la más absoluta transparencia de los jueces –"cuidadito que ese juez que ayer fuera contratado por Chile, hoy nos bombeé”-, me percato de la paradoja: no sucede lo mismo a 100 metros de la plaza Murillo con jueces, en este caso aquellos electorales, groseramente parcializados. En este caso, Evo calla. No solo eso, les ordena: "La oposición ganó Tarija, nosotros Beni”. Y claro, así fue. Vaya ironía con nuestro reclamador Presidente. Reclama a un jurado a 20.000 kilómetros y azuza al propio a dos manzanos.

Disfruté pues al observar que nuestro país se sumergió de lleno en este mundo de la justicia a través del derecho internacional, confiados en la justicia que ha sabido crear nuestro planeta. Confiados en el Estado de Derecho. Pero claro, inmediatamente me percato de la realidad aquí, en nuestras narices: la justicia boliviana se cae a pedazos. Los datos sobran y las soluciones causan pena (lo del referéndum no parece ser lo más sensato). A estas alturas sé que el exigido Estado de Derecho fuera, es un pisoteado Estado de Derecho dentro. 

También  me sentí representado por mi Presidente cuando les echó en cara que ni siquiera cumplen los tratados internacionales con su propia población. Se refería a los mapuches y me pareció que era un argumento válido, y es que se hacen los exquisitos con su pureza religiosa respecto al Tratado de 1904, cuando ni cumplen un tratado de 2007 (la Declaración de Pueblos Indígenas). Claro, pasados 20 minutos de haber gritado ese golazo, prendo la televisión y lo veo al dirigente máximo de las seis federaciones avalando el huayqueo feroz a cocaleros que osaron convertirse en oposición al MAS en pleno Chapare. El gran argumento me pareció ya obsceno al oírlo afirmar que "el camino al TIPNIS, va o va”. Vaya contradicción. 

Del mismo modo, me agradó ver que Evo se apoyó en acciones que tomaron añejas autoridades. La más descollante es, sin dudas, la que tomó el dictador del abrazo de Charaña. Me encantó darme cuenta pues  que nuestro Presidente por fin aceptaba que un país se construye con derechas e izquierdas, errores y virtudes, blancos y negros. Ello tácitamente nos decía: "la historia no comienza conmigo y respeto a los bolivianos que me antecedieron”. ¿Y eso? Chau, prendo el televisor y ya lo veo al líder hablar de Oliva, el de la CIA, de la derecha oligárquica del Beni que fracasó por 50 años y, ahora último de la derecha (sí, derecha) de Viacha (¿?). Vaya. Todo en su lugar.

En todo caso, lo que me causó más dicha fue atestiguar que por fin se entendía que los recursos humanos son el elemento más importante a efectos de construir un país. No me quepa la menor duda que estos jueces internacionales se llevaron un buen fajo de billetes. Y eso me satisfizo, pues recordé que la demagógica política de reducción salarial ("nadie gana más que el presidente”) sólo garantiza, y lo ha hecho, mediocridad y corrupción en la gestión pública. Afortunadamente en este caso no escuche al Presidente decir que bajará más los sueldos, pero sé, de todos modos, que los incrementos salariales de 2006 en adelante  son menores a los niveles de inflación. Ergo: nuestro poder de compra disminuyó. Lo de La Haya es la excepción. 

En esta misma línea de los recursos humanos, darme cuenta que tener un objetivo claro –el retorno al mar- nos puede llevar a ser demoledoramente ganadores (aunque perdamos), pues el sólo hecho de tener a cerebros pensantes de todo color bregando por nuestra causa es sencillamente destacable. Un nuevo aplauso a Evo. Pero, claro, escucho al histórico Presidente hablar del nuevo satélite, el estadio de Cochabamba y….uff, todas políticas de aplauso fácil. ¿Por qué no tenemos iguales equipos en desarrollo rural y seguridad alimentaria, ciencia y tecnología, salud y demás áreas que requieren ser intervenidas, con seguridad con mayor premura que el mismo mar? Graciosa ironía. Capos fuera, estadio-fílicos dentro.

Por último, me encantó ver la fuerza con la que mostramos nuestra intención irrenunciable de salir al mar y, sobre todo –ese el trasfondo-, depender menos de Chile. Sin embargo, ya escuché a Evo anunciar millonadas en nuevos teleféricos o en proyectos concernientes al litio (más bien que lo de la energía nuclear por 2.000 millones se lo tienen callado). ¿Y el mar? ¿No sería mejor meterle los 1.400 millones de dólares que calcula el prestigioso internacionalista Gustavo Fernández en la Hidrovía Paraguay-Paraná y salir campantes al Atlántico y otros 1.000 millones en Ilo y Matarani?, ¿no sería sensato hacerlo ya que nuestra intención es llegar al mar? No lo sé, pero sé que ésta es otra más de las contradicciones que saltan a la vista.

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