Serotonina
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Ivan Arias Duran
26/02/2015 - 18:37

Una mirada a las metrópolis bolivianas

El proceso de urbanización en Bolivia tiene una orientación definida  y se afianza en torno a las tres áreas metropolitanas de Bolivia, pero sobre todo marca una diferenciación entre dos modelos de urbanización: el tradicional de La Paz y el moderno de Santa Cruz. Cochabamba se constituye en un modelo intermedio que goza de las características de ambas

El proceso de urbanización en Bolivia tiene una orientación definida  y se afianza en torno a las tres áreas metropolitanas de Bolivia, pero sobre todo marca una diferenciación entre dos modelos de urbanización: el tradicional de La Paz y el moderno de Santa Cruz. Cochabamba se constituye en un modelo intermedio que goza de las características de ambas.

En su generalidad, la gran mayoría de las personas encuentran en las ciudades mejores respuestas para escapar de "la trampa de la pobreza”. En ellas existen espacios y ámbitos para mejorar   sus condiciones de vida e ingresos. La tendencia a la migración campo-ciudad no se interrumpió, pese a que surgieron nuevos centros urbanos y económicos en áreas tradicionalmente rurales, con un costo muy alto para las poblaciones indígenas y el medio ambiente. El repunte del "extractivismo” en sectores agropecuarios, forestales, mineros, hidrocarburíferos e hidroeléctricas  se desarrolla en áreas rurales, sin retener a la población rural. Son actividades de alta tecnología, que demandan menos mano de obra y más calificada.  

En Bolivia, como bien lo señalaba José Blanes (2006), existen estas tres zonas metropolitanas, que cada día hacen escuchar voces claras que es necesario atender con cuidado. En estas zonas se ha ido concentrando lo más duro y conflictivo de la pobreza. Allí residen la mayor parte de los desafíos del país para competir tanto interna como externamente. De lo que ocurra en estas tres grandes áreas urbanas depende la eficiencia de la economía y de la institucionalidad del país. Allí se han identificado problemas de naturaleza metropolitana para los cuales se requiere soluciones, pues al mismo tiempo que se constituyen en oportunidades de desarrollo territorial, pueden convertirse en obstáculos para el mismo.

Las ciudades como tales no han sido un objeto explícito de interés de parte del sector público; sólo se las ha considerado como espacios de construcción política, tanto a nivel de la gestión pública como por el sistema político. Los actores de la sociedad civil o de la economía han desarrollado acciones parciales y fragmentadas sobre los procesos urbanos.

El marco legal, desde la Ley de Participación Popular hasta llegar a la actual Ley Marco de Autonomías no han contemplado este tema de forma adecuada, por lo que se trata de una asignatura pendiente que plantea grandes urgencias. La acelerada emergencia de áreas urbanas metropolitanas no estuvo acompañada por la formación de actores de la sociedad civil relacionados con las dimensiones urbanas metropolitanas, y no se han consolidado estrategias de acción para abordar los problemas metropolitanos.  Es una constatación empírica que el tema de la metropolización se lo aborda como un problema y no como una oportunidad de desarrollo. El contexto ciudadano e institucional del país no está aún maduro para enfrentar el tema. Parecería que los principales decisores políticos no van al ritmo de las dinámicas poblacionales que día a día se dan en los centros poblados, donde la población ha impuesto de facto la metropolización, usando el territorio en función de sus necesidades e intereses.

El crecimiento urbano tiene impacto sobre el medio ambiente de las ciudades y de sus regiones de influencia. Este factor se refleja  en la vulnerabilidad frente a desastres naturales que impactan en las concentraciones urbanas más precarias y pobres. Las relaciones entre urbanización, medio ambiente y desastres (naturales y provocados) son muy complejas: cada vez más responden a las acciones humanas, influye negativamente la presión ejercida por la producción y el consumo. "La urbanización no asegura el desarrollo sostenible”, pese a que reduce los índices de pobreza. Los daños causados por estos desastres  tienen efectos multiplicados por la concentración poblacional y bienes expuestos. Pero, al mismo tiempo, la concentración urbana permite reacciones más rápidas, medidas de mitigación y alerta temprana, especialmente frente a los eventos naturales que ya son predecibles.

El proceso de metropolización del país se caracteriza por la expansión dispersa y el crecimiento de urbes pequeñas en torno a ciudades capitales (conurbación) hasta unirse. Este proceso es un fenómeno de conurbación muy complejo de características socioeconómicas y culturales. La nueva Constitución Política del Estado, en su artículo 280, y la Ley Marco de Autonomías, en los artículos 25 y 26 del capítulo III, definen la conformación de regiones metropolitanas. Se especifica que la región es un espacio de planificación y gestión conformado por varios municipios o provincias que tengan continuidad geográfica y sin cruzar límites departamentales. Además establece que las conurbaciones mayores a 500 mil habitantes pueden constituirse en regiones metropolitanas, cuando comparten cultura, lengua, historia, economía y ecosistemas. 

El 2001, Bolivia había pasado a la categoría de país mayoritariamente urbano” con más del 50% viviendo en alguna concentración urbana. Hoy, dos departamentos y varios municipios son "predominantemente urbanos” con más del 75% población urbana. La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, con más de 1,7 millones de habitantes cada una, se conforman como las tres primeras regiones metropolitanas del país. En Bolivia, el 47,5% de la población vive en las tres principales ciudades del país: La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, y sus áreas de influencia inmediata. A partir de este dato duro constatamos que pensar seriamente la relación entre desarrollo y población es también reflexionar en torno a los tres grandes escenarios urbanos del país. 

Desde los años 1950, en Bolivia se ha iniciado un proceso de movilización espacial de su población desde las zonas rurales a las urbanas. Urbanización que no se ha dado con tanta fuerza como en otros países, debido a los procesos de colonización, que ha absorbido parte de la fuerza laboral rural. Desde aproximadamente el año 1988, Bolivia dejó de ser un país rural, como lo muestran los datos históricos del Instituto Nacional de Estadística. 

Esta expansión urbana ha ocasionado que las cuatro ciudades lleguen a sus límites administrativos y de nuevos desafíos, en un proceso de conurbación que: i) congrega en conjunto al 47% de la población de Bolivia, ii) fortalece la interrelación económica, social, política y cultural entre municipios vecinos y, iii) impulsa la constitución y formalización de las áreas metropolitanas de La Paz-El Alto, Santa Cruz y Cochabamba, una situación prevista dentro de la nueva estructura del Estado Plurinacional de Bolivia, contemplada en la Constitución Política del Estado de 2009.

Las tres metrópolis que hoy reúnen a casi la mitad de la población boliviana están en 23 de los 337 municipios del país. Datos del censo de 2012 dan la oportunidad para dibujar una fotografía de la calidad de vida de la población metropolitana. Más del 90% de las viviendas de las cuatro grandes ciudades metropolitanas disponen de agua potable. Sin embargo, en tres de los 20 municipios metropolitanos la mitad de las viviendas consumen agua no potable proveniente de pozos, ríos o vertientes. Únicamente La Paz y El Alto ofrecen saneamiento básico a más del 80% de las viviendas, mientras que en Santa Cruz de la Sierra sólo la mitad de las viviendas cuenta con ese servicio.
La provisión de servicios básicos en las viviendas, la ampliación de la infraestructura sanitaria, mejoras en la calidad de la educación, en el transporte, el empleo, los ingresos y la seguridad ciudadana suponen desafíos a la gestión pública local y nacional. La equidad en la calidad de vida de los bolivianos está en juego. La urbanización y la metropolización son oportunidades para impulsarla.

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